17/9/13

Volver al hogar






No se había rasurado en varios días pero hoy sí lo ha hecho. Como entonces, como cuando estaba con ella, que se levantaba media hora antes para, frente al espejo, pasarse la maquinilla eléctrica repetidamente por las mejillas y el cuello hasta estar seguro que quedaban suaves. Recuerda las caricias de Paloma en su cara. Sí, hoy se ha vuelto a afeitar. Hoy es un día que merece hacerlo, que precisa que se haga. Incluso, se ha echado un poco de fragancia, igual que entonces.
Mira por la ventana del ático que tiene alquilado en la calle San Francisco. Está bien, es pequeño pero cómodo. Hoy es un día despejado y a lo lejos se ve una pequeña franja de mar, desvaída en la distancia. No se distinguen las gaviotas que a buen seguro estarán revoloteando por encima de los pesqueros que acabarán de atracar en puerto, ni se escucha el grave sonido de las bocinas de los barcos ni el vocerío de los estibadores.  Da igual porque siempre ha considerado ese apartamento como provisional hasta volver al hogar. 
Sabe que las horas en el trabajo se le van a pasar rápido. Hacía tiempo, demasiado tiempo, que no se sentía así. Aunque le cuesta reconocerlo, el mundo se le aparece de una u otra forma en función de ella, de Paloma. Sí, son estupideces, ese enamoramiento que dicen pasajero pero que a él no se le pasa. Pero, hoy, todo es diferente. Decide ponerse el traje y la corbata jaspeada, porque a ella siempre le gustó. Se mira varias veces en el espejo y se ve bien, nota que tiene un brillo especial en los ojos. No es para menos, hoy vuelve a casa. Sí, quizá sólo por un rato, y sin ella, pero vuelve y eso es lo importante.
Toma un poco de betún y un cepillo. Sube un pie sobre una banqueta y  limpia el zapato. Luego el otro. A ella siempre le gustaron los zapatos limpios. Lástima que hoy no vaya a apreciarlos.
Apenas desayuna. Los nervios le han quitado el apetito. Ya dicen que los amores alimentan por sí solos. Eso será. Sale de casa y cierra con llave. Hoy no dormirá en el ático. Le apetece regresar, aunque ella no vaya a estar allá.
Hoy regresa a casa, sí, al hogar. A ese espacio íntimo donde se dijeron tantas palabras de amor y se entregaron en cuerpo y pasión, donde la vida siempre fue hermosa. Sí, esta noche ha reservado la habitación 215, la que siempre pedían al final del pasillo. La recepcionista se extrañará de que llegue solo.






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