Luna de cuernos de oro, y vosotras, estrellas
que brilláis como el fuego y a quienes el océano
recibe en sus praderas de plata, ¿la habéis visto?
Se fue sin dejar rastro de lágrimas o sangre,
sin llevarse sus libros, o la bisutería
con que se engalanaba, ni las cartas de amor
atadas con un lazo granate, ni las fotos
que le hice desnuda. Se marchó y no sé dónde
buscarla, pero sé que seguiré buscándola
hasta que los sabuesos de mi amor la descubran,
cuando ya nada tenga arreglo.
Un poema de Luis Alberto de Cuenca
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