Los libros no contienen sólo letras, frases e historias. Contienen sentimientos y vivencias que permanecen eternos. Al menos, así ocurre en estos que son tuyos, en estos que tus manos eligieron con cariño, que me regalaste, que están dedicados, que estuvieron envueltos por ti en papel de regalo. En tus libros, la vida bulle aún en un tumulto de evocaciones y melancolías. Hoy tomaré uno de ellos y, al abrirlo, como cada año, se liberarán los recuerdos, los besos, los suspiros, tu risa, el hálito de tu perfume, tu mirada pintada con los colores del paraíso, tu voz que aún de tanto en cuando regresa alegre y acogedora. Pasaré las hojas y, entre algunas, encontraré los pétalos rojos de la rosa que te regalé a cambio, aplastados, secos de esencia pero llenos de memorias, los que guardé sin sospechar que significarían tanto algún día.
Hoy, al amanecer, cuando la mañana apenas se vista de amarillo y luz difusa, correré a la calle para comprarte una rosa mientras aún duermes. Como entonces. Para dejarla junto a donde reposas y que la veas cuando despiertes. Porque sólo duermes, sólo duermes.
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