El dolor de los demás, (Anagrama, 2018), de Miguel Ángel Hernández es una novela doble, dos narraciones en una. Por un lado, la historia trágica, negra, del asesinato de la hermana de un buen amigo el día de Nochebuena. Por otro, el regreso a ese pasado interior en que el autor recuerda cómo impactó sobre él tan luctuoso suceso y cómo durante años ha evitado afrontarlo.
Una especie de biografía encubierta en la que el verdadero escritor comparte muchas cosas con el protagonista, incluyendo el nombre. Una reflexión precisa sobre cómo vamos formándonos como persona, olvidando algunas cosas, recordando otras, aplicando una selección de hechos a conservar que no tienen clara justificación, quizá sólo sea el protegernos del dolor aunque ellos signifique olvidar buena parte de lo que nos ha modelado como seres humanos individuales. Un pensar sobre el dolor propio observando el de los demás. Reencontrarse con un pasado lleno de malas experiencias pero también de hechos luminosos e injustamente olvidados.
Hernández usa una prosa limpia, con una estructura que combina capítulos largos narrados en primera persona (la narración de la investigación propiamente dicha) con capítulos cortos en segunda persona (las reflexiones sobre el propio pasado).