Se ha publicado en Nature un estudio de investigadores de la Universidad de Stanford, liderados por Francis Willett, en el que se muestran fantásticos resultados acerca de la posibilidad de escribir con tan sólo imaginar que se escribe. Algo de utilidad enorme para pacientes de parálisis, con problemas debidos a derrames cerebrales, con lesiones en la médula espinal o que hayan perdido sus manos, por ejemplo. Pero, también, una técnica que abre puertas en campos artísticos y literarios.
Un interfaz cerebro-ordenador implantado al usuario envía las señales cerebrales generadas cuando la persona piensa que escribe a un sistema de ingeniería artificial que las evalúa y las convierte en letras que aparecen en pantalla. Todo ello a una velocidad de unos 90 caracteres por minuto y con una precisión del 95%.
El interfaz implantado en el hemisferio izquierdo, consiste en dos pequeños circuitos del tamaño de una aspirina, con unos 100 electrodos cada uno, que recogen las señales neuronales generadas en la corteza motora que se producen cuando la persona piensa que escribe aunque realmente no pueda hacerlo. Esta constelación de señales, una mezcolanza de ellas, es la que es analizada por la red neuronal para deducir a qué letra corresponde. Un logro espectacular el conseguir interpretar señales cerebrales tan complejas.
Según Willett, el cerebro conserva su capacidad de gestionar la psicomotricidad fina incluso una década entera después de que el cuerpo haya perdido su capacidad de ejecutar esos movimientos.
El artículo, que como siempre en Nature, es de pago, puede encontrarse en este enlace.
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