Stupeur et tremblements (Editions Albin Michel, 1999) de Amélie Nothomb es una novela corta divertida y crítica acerca del choque de culturas, en este caso entre la propia protagonista, belga pero que vivió unos años en Japón, y los japoneses nativos. Una autobiografía forzada hacia la ironía y el esperpento en la que la imagen del pueblo japonés no sólo queda malparada sino que resulta esquizofrénica y, en muchos pasajes, presentada como estúpida. Conozco algo Japón como para saber que es una visión muy maniquea y extrema, aun cuando existe un fondo de verdad en la sátira. Nothomb centra su relato en las relaciones de empresa, con unas relaciones jerárquicas extremas y metódicas, con su exigencia de perfeccionismo ridículo (las aventuras con la fotocopiadora hacen reír abiertamente), con el ostracismo latente, con la arbitrariedad del superior siempre presente, con el desprecio– a los ojos de un occidental- al de abajo en el escalafón. Una adoración de la forma aunque esta destroce el fondo. Una parodia que no tiene por qué reflejar la realidad y que, también, puede extrapolarse a empresas de cualquier país con esos jefecillos insoportables que existen en todo el mundo. En cualquier caso, es una novela ligera que se disfruta porque la autora sabe crear escenarios hilarantes pero verosímiles, por la sencillez con la que describe, por su prosa directa y porque – tras las anécdotas- hay también una reflexión sobre los sentimientos que la vejación suscita en las personas, cómo estas son capaces de sobreponerse y de cómo el carácter japonés y su forma de relacionarse con los demás ha marcado su historia en el mundo. Una combinación de humor y crueldad humana que marca estilo.
El título hace referencia a un protocolo de trato al emperador que estuvo vigente hasta terminar la segunda guerra mundial, por el cual los súbditos debían reverenciar al emperador con “estupor y temblor”, mostrando así su temor ante él. Esta novela se llevó al cine en el 2003 y el año pasado estuvo en las carteleras teatrales francesas.
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