El
silencio y los crujidos, (Impedimenta, 2018), de Jon Bilbao, es una
colección de tres pequeñas novelas cortas, las tres compartiendo el nombre del
personaje – Juan, como el apóstol- y el
leit-motiv principal, cual es la soledad como búsqueda de
uno mismo pero también como amenaza de uno mismo y excusa para no afrontar la dura
vida. Historias de amor con la soledad que no acaban bien.
Tres cuentos que
ocurren en tres tiempos diferentes pero que comparten reacciones y actitudes
humanas por encima del escenario. Tres cuentos que están ligados por un mensaje
común pero que pueden ser leídos de manera independiente. En el primero, en
tiempos antiguos de la Constantinopla del siglo sexto, un eremita se recluye en
lo alto de una columna buscando acercarse a Dios. En el segundo, un biólogo busca
selvas remotas en los años 60 y en el tercero, un inventor vasco contemporáneo
se recluye en un torreón mallorquín porque el mundo le molesta. Es una misma historia contada en tres reencarnaciones
con un personaje que no está a gusto con la realidad, que busca algo que no
existe. Su contrapunto es la mujer (o animal hembra) - diferente en cada
historia pero, en el fondo, la misma- que le recuerda lo que es el mundo y la
convivencia. Una aparente búsqueda de la soledad que en definitiva es una excusa.
Uno porque se cree superior al resto y lucha por ser el más admirado; otro
porque sabe que no da la talla en la interacción social y otro porque teme al
resto del mundo.
Aunque hay
párrafos que, a mi entender, sólo buscan transgredir por transgredir sin
aportar nada a las historias, no cabe duda que el autor asturiano sabe mantener
el pulso narrativo, haciendo avanzar al lector poco a poco, sumergiéndole en
las cavilaciones de los personajes e interesándole más y más a medida que se
avanza en la lectura. Un lenguaje rico (el mero uso de la palabra estilita en
el primer relato lo demuestra), preciso, con frases muy bien construidas,
siempre hábilmente descriptivas de parajes o instantes, un lenguaje que hace creíbles
conductas extravagantes, que nos hacen reconocer, en la exageración, reacciones
comunes a todos los seres humanos.
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