31/3/12

VAS: An Opera in Flatland



VAS: An opera in Flatland (Barrytown/Station Hill Press) de Steve Tomasula y la colaboración en la elaboración artística de Stephen Farrell no es un libro fácil de leer. Ni por el asunto que trata ni, sobre todo, por el cómo lo trata. El trabajo es un experimento, un experimento narrativo, un tour de force tipográfico, una novela híbrida donde la maquetación tradicional queda arrasada y sustituida por una combinación - a veces mezcolanza arbitraria como cuando se mezclan medidas de las miss universo con las leyes de Mendel o los tamaños del cerebro con análisis del ADN- de bocetos, gráficos, collages y tipografías variadas que intenta reforzar la multiplicidad de visiones que el hombre puede tener de la vida y el arte en función de la forma. Un estilo formal que recuerda bastante a otro libro ya reseñado en este blog, House of leaves.

En un futuro cercano, los habitantes de Flatland han logrado ser capaces de modificar la herencia genética libremente a voluntad de modo que pueden remodelar a su conveniencia su estirpe y forma. En este mundo, el protagonista decide estirilizarse con una vasectomía en vez de recrearse a su voluntad. Queda a medio camino entre la reflexión pseudo-ciéntifica sobre la biotecnología y la novela de ciencia ficción más tradicional.

La fragmentación intencionada, las frases plasmadas como prosa poética que no lo es, la maquetación rota a propósito, la forma intricada e intrigante y la indefinición estilista en que se mueve la obra durante sus más de 300 páginas ofrecen, ciertamente, un espectáculo visual llamativo e interesante, colorido, visualmene rico (también viscoso en su comprensión) que se acerca más al cine o a la pintura que a la literatura ya que el cerebro tiende a deleitarse en lo gráfico, a esperar una sorpresa al tornar la página,  pero se aburre de perseguir las palabras que no están donde deben estar y a intentar degustar una historia que es mucho menos interesante (y excesivamente alargada para lo que da de sí) que la forma que lo contiene. Desde este punto de vista, hay que preguntarse si estas experiencias estilistas refuerzan la obra o, por el contrario, consituyen una barrera a su disfrute con tanta distracción. De hecho, al terminar la lectura, se recuerda mucho más el impacto estilístico que la historia.

Pero si algo nos demuestra VAS es que el libro impreso no está muerto y sus posibilidades no se han exprimido.







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