23/4/17

La foto que te tomé en San Jordi





Este año, todo ha venido casi al unísono. Cosas de la primera luna llena de primavera que, en ocasiones, tiene estos caprichos de alinear en dos fines de semana la pasión más triste, el domingo de gloria y el día de San Jordi, como si todo fuera uno.

Te recuerdo hoy. Recuerdo tu pérdida, tu viernes santo disfrazado de cáncer, la impotencia de ver cómo la vida te subía al calvario, con tu cruz a cuestas que yo, pobre Simón, apenas te ayudaba a  cargar. Recuerdo la rabia, tanta que si yo hubiera tenido poderes sobrenaturales, la tormenta de la hora nona no se hubiera quedado sólo en truenos y ruido vacuo sino que hubiera arrasado el universo entero por toda la eternidad.

Me abrazo, sin embargo, a San Jordi, a los libros que me regalabas, a las rosas que yo compraba muy de mañana, aún cargadas de rocío, para ti.  Tengo una fotografía tuya que me encanta. Era San Jordi. Tú me habías regalado el best-seller de moda pero, en la tarde, cuando nos fuimos a la ribera del río, fuiste tú la que comenzaste a leerlo como si quisieras cerciorarte de que iba a gustarme tu presente. Estabas tumbada boca abajo sobre una esterilla, leyendo la novela, enfrascada en las primeras páginas de la historia, disfrutando de la lectura y del sol de primavera que brillaba en un cielo tan azul como el mar. No me escuchaste cuando me acerqué con la cámara en la mano, así que pude enfocarte con detenimiento, deleitándome en verte más que buscando la toma perfecta. Entonces, me sentiste y levantaste despacio la cabeza, mirándome con esa expresión que me hacía preguntarme qué podías ver en mí para regalarme esos ojos llenos de afecto y de almíbar. Tu forma de verme, rendida de amores, me llenaba siempre de asombro y de tierno aturdimiento. Saqué la foto en ese instante y congelé aquella sonrisa que era el paraíso bendito.

Pasó tu pasión, y este año el domingo de gloria y San Jordi han venido juntos para recordarme que falta lo mejor por llegar, como en esta foto en que leías mi libro y me aupabas a la mayor de las glorias con tan sólo mirarme. Yo, previsor, ya te he comprado la rosa. Ahora, espero tu mirada nuevamente, como en aquel San Jordi en el que te tomé la foto. 



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