Le he señalado a Atkan que no quiero contemplar esa posibilidad ya que me parece una fantasía mental en la que no requiere gastar tiempo. Pero Atkan, persistente como siempre, se ha encargado de casi convencerme. Efectivamente, si estos escritos llegaran eventualmente al pasado, aquellos antiguos hombres no lograrían incluso descifrar nuestro actual sistema de codificación. No tendrán problemas con el idioma ya que, sorprendentemente, nuestro lenguaje es muy similar desde hace dos mil años, independientemente de las decenas de miles de nuevos términos técnicos. Pero sus máquinas lectoras no podrían, pensaba yo, descifrar la codificación. No estaba en lo cierto. Antak me ha explicado cómo, desde siempre, cada escrito que se almacena en la Biblioteca central se memoriza no sólo en nuestro moderno código atómico de alto rendimiento sino en multitud de idiomas antiguos. Y se almacenan también en sistemas ópticos además del habitual código atómico. Esto no es un problema porque los sistemas de traducción automática han alcanzado un desarrollo prácticamente perfecto y porque la capacidad de almacenamiento atómico de nuestra Biblioteca es inmensa. Con ello se pretende preservar la herencia cultural de la Humanidad, herencia que si bien no se usa apenas hoy en día, debe estar disponible por si, en algún momento, se precisara revivirla. Así que, llegado el caso, un hombre primitivo sí sería capaz de leer mis memorias, siempre asumiendo que esa improbable máquina del tiempo se llegue alguna vez a construir y que ese hombre primitivo disponga de la capacidad de leer códigos grabados ópticamente.
Esta reflexión de Antak me lleva a pensar que quizá deba ser aún más didáctico en mi biografía. Quizá, por un azar, este trabajo que está pensado para mis tataratataranietos llegue a mis tataratataraabuelos. Aunque sinceramente creo que él peca de optimismo lo tendré en cuenta.
Y creo que es hora de acabar esta introducción. Si continúo es muy probable que muera antes de que haya escrito nada de lo que ha acontecido en mi vida.
Esta reflexión de Antak me lleva a pensar que quizá deba ser aún más didáctico en mi biografía. Quizá, por un azar, este trabajo que está pensado para mis tataratataranietos llegue a mis tataratataraabuelos. Aunque sinceramente creo que él peca de optimismo lo tendré en cuenta.
Y creo que es hora de acabar esta introducción. Si continúo es muy probable que muera antes de que haya escrito nada de lo que ha acontecido en mi vida.
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