4/5/13

Barquillos de chocolate






Ella siempre afirmaba que la vida es una colección de instantes, que lo que perdura son sólo breves fotogramas de tiempo que contienen un paisaje, una sonrisa, una gaviota sobre el mar, el calor de un mimo tierno, una canción, un arabesco de manos mientras se baila una sevillana, dos o tres palabras de una conversación que, un día ante dos cervezas en una terraza, nos llegaron al alma, un beso, un roce de pies en la duermevela, un gesto fugaz. A él, esa definición de la existencia, de la memoria que permanece fresca, le había parecido un descubrimiento teológico, una verdad más allá de toda duda, una certeza cósmica. Pero, sobre todo, le maravillaba cómo ella era capaz de crear instantes de las pequeñas cosas, de las casualidades, generar un embrujo especial allá donde no había sino hechos insignificantes como si fuera una alquimista filosofal capaz de convertir el plomo en oro. Desde que la conocía, eso era la vida, un conjunto de situaciones maravillosas colocadas al azar, impredecibles en su llegada y en su intensidad, por esto aún más hermosas. Ella era un Seurat que, poco a poco, con momentos  llenos de color, pintaba el lienzo de la vida.   
Aquella noche, él se había acostado temprano y para cuando ella llegó a la casa ya dormía profundamente. Se despertó cuando le acarició el pie con su mano por encima del edredón. Sonreía y estaba preciosa. Se desnudó frente a él con la confianza que da el saberse deseado.
-        ¿Te apetece un barquillo con chocolate?- preguntó ella mientras se introducía bajo las sábanas y le pedía sin pedirlo que calentara el frío que la noche había asentado en su piel.
Ahora, él recordaba aquel momento, ambos sentados en la cama, las piernas entrelazadas, la espalda sobre el cabecero, comiendo los barquillos en mitad de la noche, contándose cosas, riendo – ¡Dios, qué hermosa estaba ella!- justo antes de que él, dejándose arrastrar por el delirio del deseo, asaltara sus labios sabor a chocolate con una pasión irrefrenable que no estaba prevista para aquella jornada.



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