El
ruiseñor (Suma, 2016), de Kristen Hannah, es la historia de dos
hermanas durante la ocupación nazi de Francia, en la segunda guerra mundial. Está
basada parcialmente en hechos reales (la historia de la enfermera e integrante
de la resistencia belga Andrée de Jongh que creó la línea
Cometa para pasar aviadores aliados a España desde donde eran
repatriados a Inglaterra) cuyo
desarrollo por parte de Hannah se ve lastrado por un cierto tono de novela
romántica que no viene al caso. Los personajes más extremos (los buenos, muy buenos;
y los malos, muy malos) son algo estereotipados y, por ello, pierden fuerza. Así,
el personaje de Isabelle, con su determinación sin dudas, su fuerza
sobrehumana, su heroicidad diaria, su fe ciega, su resistencia sobrehumana, no
resulta cercano, no logra la empatía con el lector. No digamos ya el detestable
y psicópata Von Richter al que se desea ver desaparecer desde la primera escena.
En este sentido, parte de la narración es superficial y predecible.
Hannah
acierta mucho más al diseccionar la psicología de la otra hermana, Vianne, - así como la del capitán Beck - y de
los personajes que dudan, que pasan miedo, que no saben distinguir lo que está
bien del error porque la frontera es borrosa, que deben elegir entre un mal y
otro mal; en fin, cuando habla del ser humano común al que los acontecimientos
le sobrepasan y que puede convertirse en héroe o villano casi por azar. Es
aquí, donde la escritora consigue sus mejores páginas, al poner delante de
nuestros ojos la incertidumbre, la lucha
interior, el sentirse perdido, el hacer simplemente lo que el instinto nos dice
en cada caso sin lecciones morales.
También
es digna de mención la ambientación, la descripción de la atmósfera apocalíptica
de la ocupación, con el hambre, el miedo, la falta de libertad, la barbarie, la
arbitrariedad y la muerte presentes en cada esquina. Hannah construye poco a
poco, sutilmente, en un crescendo lento, el agobio de la invasión, que pasa de
ser algo lejano en un inicio a convertirse en un colapso moral absoluto y
asfixiante.
La
novela se lee con interés, mantiene adecuadamente hasta el final la duda de
cuál de las dos hermanas está narrando y es, sin duda, un homenaje a las
ocultas mujeres de la guerra, llenas de valor y sacrificio olvidados, que, como escribe al final, no tuvieron
medallas ni desfilaron triunfantes pero que sostuvieron un mundo que se
destrozaba a sí mismo.
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