23/8/14

Sobre cansancios

 



A las ocho y media, al poco de abrir el restaurante, apenas hay todavía comensales. El comedor es recoleto, con las mesas separadas para permitir una conversación privada y agradable, la luz amarilla y cálida, música de fondo con slow jazz, un búcaro con una rosa blanca en el centro de la mesa.

-        ¿Tomamos un aperitivo? – pregunta José.

-        Lo que tú quieras, la verdad es que no estoy con mucho ánimo- contesta Manuel.

-        Por eso te he invitado a cenar. Aquí, tranquilos. Para algo están los amigos, ¿no?

-        Estoy bien, ya te lo dije por teléfono. No tienes por qué preocuparte.

-        Ya, ya, se te ve. Estás feliz y eres una fiesta personificada. Echas cohetes, vamos.

-        ¿Me vas a dar la noche, no?

-        Joder, Manuel, no eres un chaval. Ya sabes lo que es esto de estar enamorado. Tiene sus picos y sus valles, va a ratos, nada nuevo en el mundo.

-        Ya, pero eso ayuda poco.

-       Estáis juntos, ¿no? ¿qué se te pasa por la cabeza, entonces?

-       Yo qué sé, José. Si lo supiera podría hacer algo pero no sé qué hacer ni cómo lidiar con esto.

-        Ella dice que te quiere, así que tranquilo.

-        Sí, eso dice… pero…

-        Pero no te lo crees, ¿no es eso?

-       Esas cosas se notan, José. Una cosa es tener afecto, cariño, estar a gusto, y otra muy distinta es estar enamorado.

-        ¿Y ella no lo está?

-        Cada vez estoy más convencido de que no.

-        ¿Por qué?

-        Por detalles, porque nunca tiene tiempo…

-      Igual está muy ocupada. Ya sabes, el trabajo es imprevisible. Tampoco tienes que verlo todo por el lado oscuro. Hay cosas que son simples casualidades.

-        Cuando estás de verdad ocupado, lo estás para todos, y ella sólo lo está cuando tiene que estar conmigo. Con su cuadrilla, con sus amigos, no es así. De hecho, tiene una vida social la mar de activa. Además, no es cosa de tiempo. No lo he expresado bien. Lo que quiero decir es que no tiene la necesidad de tenerme como yo sí la tengo de ella. Puede pasarse sin mí y no me echa de menos.

-        ¿Y por qué no se lo preguntas directamente?

-        Es esquiva. Entiendo que tiene que ser difícil decirle a alguien que ya no es lo mismo, que el sueño ha pasado, que la ilusión se ha convertido en cadena, yo qué sé. Igual tengo miedo de plantearlo con franqueza. No sé, José, cuando estás  enamorado es difícil pensar bien, todas las alternativas parecen malas. Si presionas sientes que la atas; si no lo haces, sientes que la dejas ir sin importarte que lo haga. Si le dices que la amas parece que quieres hacerle chantaje sentimental; si no se lo dices, das pie a que aún se separe más de ti. Una mierda, todo una mierda.

-        ¿Hay alguien más?

-        Recuerdos de amores mejores que el mío.

-        ¡Cómo suena eso! Te ha dado por la mala poesía.

-        No sé, José. No sé nada. Aparte de que la adoro, no doy para más.

-        Ánimo, tío. No saques las cosas de quicio. No presupongas, no supongas lo que no sabes, no especules. Estáis juntos, dice que te quiere, tú estás loco por ella, disfruta del momento, ¿no? No te comas la cabeza.

-        Lo peor es el cansancio, te consume por dentro.

-        ¿Cansancio?

-        Es agotador amar a quién no quiere que le ames.



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