En cada
uno de nuestros encuentros,
en tu
mirar sereno descubría
el profundo
amor que me conmovía
y la
dulce pasión en mis adentros.
Si
alguna vez tuvimos desencuentros
recuerdo
que de todos aprendía
y cada
uno de mis sueños se cumplía
abrazándote
en cada reencuentro.
Contigo
transitaba por la vida
confiado
en tu guía y tu compás,
y
cuando se acercaba la partida
de
pronto te abrazaba por detrás
y te rogaba,
así, a mí bien ceñida:
por
favor, ¡tan sólo un instante más!
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