Adobe ha anunciado que definitivamente dejará de soportar FLASH en el 2020, lo que supone la estocada final a esta plataforma de desarrollo que comenzó su declive cuando Apple decidió excluirla de sus tabletas. Las razones oficiales siempre han sido que Flash no es sólido desde el punto de vista de la seguridad y que presenta numerosos errores de concepto en este sentido. Si bien hay bastante de cierto en ello, así como que es un entorno cerrado, es también verdad que Flash va a ser una víctima de guerras comerciales, de políticas de marketing y de desavenencias entre los intereses de Apple y los de Adobe a las que ahora se van uniendo Google, Facebook y Mozilla. Se insiste también en que HTLM5, WebGl y demás, permiten ya capacidades equivalentes a las de Flash. Esto, simplemente, no es cierto. Claro, es más fácil simplificar las webs en los teléfonos móviles hasta hacerlas anodinas que programar los dispositivos para que lean Actionscript o tengan compatibilidad retroactiva. Tampoco Adobe ha puesto de su parte al no dedicar recursos suficientes a eliminar lo agujeros de seguridad detectados.
Sea por lo que sea, el caso es que Flash va a desaparecer y esto tiene un impacto muy significativo en el corpus de la literatura electrónica. Durante dos décadas muchos de los trabajos en literatura digital (así, como multitud de juegos) se han programado en Flash por su capacidad de animación, interactividad y portabilidad. Ahora, cuando los ordenadores y sistemas operativos no tengan ya un driver para Flash, todas esas obras quedarán olvidadas; peor aun, encerradas tras los muros de un entorno que ya no está permitido visitar, como aquellos presos medievales a los que se les emparedaba hasta morir. Podrá argumentarse que es preciso traducir todos esos relatos digitales a plataformas nuevas pero esto resulta muy complicado por varias razones: tiempo y coste, no existe una equivalencia biunívoca entre Flash y el resto de lenguajes de programación lo que hará casi imposible una duplicación, falta de traductores inter-plataformas automáticos, etc.
No es esto lo peor. Lo peor es que el mismo hecho va a suceder y suceder y suceder. Flash es sólo un jalón en el camino. Los que ahora abogan por HTLM5 o CSS3 o javascript, deberían ser conscientes de que en pocos años, una década a lo sumo, estos lenguajes de programación también desaparecerán, que las guerras comerciales que levantan y sepultan estándares van a continuar, que la falta de criterios comunes entre fabricantes, entre dispositivos fijos y móviles, etc., no sólo no disminuye sino que se acrecienta porque es una herramienta de diferenciación en el mercado (no una herramienta de diferenciación técnica o artística). Es una carrera sin fin que no tiene límite ni finalidad, jaleada sólo por usuarios que gustan de ir a la última moda sea buena o mala, de la novedad a ultranza (pero que, jamás, programan ni profundizan en los contenidos, que los consumen intrascendentemente).
La falta de estándares comunes entre fabricantes, y en la industria informática en general, se da en todos los ámbitos: software, hardware, interactividad, código, permanencia de servidores, cambio de reglas de distribución, etc.
Hay una obsolescencia programada inaceptable. El avance de la tecnología es deseable y normal; nadie puede estar en contra de ello; pero no es correcto el que cada estándar se blinde de los anteriores, haciéndolos inutilizables. Es como si al inventar el automóvil ya no se pudiera usar la bicicleta; que al tener aviones quedaran prohibidos los globos, que el microondas prohíba la sartén o que al tener e-readers quedaran inutilizados los libros de papel; que al haber automóviles, los caminos ya no fueran compatibles con medios de transporte anteriores. No sólo no hay compatibilidad, es que se obstaculiza la compatibilidad para crear nichos de mercado exclusivos. En este caso, no es que Adobe deje de desarrollar Flash, es que no va a existir ni el visualizador para presentar todo el contenido ya creado. No es una muerte por evolución natural sino una extinción forzada.
En este enlace, se pasa revista a muchos de los problemas de compatibilidad existentes, por ejemplo.
La falta de estándares comunes entre fabricantes, y en la industria informática en general, se da en todos los ámbitos: software, hardware, interactividad, código, permanencia de servidores, cambio de reglas de distribución, etc.
Hay una obsolescencia programada inaceptable. El avance de la tecnología es deseable y normal; nadie puede estar en contra de ello; pero no es correcto el que cada estándar se blinde de los anteriores, haciéndolos inutilizables. Es como si al inventar el automóvil ya no se pudiera usar la bicicleta; que al tener aviones quedaran prohibidos los globos, que el microondas prohíba la sartén o que al tener e-readers quedaran inutilizados los libros de papel; que al haber automóviles, los caminos ya no fueran compatibles con medios de transporte anteriores. No sólo no hay compatibilidad, es que se obstaculiza la compatibilidad para crear nichos de mercado exclusivos. En este caso, no es que Adobe deje de desarrollar Flash, es que no va a existir ni el visualizador para presentar todo el contenido ya creado. No es una muerte por evolución natural sino una extinción forzada.
En este enlace, se pasa revista a muchos de los problemas de compatibilidad existentes, por ejemplo.
Mientras que un texto de literatura clásica escrito hace 3000 años puede aún leerse hoy en día, con independencia del soporte, la literatura digital tiene una evanescencia innata obligada precisamente por el soporte (al menos durante las próximas dos o tres décadas. Quizá en el futuro existirán sistemas operativos que sean capaces de procesar cualquier archivo, presente, pasado o futuro). Esta evanescencia es un talón de Aquiles muy importante en la literatura electrónica. Un autor de relatos digitales debe dedicar más tiempo a actualizar obras que a crearlas. ¿Se imaginan a Shakespeare volviendo a escribir Hamlet porque el tipo de papel ha cambiado?
¿Podría decirse que el que la literatura electrónica sea volátil, efímera, es una virtud? Yo pienso que no. En general, la literatura tiene voluntad de permanencia, deseo de trascendencia. No dudo que haya artes que son intrínsecamente efímeras, basadas en el momento, en una performance puntual (incluso, podría decirse que el teatro lo es, que cada representación es distinta …. mas hay un libreto que permanece) pero la literatura no está entre ellas.
La literatura electrónica podrá sobrevivir sólo si los estándares básicos de visualización se mantienen en el tiempo. De la misma manera que podemos leer hoy los textos de Homero aunque entonces no hubiera papel; como podemos ver El acorazado Potenkim aun cuando se haya pasado del celuloide al sensor CCD; como somos capaces de ver una imagen, sea en óleo o en pantalla. Si el soporte es una losa en vez de un medio de expresión, una camisa de fuerza en vez de un vestido confortable, no hay futuro en la literatura electrónica.
Descanse en paz, Flash. Descansen en paz miles de obras de literatura electrónica.
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