Lo que resulta obsceno es que el mundo siga girando, ajeno a tu marcha. Que las mañanas sigan siendo hermosas, con los campos arados despertándose perezosos bajo una sábana de escarcha, igual que cuando tú madrugabas para ir al trabajo y yo te acompañaba para estar más rato contigo. Es malo que las calles estén iluminadas con guirnaldas de luz y estrellas de bombillas; que engalanen los escaparates con abetos y pesebres que ya no podemos ver juntos. Es injusto y horrible que hoy no pueda darte tu regalo.
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