Jessye Norman canta en el estéreo. Voz de terciopelo triste, notas de nácar. Un violín que estremece el recuerdo y la nostalgia de ti. He cerrado los ojos y has venido a mí, como tantas veces, como cada día, como cada noche. Es el Beim Schlafengehen, de Richard Strauss. Sobre un poema de Hesse. Lo escribió cuando contaba ya ochenta y cuatro años, presintiendo su propia partida, su marcha, con la sabiduría y la calma del que sabe que es sólo un tránsito. La entrada en el más allá, que no en la muerte. No puedes haber muerto. Estás en la noche estrellada y amiga que hay al otro lado del umbral, donde el alma asciende libre. Esperándome, confío. Sin las penas que algún día te hirieron, libre de la enfermedad malvada, y de la impiedad del cielo, y del Dios cruel y sordo. Lloro. Lloro desolado, devastado por tener más noches que tú, porque no puedo abrazarme ahora a ti. Estrechamente . Y te siento cerca, tan cerca que no puedo imaginarte ausente. Sólo hay oscuridad. Mantengo mis ojos cerrados, rodeado por el lied. Miro al cielo. La noche está clara y fría. Titilan las estrellas y quiero creer que me observas desde ellas. Llegará también la hora de mi sueño, cuando vuele junto a ti.
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