26/7/09

La mano de Fátima



La mano de Fátima (Grijalbo, 2009) de Ildefonso Falcones es la historia del morisco Hernando a lo largo de varias decenas de años en el turbulento periodo que va desde la rebelión de las Alpujarras en el siglo XVI hasta la definitiva expulsión de los moriscos en 1609. No se puede negar el extenso trabajo de documentación que Falcones ha hecho para poder escribir el libro (aunque es menester señalar que el rigor histórico puede ser discutido) pero quizá sea este, también, su mayor problema. Porque, por un lado, parece haber elegido narrar todos los dramas y tragedias (que, sin duda, existieron) y prácticamente ninguna alegría (que también las había en un siglo inmerso en el Renacimiento). Y, especialmente, porque al autor parece interesarle más hacer un inventario de anécdotas históricas - metidas a veces con calzador en la trama- que ofrecer una historia atractiva. Da la impresión, en ocasiones, que se trataba de llenar a toda costa las casi 1000 páginas que tiene el libro. Así, la historia dentro de la Historia es casi otra anécdota.

Falcones linda la crónica de sucesos más oscura y más macabra: ejecuciones constantes, crueldad insaciable, brutalidad inhumana, castraciones, mutilaciones, esclavitud, violencia extrema de género, violaciones. Casi siempre desde la perspectiva de los moriscos aún cuando las fuentes parecen ser mayoritariamente cristianas. Casi todos los cristianos son fanáticos y racistas, cuando no directamente estúpidos. Las razones históricas de fondo políticas, morales o inmorales, casi se obvian. Los personajes crueles, ya sean de una u otra religión, son malos, malos, sin matices como ese Brahim que no hay quien lo haga morir para que deje de importunar a su hijastro, aún cuando para ello haya que encumbrarle o hundirle –según venga bien al momento de la narración- de maneras casi inverosímiles (seguramente, un hombre al que mutilan el brazo en medio de la sierra y es abandonado, muere más que se convierte en corsario adinerado). La moralina es maniquea, no es neutral y casi siempre favorable a los moriscos aún cuando se narran acciones de ellos nada defendibles éticamente (la asumida sumisión de las mujeres o la aplicación de leyes nada racionales). No todo es histórico en la trama. Hay reliquias, escritos perdidos, evangelios apócrifos. Falcones quiere meter todo en la novela y eso la vuelve farragosa.

Pero, con todo, hay que reconocer que hay un elegante trabajo al montar el rompecabezas para encajar los mil y un detalles, la gran cantidad de personajes y las innumerables situaciones que se introducen en la novela. Y, sin duda, lo mejor es la recreación (tendiendo, eso sí, a la tragedia) de caracteres, lugares, trabajos, utensilios, vestimentas, el bullicio de las calles, las maneras de las gentes y la estructura de la sociedad.

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