Eres para mí el zoótropo de mi vida. Una vez estudié intrigado uno en un museo. Ya sabes, esos artefactos victorianos en los que introducías un cilindro de cartulina donde estaban dibujadas, a intervalos regulares, figuras que representaban los diversos instantes de un movimiento. Que si un caballo al galope, que si una bailarina de ballet con su tutú, que si una golondrina revoloteando entre las nubes. Hacías girar la rueca con toda la fuerza de tu alma y mirabas a través de la rendija mágica. Entonces, el hechizo se producía. Lo que hasta entonces era sólo una sucesión de imágenes inconexas se convertía en una película viva, en movimiento, atractiva por la acción de la persistencia en la retina.
Así es el mundo de mis recuerdos contigo. Están, ahí, en mi mente, aislados los unos de los otros, sin aparente relación entre ellos. Aquí, el instante fugaz e intenso en que te vi tan distinta que me pareció increíble no haberte amado desde siempre. Un poco más allá, aquella comida en la que me quedé paralizado, sin ser capaz ni de hablar ni de comer, tan sólo de mirarte. O el recuerdo de nuestro primer beso, o el de nuestra primera gran charla, tan lejana en el espacio, tan cercana en el corazón. Tengo en otro recodo de mi memoria la visión del río de prendas que formaron nuestras ropas al caer apresuradas sobre el suelo mientras las sábanas nos reclamaban ansiosas. O tu silueta deseada recortándose en el alfeizar; Orión sobre el puerto en calma; tu cabello apresado en una coleta para que yo pudiera besar tu cuello; el sonido del cajón y la guitarra junto a ti; el goce de mirarte por puro placer, más allá de cualquier necesidad física; tu voz al teléfono regalándome mil besos cuando no esperaba que llamases.
Cada recuerdo parece solitario, perdido en una nube de hechos anodinos. Y, de pronto, el cariño tierno que te tengo los pone a girar y los une entre sí en una gozosa vida. Y surge el embrujo. Todas esas dulces memorias se hilan, se trenzan en la rendija de mi amor. Y todo tiene sentido. Y los huecos que existen entre ellas desaparecen al igual que no se perciben las zonas en blanco entre las figuras del zoótropo. Entonces, mientras giro en torno a ti, mi existencia es continua, plena, deliciosa a tu lado, llena de matices sutiles, un tsunami de sentimientos. Y yo no quiero que se detenga nunca.
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