Itahisa (Erein, 2013), de Toti Martínez de
Lezea es una novela de amor, tanto del amor idealizado y desmesurado por la
amada muerta como del afecto real y cercano que acaba sobreponiéndose al
utópico que ya quedó atrás. Con todo, siempre amor romántico, amor que perdura
más allá de la muerte o que vence cualquier dificultad, amor idealizado, dulce
incluso en la tragedia, inmune a las rutinas. Se trata de una narración bien
hilada, que une dos mundos alejados- el vasco y el canario de 1800-, una
historia contada en dos tiempos paralelos (una escrita con una fuente
convencional – la de Julián e Inexa- y la otra con la fuente en cursiva- la de Julián
e Itahisa-) , cada una con su intriga, que finalmente convergen el final. Dos
historias que se engarzan la una con la otra de manera natural, utilizando
hechos o elementos de una para saltar a la otra sin solución de continuidad.
Una novela que se lee de corrido, entretenida, que mantiene
un ritmo constante, que asegura el interés a pesar de saberse cuál es el final
muy prontamente, sencilla pero bien escrita. Afortunadas descripciones del
provincianismo de las ciudades – y del cotilleo generalizado- y de la vida
rural en el campo, dos mundos cercanos pero aparte. Puede decirse que
costumbrista. Algo maniquea en los personajes, sabiéndose siempre que el bien y
el amor van a triunfar. Utópica al
ensalzar la vida rural y bucólica. No pretende moralizar ni hacer reflexionar,
tan sólo interesar contando una historia de las de toda la vida con oficio.
Siendo habitual en las novelas de Lezea su análisis histórico, esto no ocurre en este trabajo donde los años en que los hechos ocurren permitían haber profundizado en la influencia de la Francia revolucionaria y napoleónica en Europa.
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