20/6/11

Por favor, cuida de mamá

Por favor, cuida de mamá (Grijalbo, 2011) de la escritora surcoreana Kyung-Sook Shin es una novela que hay que leer. Un homenaje a las madres, a todas ellas, en el que a partir de unas circunstancias muy concretas (la extremada pobreza de los campesinos en Corea tras la guerra, el analfabetismo, el desarrollo industrial posterior, el machismo de la sociedad tradicional), la autora logra construir y transmitir un mensaje universal que nos toca la fibra a todos porque, en cualquier lugar y en cualquier tiempo, existe el sacrificio de las madres y el escaso agradecimiento de los hijos. Una estructura sustentada en cuatro puntos de vista (dos de los hijos, la propia madre y el marido) de la que, poco a poco, va emergiendo la figura de una mujer-madre fuerte pero doliente, abnegada, esclava del tabajo diario pero que tiene sus sueños escondidos y que, como todas las madres - tenaz y generosa-, pone por delante a sus hijos a todas las demás cosas. Una historia que se cuenta a fragmentos, a base de recuerdos de diferentes personas, que retrasa la aparición del paradigma de esa madre universal, la cual empieza por parecernos una gruñona maniática y acaba surgiendo como lo que más queremos, como un tesoro que nunca apreciamos debidamente. O sea, como nos suele ocurrir mientras pasamos de la adolescencia a la madurez y de esta a la vejez.

He leído comentarios de que es tópica y melodramática. Sí, lo es. Pero para bien, porque es que así es la vida. ¿O no son ciertos los tópicos de la madre que se sacrifica por los suyos, que oculta sus penas, que olvida sus sueños por su prole? ¿No es cierto que la mayoría de las madres, a escala planetaria, se esfuerzan por sus hijos? ¿No es cierto que es cuando faltan cuando nos percatamos de su gran dimensión humana y de que, en realidad, nunca las hemos conocido como mujeres? Kuyn-Sook Shin no renuncia a mostrar los estereotipos porque estos no son una creación literaria artificial sino una realidad. La autora nos habla con sencillez, con la empatía universal de tener o haber tenido una madre cuyos méritos reconocemos por lo general cuando ya es tarde, con la sempiterna dicotomía entre la madre anticuada y los hijos modernos (y poco da que estos vivan en el Seúl más tecnológico de hoy y ella en el campo de la guerra de Corea, o que esto ocurra hace mil años y en otro paraje del planeta. Siempre ocurre. Quizá siempre ocurrirá.), con el choque generacional, con el desear volver atrás y amar a la madre más de lo que se ha hecho, con una prosa que apela a valores y sentimientos universales. Emociona, y eso lo dice todo.

El epílogo es quizá innecesario, una reflexión semireligiosa pegada a destiempo, a contratiempo, y creando una mitología de la madre que no se necesitaba porque con lo dicho ya era más que suficiente.


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