Hoy toca escribirte una carta pero he desistido de hacerlo.
¿Porque, qué te digo que no sepas ya? ¿Que te adoro? Ya lo sabes. ¿Que te necesito? Es evidente. ¿Te digo que no
me canso de verte y te recito esos versos que ya conoces, para que te rías de
mis ñoñerías? No paro de repetírtelos. ¿Que
dependo de tu presencia? No hay duda de eso. Pertenecemos – como todo en el
cosmos- a esa dualidad, al ying y el yang, a ese espejo que nos devuelve la
imagen de quiénes somos. Si todo en el
universo necesita un complemento del que depende su propia existencia, tú eres
el mío, tú creas lo que soy, lo que quiero ser, tú eres el motor de mi
realidad. Somos opuestos pero a la vez complementarios y eso nos hace, si
cabe, más fuertes cuando estamos juntos. Tú duplicas cada momento, cada
sentimiento, cada anhelo.
Contigo, todo se desdobla, todo se completa. Porque cuando
deseo tu cuerpo desnudo bajo el mío, lo que sobre todo necesito es tu compañía en el camino de la vida. Cuando ansío
de tus besos, a la vez, muero por ver esos mismos labios decirme palabras
tiernas. Sufro cuando no me llamas y eso hace que cuando lo haces tu voz sea
más fascinante que nunca. Te deseo a mi lado cada segundo y, empero, te quiero
lejos para que el ansia por ti se mantenga fresca. Quiero ver tu hermosa carita
cuando, después de hacerte el amor, quedas acostada mirándome a medio palmo de
mis ojos pero, también, disfrutar de esa
expresión alegre que arranca en ti una guitarra o una fiesta con amigos cuando
no piensas en mí. Anhelo estar a solas acariciándote las piernas mientras vemos
una película pero, a su vez, deseo que estés lejos de mí pasándolo bien con tu
gente. Quiero que te vayas para que, después, pueda saborear el beso del
retorno. Tengo miedo a perderte y, no obstante, me gusta tenerlo para comprobar
que no te he perdido. Suspiro porque me necesites pero amo el que defiendas tu
libertad; me siento tan poquita cosa junto a ti que me asombra que, a la vez, al
tenerte, crea ser el campeón de los paladines que ha conquistado a la más
maravillosa dama del reino. Ansío que me cuentes cosas pero amo tus silencios
mientras me miras. Adoro ese tiempo que se hace tan largo sin ti y tan corto
contigo. Eres toda distinta a mí y, sin embargo, te acepto con plenitud en cada
detalle de tu ser.
Tengo tanto que decirte y, sin embargo, no encuentro las
palabras con que expresarlo. No te escribo y, a la vez, muero por escribirte.
Sé que me llamarás sensiblero si te deseo Happy
Valentines y, no obstante, estoy deseando que amanezca para
decírtelo. Así que, ¿qué te escribo? ¿el ying o el yang? ¿lo que quiero o lo que no quiero pero también quiero? ¡qué sé yo! Poco importa porque, al cabo, sólo emborrono cuartillas para que tú, la más maravillosa criatura, me mires y sonrías.
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