Este
año, todo ha venido casi al unísono. Cosas de la primera luna llena de
primavera que, en ocasiones, tiene estos caprichos de alinear en dos fines de
semana la pasión más triste, el domingo de gloria y el día de San Jordi, como
si todo fuera uno.
Te
recuerdo hoy. Recuerdo tu pérdida, tu viernes santo disfrazado de cáncer, la
impotencia de ver cómo la vida te subía al calvario, con tu cruz a cuestas que
yo, pobre Simón, apenas te ayudaba a
cargar. Recuerdo la rabia, tanta que si yo hubiera tenido poderes
sobrenaturales, la tormenta de la hora nona no se hubiera quedado sólo en
truenos y ruido vacuo sino que hubiera arrasado el universo entero por toda la
eternidad.
Me
abrazo, sin embargo, a San Jordi, a los libros que me regalabas, a las rosas
que yo compraba muy de mañana, aún cargadas de rocío, para ti. Tengo una fotografía tuya que me encanta. Era
San Jordi. Tú me habías regalado el best-seller de moda
pero, en la tarde, cuando nos fuimos a la ribera del río, fuiste tú la que
comenzaste a leerlo como si quisieras cerciorarte de que iba a gustarme tu
presente. Estabas tumbada boca abajo sobre una esterilla, leyendo la novela,
enfrascada en las primeras páginas de la historia, disfrutando de la lectura y
del sol de primavera que brillaba en un cielo tan azul como el mar. No me
escuchaste cuando me acerqué con la cámara en la mano, así que pude enfocarte
con detenimiento, deleitándome en verte más que buscando la toma perfecta.
Entonces, me sentiste y levantaste despacio la cabeza, mirándome con esa
expresión que me hacía preguntarme qué podías ver en mí para regalarme esos
ojos llenos de afecto y de almíbar. Tu forma de verme, rendida de amores, me llenaba siempre de asombro y de tierno aturdimiento. Saqué la foto en ese instante y congelé
aquella sonrisa que era el paraíso bendito.
Pasó tu
pasión, y este año el domingo de gloria y San Jordi han venido juntos para
recordarme que falta lo mejor por llegar, como en esta foto en que leías mi
libro y me aupabas a la mayor de las glorias con tan sólo mirarme. Yo,
previsor, ya te he comprado la rosa. Ahora, espero tu mirada nuevamente, como en aquel San Jordi en el que te tomé la foto.
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