Craig Venter, biólogo, se hizo famoso en 1999 cuando estableció su propio programa privado para codificar el genoma humano al margen de la iniciativa pública que ya se había iniciado con el mismo fin. Una empresa que buscaba encontrar vías de negocio en base a los descubrimientos que pudieran hacerse mediante su explotación o la creación de patentes genómicas. Como método de secuenciación utilizaron el shotgun sequencing, un método que parte para la decodificación de fragmentos de ADN al azar que luego se ensamblan. Asimismo, Venter tiene cierta notoriedad por sus ideas y experimentos intentando crear vida artificial partiendo de elementos químicos inanimados. En su Venter Institute se dedican a modificar artificialmente microorganismos con fines industriales (por ejemplo, la fabricación de etanol).
Pero si Venter está hoy en este blog es porque sus trabajos con el genoma permiten sintetizar nuevos y artificiales genes que, entre otras cosas, también pueden contener código textual y eventualmente literatura. En el año 2007, Venter logró crear un cromosoma artificial nuevo a partir de componentes químicos. En al año 2010 consiguieron crear una célula bacteriana con su genoma sintetizado en laboratorio. En concreto, se fabricó todo el genoma de la bacteria 'Mycoplasma mycoides' copiando el patrón original pero construyéndolo artificialmente. Este genoma sintético fue entonces introducido en una célula de otra especie de bacteria del mismo género, Mycoplasma capricolum, a la que se le había extraído su genoma auténtico original. A partir de ese momento, la capricolum siguió los dictados de su nuevo motor cromosónico y produjo las proteínas que el genoma de Verter le señalaba, no las originales naturales.
Con el fin, sobre todo, de proteger la propiedad industrial del nuevo organismo en el mercado y demostrar siempre que se trata de un gen modificado, el grupo investigador insertó lo que ellos llaman watermarks (las marcas de agua usuales en los documentos en papel pero aplicadas a la química) de modo que insertaron segmentos de ADN que usan un alfabeto codificado de genes y proteínas que permite formar frases. En concreto, se codificaron los nombres de las 46 personas que habían contribuido al desarrollo científico, y tres frases literarias: "TO LIVE, TO ERR, TO FALL, TO TRIUMPH, TO RECREATE LIFE OUT OF LIFE." frase que aparece en "Retrato de un artista adolescente" de James Joyce ; "SEE THINGS NOT AS THEY ARE, BUT AS THEY MIGHT BE."- que es una frase del libro "American Prometheus" y "WHAT I CANNOT BUILD, I CANNOT UNDERSTAND." - de Richard Freymann.
Literatura inscrita en genes (curiosamente la familia de Joyce acusó al bioquímico de usar la frase sin permiso lo que demuestra que los problemas de propiedad intelectual están en todas partes, hasta en los genes).
Literatura inscrita en genes (curiosamente la familia de Joyce acusó al bioquímico de usar la frase sin permiso lo que demuestra que los problemas de propiedad intelectual están en todas partes, hasta en los genes).
La imaginación permite vislumbrar aplicaciones literarias de esta técnica. Memorizar de forma muy compacta (en células) y en mucho menos espacio que hasta ahora todos los libros de la humanidad, auto-introducirnos nuestras novelas favoritas en los genes y transmitirlos a nuestra descendencia, "fabricar" copias de los libros mediante replicación del ADN (bastaría tener el visor que lea el código del gen y lo visualice a nuestros ojos), incluso la "creación" de literatura "viva". Del mismo modo que los genes naturales van evolucionando y creando nuevas formas biológicas, el gen literario podría crear nuevos géneros y nuevas obras. Todo es cuestión de tiempo.
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