Vivir, pensar, mirar, (Anagrama, 2013), de Siri Hustvedt es una colección de ensayos precisamente clasificados en torno a las tres palabras de su título. Sin embargo, a pesar de haber compartimentado los ensayos, el leit motiv interno es el contrario, es el negar la segmentación del pensamiento, el fraccionar en islas separadas la acción intelectual, ya que todo está conectado con todo.
Focalizando su mirada en asuntos a priori baladís y basadas en experiencias autobiográficas ( una foto antigua, un dolor de cabeza, el país de origen, una flor), la autora desarrolla profundas reflexiones sobre la memoria, la personalidad, el arte, la neurología la literatura, la familia, la maternidad, el modo en que nuestra mente crea paisajes mentales para conocer y comprender el mundo tanto externo como interno.
Importante es su defensa de la literatura como conformadora de lo que somos y abridora de caminos para ser más ( Cuánto más leo, más cambio. Cuanto más variada es mi lectura, más capaz soy de percibir el mundo desde miles de perspectivas distintas).
Son tantos los análisis que Hustvedt aborda que, una vez terminado el libro, nos hemos visto completamente, desde todos nuestros ángulos, desde todas nuestras virtudes y carencias.
Libro, por lo demás, bien escrito, con claridad sintáctica, amenidad a pesar de lo profundo de algunas reflexiones y la multitud de referencias transversales que maneja.
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