6/7/12

El puente invisible


El puente invisible (Debolsillo, 2011) de la escritora Julie Orringer es sobre todo una historia de amor – incluso blanda- pero cuyo hilo conductor sirve también para narrar el dramático devenir de los judíos europeos, y particularmente los húngaros, a finales de los años treinta del siglo pasado y hasta el fin de la segunda guerra mundial. Mientras el nazismo crece y la vida de los protagonistas se va degradando poco a poco, nadie en realidad hace nada para detener al monstruo que amenaza con devorarlo todo hasta que los protagonistas ven cómo sus vidas se truncan, son explotados, amenazados y asesinados en un escenario devastador. Una barbarie que no sólo llega de los alemanes sino del propio estamento militar húngaro y de grupos reaccionarios en toda Europa. Por encima de la tragedia, el amor permanece en una postal un tanto ingenua y contradictoria con la sordidez de la época y de la atmósfera. También tiene rasgos de novela histórica y de saga familiar. Es una historia dura que, sin recrearse morbosamente en la desgracia, transmite la atmósfera asfixiante y brutal de Hungría a medida que la guerra y los nazis van consumiéndolo todo. Una atmósfera que contrasta con la del inicio de la novela (para mí, la mejor parte) donde el joven András llega a París para estudiar arquitectura, una ciudad llena de vida, de arte, de amor, también de ebullición política y de discriminación encubierta. El cómo Orringen hace evolucionar el clima desde la luz parisina a la más perversa oscuridad es, sin duda, uno de los aciertos de este libro. Desde las calles llenas de bullicio, de bohemia, de agitación social por los eventos políticos, de amistad universitaria, hasta la más abrumadora locura del final de la guerra y de los batallones de esclavos con una Hungría aliada de Alemania y derrotada, la autora va realizando una transición cuidada, natural, en que cada hecho no parece ser definitorio pero que lleva inexorablemente al desastre. El ritmo es dinámico en toda la primera parte pero va ralentizándose a medida que avanza la historia, en parte para crear esa atmósfera asfixiante y en parte porque son 700 páginas que posiblemente es excesivo. Longitud que, además, se hace abrumadora por el tamaño de letra demasiado pequeño que se usa en la edición de bolsillo, sin la cual, quizá tendría 100 páginas más.

Orringer tiene una prosa equilibrada, que no busca emocionar por la exageración sino, precisamente, por la crudeza de lo cotidiano, del mal explicado con sencillez y casi, como fruto inevitable de la avaricia y la estupidez humanas. Rodeando a la trama principal hay numerosas subtramas que ecanjan adecuadamente con el hilo principal. La novela está documentada razonablemente y se hace mención a numerosos acontecimientos reales. Los personajes están bien trazados en general aunque, en mi opinión, la figura de Klara no acaba de quedar bien descrita.

Con todo, la historia es demasiado dulce, de final casi feliz, un tanto incoherente con la dramática realidad de la época. Casi todos los protagonistas se salvan de lo peor, incluso cuando juegan con fuego descaradamente como al editar gacetillas burlescas en los batallones de trabajos forzados. En la realidad, la barbarie fue más terrible y el destino no tan caritativo con las familias judías. El título del libro hace referencia a los hilos invisibles que la vida construye entre familiares y amigos para mantenerse unidos a pesar de la distancia y el dolor. Está basada en la historia real de los abuelos de la autora.





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