15/9/13

Regreso al pasado






Existe un potencial escenario de riesgo para el futuro del libro electrónico (entendido este tanto como el lector físico como el contenido digitalizado)  que habitualmente no se tiene en cuenta y es que, simplemente, regresemos a las tecnologías anteriores. Y no me refiero sólo al papel que, en cualquier caso, ni ha perdido ni va a perder la batalla en muchas décadas todavía, sino a las técnicas digitales que todos conocemos, la propia web y los formatos convencionales abiertos para contener la información.
 
Los ecosistemas para la creación y distribución de libros digitalizados son, a propósito, asfixiantes. Controles de copia del contenido incluso para uso particular, DRMs, formatos artificialmente complejos, plataformas de hardware que, también a propósito, se diseñan incompatibles entre sí (a veces en detalles tan ridículos como las baterías o los conectores) o deliberadamente programados para quedar obsoletos en pocos años,  restricciones para leer un libro en función de dónde se haya fabricado el ordenador o la tableta o el teléfono, libros que sólo se pueden leer o descargar en ciertos aparatos o en ciertas zonas geográficas, tarjetas de crédito para todo, tarifas de conexión carísimas, nubes de almacenamiento sin privacidad alguna y al albur de que una empresa privada la cierre en cualquier momento, precios elevadísimos de algunas máquinas (sobre todo ciertos smartphones y las tabletas que no valen lo que cuestan si las comparamos con cualquier ordenador), formatos de presentación del texto que fallan una y otra vez en función del dispositivo que se use, calidad de visualización muy mediocre en muchos casos, etc.
 
Cierto es que no hay elección, actualmente, para el usuario y este- motivado casi exclusivamente por el precio o simplemente por la facilidad de obtener contenidos gratis legal o ilegalmente- “pasa por el aro”. Pero soportar este estado de cosas porque no hay alternativa no implica que se acepte. Esta situación es inestable en sí misma. Tarde o temprano los usuarios, el mercado, van a encontrar a alguien que ofrezca lo que el público desea. Quizá los propios autores si se decantan por la autopublicación. Y este nuevo escenario puede darse por la aparición de una nueva tecnología (aunque hoy por hoy, no parece que haya ninguna madura) o porque, una vez que desaparece el encanto de lo “nuevo”, se regrese a las tecnologías anteriores.
 
No hay que inventar casi nada. La tecnología apropiada ya existe. Se trata de la web y los formatos habitualmente utilizados en ella. Un libro cualquiera puede visualizarse perfectamente en formatos como el PDF y en  la Web. Hay algunas prestaciones de ePub que están desarrolladas también en PDF pero que no se usan. HTML5 posee una potencia incomparablemente superior a la que ofrecen los formatos ePub, Mobi u otros que no son sino un breve subconjunto creado para lidiar con las limitaciones del hardware escaso (en velocidad, potencia del microprocesador, memoria y tamaño de pantalla) de los dispositivos móviles. ePub3 no acaba de consolidarse  y es, de facto, casi un HTML5. HTML5 se puede visualizar correctamente en muchísimos navegadores y en cualquier plataforma. No es previsible que el mercado siga aceptando como “bueno” un aparato que tiene una pequeña fracción de la potencia de un ordenador convencional. Por supuesto que se desea  ligereza y portabilidad pero por ello no tenemos que leer en micropantallas, dejarnos los ojos en el intento y aceptar maquetaciones pobres. Menos aún, estar atados como siervos de la gleba a un sistema que tiene dueño.
 
Una novela convencional, lineal, puede leerse con ventajas en un PDF bien construido y se visualiza apropiadamente en casi cualquier aparato. Una historia interactiva, o enriquecida o dotada de elementos multimedia puede ser desarrollada en HTML5 (o incluso en Flash si algún día termina la guerra comercial entre empresas y colaboran para adaptar todo lo que sea necesario) de manera mucho más eficaz que con formatos propietarios o formatos creados ad-hoc sin necesidad.

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