27/12/16

Te has ido




Te has ido.

No es fácil encontrar las palabras apropiadas para explicarte, para recordar lo que conseguiste, lo que fuiste, lo que nos regalaste cada día. Pertenecías a esa generación a la que, ya nada más nacer, le arrebataron la infancia, primero con una guerra civil, luego con una mundial, y más tarde con años de penuria y hambre. Mientras jugabas sin muñecas, porque no había dinero para comprarlas, conociste el exilio de tus padres; el trabajo desde chica; las mil estrecheces de una familia modesta; la habitación compartida con hermanos y padres mientras se alquilaba la otra para mejorar la economía familiar; con cada galerna, la inquietud sobre el paradero del padre marino; la libertad constreñida de una sociedad gris y asfixiante. En fin, un mundo en el que todo estaba en contra.

Pero ahí estabas tú, menuda, delgadita, animosa, dispuesta a cambiarlo todo con una voluntad férrea, con un sentido del deber y del esfuerzo colosales, dándote a los demás en cada minuto, en cada tarea, en cada sueño. Tú – y él , que se fue antes - creasteis un universo de la nada que hace palidecer al big bang. No había nada, no teníais nada y me distéis todo. Comíais lo justo pero vuestros hijos siempre tuvimos una navidad con juguetes; dormías menos, pero me acunabas con cuentos y cantos;  llegabais al atardecer cansados del trabajo pero recuerdo bien cómo pasabais las horas con nosotros pegando recortables en una madera, construyendo castillos de papel o fuertes rodeados de indios con sus flechas. No había coche ni bicicleta pero cada domingo creabais para nosotros maravillosas aventuras en el monte cercano. No os dejaron ir mucho tiempo al colegio pero gastasteis todos vuestros ahorros en que tuviéramos una enciclopedia de esas de muchos tomos que leísteis con nosotros, conmigo, página a página, desde la primera entrada hasta la última que, todavía me acuerdo, era “zuzón”.

Eras una mujer heroica, fuerte de voluntad, orgullosa de los tuyos, de fe inquebrantable, trabajadora incansable, protectora, cariñosa, también con ese genio de las personas buenas que desean lo mejor a los que quieren. La parca tuvo que esforzarse para vencerte. Tuvo que recurrir a los trucos más rastreros para doblegarte. Te fue quitando la memoria, la belleza, las fuerzas, los recuerdos, la agilidad y, ni así podía contigo porque buscaste mil y una argucias para seguir adelante, para vivir, para valerte por ti misma, para ponerte objetivos cada jornada, para andar por el barrio con aquellos pasitos cortitos e inseguros, para no preocuparnos, para seguir cuidándonos aun cuando era a nosotros a los que ya nos tocaba protegerte.

Las personas como tú sois un examen teológico, porque o estáis en el cielo o el cielo no existe. El pasa o no pasa de lo que más allá puede haber.

Te has ido y nos has dejado dos tareas. La primera es muy fácil: recordarte y quererte mucho, estés donde estés; valorar lo infinito de tu esfuerzo y de tu éxito. La segunda es muy difícil: estar a tu altura.

Adiós, mamá.




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