5/1/15

Estorninos en el cielo






Te empeñaste en hacerme un regalo. Cuando se te mete algo en la cabeza, sé que no pararás hasta lograrlo. Sólo que aquel día te excediste porque no me hiciste un único presente sino decenas de ellos condensados en un derroche desmedido. No, no sólo me diste aquella bolsa roja con lacito sino mucho, mucho más.
Me regalaste tu sonrisa diáfana, tu carita preciosa sonrojada por el frío, tu abrazo y tu brazo en el mío, el compartir aquella infusión de frutas rojas con un cigarrillo, el beso que te pedí  y el esfuerzo que hube de hacer para separarme de tus labios -siempre me saben tan cortos tus besos-, el almuerzo mientras charlábamos y me dejabas compartir tus preocupaciones, el paseo bajo los portales de piedra vieja con escaparates llenos de luces y adornos, los colores del atardecer con un arco iris de azules y anaranjados que el mundo pintaba para nosotros, Venus asomando sobre el horizonte de sombras, la bandada de estorninos que representó el más bello de los ballets para nosotros - ¡mira, es hermoso. Nunca había estado tan cerca de los pájaros!, dijiste-. Y yo te contesté que aquel derroche de belleza que el mundo nos brindaba ocurría sólo por ti, porque estabas conmigo, por el orgullo que yo sentía al tenerte a mi lado.
¿Te fijaste que los estorninos dibujaron corazones y las letras de tu nombre en el cielo? ¿Percibiste que Venus titilaba con más fuerza cuando lo miramos? ¿Sentiste cuánto te amaba?
 
 

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