Especialmente desde la aparición del IPad de Apple, el mercado promociona con gran ruido mediático los libros enriquecidos o Enhanced Books. Estos son textos (libros, revistas…) a los que se les ha añadido alguna animación o ciertos elementos multimedia (vídeos, fotos, sonidos) e hiperenlaces. Muchos de ellos se descargan desde la red y existen en ella. Las técnicas de marketing están publicitando estos contenidos como si fueran una novedad histórica, algo que puede revolucionar nuestra forma de leer y entender el libro.
Pero nada más lejos de la realidad. Se trata sólo de un remake de los CDROMs multimedia de los años 90. Y, como casi siempre ocurre, segundas partes nunca fueron buenas. En este caso, debido a un motivo evidente. Mientras que los CDROMs permiten disponer de manera casi instantánea de 600 megas de capacidad, las aplicaciones Enhanced on-line o en la nube (no así las que siguen residiendo en CDs o DVDs) deben descargarse y, por tanto, deben constreñir el tamaño y, por consiguiente, el contenido y su calidad. En cualquiera de los casos, para los dispositivos con poca capacidad de memoria, 600 megas significaría ocupar buena parte de la misma con un solo libro (incluso con una memoria de 32 gigas, medio giga por libro es un tamaño enorme). Y en lectores de tinta electrónica (sin color, con baja velocidad de refresco), los elementos multimedia no son posibles. Puede hablarse de remake porque, de hecho, la única diferencia conceptual importante entre los CDROMs multimedia de hace veinte años y los libros enriquecidos actuales es precisamente la plataforma sobre los que se presentan. Y, en esta comparación, los actuales en red tienen todas las de perder.
Evidentemente, las acciones de marketing actuales se dirigen a consumidores que, primero, se conforman con poco (es desalentador, por ejemplo, ver que se promociona como “enriquecido” una imagen en la que un perro mueve ligeramente la cola para ilustrar el texto o que un muñeco gira en función de la posición de los giróscopos internos del lector) y, segundo, son lo suficientemente jóvenes o desinformados para no conocer los contenidos multimedia desarrollados en décadas anteriores. Es, por así decirlo, como si se promocionara un conjunto de cuartillas grapadas en una esquina como la revolución en la encuadernación. Para aquellos que sólo conocieran las hojas sueltas y desperdigadas, sería un avance. Para los que conocieran el libro cosido y pegado en el lomo, resultaría ridículo. La estrategia actual de marketing tiene un aliado a su favor que le permite campar a sus anchas. Debido a la alta volatilidad y evanescencia de la técnica informática , algunos – o muchos- de los contenidos multimedia de alta calidad de los noventa no son legibles hoy, al menos de manera sencilla. Las plataformas han cambiado: el sistema operativo es distinto, los lectores ópticos usan estándares diferentes, etc. Sí, es posible utilizar emuladores (por ejemplo, un programa que emule Windows 3 en Vista o XP) pero esto complica mucho la lectura de contenidos antiguos.
Evidentemente, no todo era bueno entonces. De hecho, posiblemente muchos de los CDROMs multimedia de los noventa eran tan mediocres como muchos de los libros enriquecidos actuales. Y ahora también hay libros excelentes como por ejemplo The Mistress of Nothing , Manuel Puig: Una aproximación biográfica , el ensayo digital Historia de la literatura española ,obra realizada en colaboración con el Instituto Cervantes y la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Literatura contemporánea de Digital Dreams o El viaje entretenido. Historia virtual del teatro español publicado por Gredos, por citar sólo unos pocos.
Pero comparando el nivel medio o comparando las joyas de la corona - apples with apples- , los actuales libros enriquecidos son sólo un remake de los CDROMs multimedia y, en general, quedan significativamente por debajo en cuanto a complejidad y calidad, especialmente cuando se distribuyen desde la nube.
Esto ocurre en todos los géneros. En los libros infantiles es evidente. Basta comparar los libros enriquecidos que hoy se promocionan con, por ejemplo, el extraordinario Kiyeko y los ladrones de la noche de Ubi Soft que se publicó en varios idiomas con textos espléndidos, animaciones espléndidas (que realmente formaban a los niños y les hacía interactuar y familiarizarse con los ordenadores y no tan sólo a mover dos dedos pasando páginas o haciendo zooms) y que estaban muy bien pensadas y programadas, narración a cargo de voces tan impresionantes como las de Ben Kingsley en inglés o de Constantino Romero en castellano, actividades adicionales, etc. , etc. En este mismo campo, tuvimos el italiano El fantasma del teatro que llegó incluso a convertirse en serie de TV y la versión CDROM multimedia del cuento de Oscar Wilde El príncipe feliz.
En los libros de historia también aparecieron excelentes trabajos. Basta recordar las impresionantes La hazaña de Jorge Chávez (ya del 2002) sobre el aviador del mismo nombre o la obra alemana Vietnam sobre la guerra en aquel país. En ensayos, recordamos los dos CDs de la Enciclopedia temática de Historia de España de Argos Vergara, La Guerra Civil española. Historia de las dos Españas de Digital Dreams, la Historia de España de Ediciones Dolmen que precisaba nada menos que 10 CDROMs dado el volumen de información incluido, lo mismo que necesitaban El siglo XX. Memoria de nuestra época de Plaza & Janés o Las grandes batallas de la II Guerra Mundial también de Dolmen.
En las enciclopedias y libros didácticos, tuvimos la archifamosa Encarta; Microsoft Instrumentos musicales; el Art Gallery o Cinemania de la misma firma; o The Frank Lloyd Wright Companion , magnífico ensayo sobre la arquitectura de Lloyd; la enciclopedia multimedia de Planeta, ya en el año 2000, que contenía 8 entornos virtuales, enciclopedia, diccionario, atlas mundial con topónimos y 10.000 elementos multimedia. Recordemos, también, El cuerpo humano de Zeta.
En literatura, existieron el juego literario basado en Poe The Dark Eye que fue un CDROM casi de culto entre los amantes del autor americano ; The Residents Freak Show; Myst que fue la primera novela/juego multimedia en vender un millón de ejemplares CDROM en 1995. Myst contenía 25.000 páginas hiperenlazadas y era casi imposible leerlas todas.
Citemos asimismo la notable versión en CDROM del Macbeth de Shakespeare con 1.500 anotaciones, 24.000 palabras de comentario, audiolibro de la obra completa, video clips de su representación, varios ensayos sobre la obra, búsqueda de concordancias, posibilidad de tomar notas, e incluso un karaoke que permitía declamar parte de los versos de Lord o Lady Macbeth. Igualmente, el CDROM multimedia Poetry in Motion II con textos de poetas contemporáneos norteamericanos que incluían los versos, vídeos de lecturas de los mismos, ensayos comparativos y entrevistas a los autores. O bien, The Rebecca Project. , un CD multimedia sobre la obra de Daphne du Maurier y la película de Hitchcock sobre la misma con fotografías videoclips, varios ensayos con hipertextos y un alto grado de interactividad, amén de proporcionar datos sobre la industria del cine.
En España se publicaron La ley del amor, de Laura Esquivel donde se conjugaban el texto escrito con imágenes y música y la novela de Luis Goytisolo, Mzungo , “novela multimedia” complementaba el texto impreso con un CDROM en el que se combinaban un videojuego, un juego de rol y un juego de azar, interrelacionados con la acción narrativa.
Ciertamente, los CDROMs multimedia se basaban en la técnica de visualización de la época (con tarjetas gráficas y modos de color no tan desarrollados; resoluciones moderadas, memoria limitada; velocidad de los microprocesadores mucho menor que la actual, renderizaciones burdas) pero esto no es sino otro punto más a su favor. Con los medios actuales, los libros enriquecidos deberían alcanzar cotas mucho más altas. O, a la inversa, aquellas obras con el hardware actual serían imponentes. La técnica ha avanzado mucho; el arte que la utiliza, no tanto.
En otro nivel, los libros (supuestamente) enriquecidos actuales y los CDROMs multimedia anteriores no se diferencian en mucho de una página web. He visto revistas “enriquecidas” de cocina que son simplemente lo que cualquier web de recetas ofrece sin autodenominarse enriquecida: unas páginas de textos con enlaces a recetas, a fotos del plato acabado o a pequeños vídeoclips donde se ve cómo se cocina. Es decir, lo que cualquier web propone o lo que Carlos Arguiñano hace con mucha más empatía y simpatía en la televisión. He leído revistas informáticas digitales que parecen un catálogo de productos en donde la interactividad se limita a un “leer más….” o a ver a pantalla completa la foto del producto. Muchos audiolibros actuales tienen más contenido e interactividad que la mayoría de libros enriquecidos.
Siempre ha habido problemas de compatibilidad entre plataformas. Pero, en los 90, los CDROMs multimedia corrían en más sistemas diferentes que lo que ahora puede hacerlo una aplicación enriquecida ya que cada plataforma (iPhone OS, Android, Html 5, Windows 7, Vista, XP) precisa de programaciones diferentes y, en muchos casos, incompatibles. Esto, ciertamente, es malísimo para lograr calidad artística aunque buenísimo para cerrar nichos de mercado y atar a los consumidores a un producto concreto.
Finalmente, habría que ser crítico también en el propio debate pantalla versus papel con muchos de esos contenidos enriquecidos. No hablo de los subjetivos (olor, tacto, sensaciones) sino de los puramente objetivos. Fotografías que en pantalla sólo tienen una fracción de resolución de la conseguida en un buen libro o una buena revista (una fotografía de calidad impresa tardaría mucho en descargarse y ocuparía muchísimos megas); visión local dadas las dimensiones de la pantalla sin posibilidad de abarcar todo en un golpe de vista; tipografías lamentables en muchos casos; etc., etc.
La industria editorial debería aprender de las lecciones del pasado. A pesar de la calidad, de la amplitud de los trabajos, del cuidado a veces exquisito en la realización, de los precios que fueron a la baja, de la cantidad de contenido… los CDROMs multimedia prácticamente desaparecieron y hoy son reliquias (pero el libro en papel sigue con nosotros). La publicidad de entonces, incluso con más ruido mediático que ahora (no había redes sociales on-line pero había redes sociales basadas en fans que compraban revistas especializadas y compartían todo tipo de datos, contenidos y técnicas para programarlos) afirmaba que el libro estaba obsoleto, que los CDROMs multimedia eran el futuro, que o te sumabas al carro o perecías en el camino. ¿Por qué los consumidores de hoy van a pagar por remakes de aquello, con incluso menor calidad en ocasiones? ¿Por qué estos remakes van a sobrevivir? ¿O, quizá, se trate sólo de tener unas ventas durante un tiempo limitado basándose en la moda y en el frikismo tecnológico? Si es negocio, aunque sea temporal, por qué no hacerlo, deben pensar. ¿O es un modo maquiavélico, precisamente, de preservar el libro impreso ya que, en la comparación, este siempre resulta de mejor calidad?
Es interesante leer lo que Michael Nash (un gurú de su tiempo en el sector multimedia, miembro del Long Beach Museum of Art) decía en 1997 cuando el mercado de multimedias se había ya hundido. Una visión que sigue siendo prudente y sabia. Es igual de malo cerrarse al cambio como prometer en exceso que la tecnología cambiará nuestra cultura de la noche a la mañana. Y es peor aún intentar avanzar hacia el futuro con productos de baja calidad. :
I've heard people like Norman Pearlstine, Time Warner's editor-in-chief, sound almost gleeful about the perceived failure of interactive entertainment and journalism, expressing "comfort that so much of new media doesn't work."
Three things: One, call it "The Empire Strikes Back" -- this is basically the old guard cheering the initial casualties among the new media's Young Turks in the inevitable sorting-out process during what will be a generation-long transition into digital culture. Many of the new media's shooting stars -- often placed on pedestals before actually accomplishing anything -- have been obnoxiously vociferous in proclaiming the obsolescence of the old guard's businesses, ideas, and power structures; you can understand why the info-cultural establishment has enjoyed the Young Turks' comeuppance. Two, the proclamation of multimedia's "failure" is being made by many of the very same people who hysterically overpromoted its "promise" earlier in the decade. The idea that culture would be transformed overnight into an immersively interactive version of everything was prominently advanced by the Silicon Valley Venture Capital brain trust, which wanted to close lots of deals and make their fees and percentages, and by infotainment journalists who wanted a compelling story to tell. Multimedia is exciting, and many bitten by the bug have imagined a brave new world, but it never had a chance to fulfill the over-the-rainbow dreams of its biggest boosters. The story of its inevitable "failure" by these unrealistic standards, as told by the same publications, was equally sensational and played into the ever-onward agenda of the same investment community, anxious to anoint a new techno-darling, this time online connectivity, and to profit from a new round of deal making. Three, most multimedia sucks. Thousands of CD-ROM titles were produced for no other reason than a perceived slam-dunk market opportunity, and efforts merely to exploit anticipated demand never result in quality work. With so little good product, the worst of it often bundled with the hardware, multimedia has also let a lot of consumers with reasonable expectations down.
The fulfillment of the new media's promise will take time. Technology can make it happen tomorrow, and the economy can pay for it next year, but the human equation -- what it takes for people to complete the process, alter consumer preferences, and ultimately change their behavior patterns to embrace new cultural experiences -- takes years. This has been true of every new entertainment technology this century, from radio to cinema to television. Multimedia will start to fulfill its promise when a critical mass of quality product has been around for long enough that it enters people's lives and becomes indispensable to their cultural identities.
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