Se ha terminado la edición del 2014 de la CES en Las Vegas,
esa orgía de gadgets que se repite anualmente y en la que los fabricantes de
electrónica echan la casa por la ventana. Este año, el énfasis ha recaído en
las televisiones gigantes y los aparatitos que uno lleva consigo para controlar
todo tipo de factores o informarles de todo tipo de datos
(wearables). Las primeras (curvas o planas, resolución 4K, rígidas o
flexibles, de hasta 105”) tardarán aún en llegar al mercado general porque sus
precios son prohibitivos y se han presentado más como demostración de músculo
tecnológico que como satisfacción de una demanda de mercado real. Aunque los
gadgets personales para llevar encima – el internet de las cosas, los
accesorios inteligentes capaces de comunicarse entre ellos- son una tendencia
técnica en el mercado desde hace algún tiempo, lo cierto es que las
aplicaciones que se están presentando son más curiosidades que elementos
realmente útiles. Así, se han presentado relojes con funciones adicionales,
almohadas que monitorizan el sueño, calcetines o sujetadores que controlan
nuestras pulsaciones mientras hacemos deporte, pulseras para lo mismo, camisetas que calculan las
calorías consumidas, joyas que nos informan de nuestra exposición al sol, etc. Los equipos portables útiles (como algunos médicos
para medir el nivel de insulina, la tensión, etc.) son todavía demasiado caros.
¿Y en literatura digital y digitalizada? Poca cosa. Ha
habido una notable ausencia de e-readers lo que viene a
incidir sobre la idea de que su tiempo ya ha pasado y que los fabricantes no están
encontrando (o no están buscando) la mejora de la tecnología de tinta
electrónica pareciendo que ya se han rendido a las tabletas (que, si bien,
sirven para leer, no es esta su función principal). Este hecho implica, de
facto, que el entretenimiento general (vídeos, juegos, redes sociales, etc.)
está venciendo a la función puramente literaria. La única novedad es el mini
lector de tinta electrónica presentado por Alcatel de sólo 4” de tamaño de
pantalla que se me antoja ser un paso en la dirección contraria a lo que
verdaderamente se necesita. Leer una novela en una ventanita diminuta y de baja
resolución no es sensato. El resto de aplicaciones de tinta electrónica no
tienen que ver con la literatura, como un reloj gigante o pantallas para
mostrar precios o mensajes comerciales. Tampoco los nuevos juegos mostrados dan
pie a pensar en una mayor incidencia de la narrativa. A largo plazo, algunos
componentes de realidad virtual pueden ser pasos hacia la holosala pero todo es
muy incipiente todavía.
En definitiva, la CES 2014 ha sido una decepción en el campo
que atañe en este blog. Habrá que pensar que las tecnologías básicas que se
desarrollan para otros sectores o aplicaciones acabarán, algún día, impactando
en las literaturas digital y digitalizada.
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