Durante la última década se ha dado por muerto al papel en numerosas ocasiones. Sin embargo, este sigue ahí, vivito y con muy buena salud.
Es más, aparecen nuevas aplicaciones antes insospechadas. En particular, se propone ahora hacer baterías de papel. Con los objetivos de electro-movilidad y abandono de combustibles fósiles (habrá que ver cuánto duran estos objetivos con el kilovatio hora eléctrico a centenares de euros), el desarrollo de mejores baterías es un asunto de plena actualidad. En este contexto, el problema de reciclado de baterías se ve ya como uno de los graves desafíos futuros. No sea que por reducir el CO2 llenemos el planeta de contaminantes mucho más peligrosos, como metales de todo tipo. Al fin y al cabo, el CO2 es bueno para el reino vegetal y así lo atestigua el Cretácico. Los millones de toneladas de litio, manganeso, fósforo, níquel, cadmio, zinc, óxido de plata, mercurio, arsénico o cromo son un problema mucho más grave que ya se avista en el futuro.
Pues bien, investigadores de la Nanyang Technological University, en Singapur, han desarrollado baterías de papel en las que el circuito activo se imprime sobre el mismo. No eliminan, claro está, todos los metales. Las pilas son de zinc y disponen de electrodos serigrafiados en ambas caras de un trozo de papel de celulosa reforzado con hidrogel. Una vez agotada la batería, puede enterrarse en el suelo, donde se descompone por completo en un mes, según los científicos, lo que es un gran avance en su reciclaje.
El equipo de la NTU demostró que un sólo cuadrado de 4 cm x 4 cm de batería de papel impreso podía alimentar un pequeño ventilador eléctrico durante al menos 45 minutos. Doblar o retorcer la pila no interrumpía el suministro de energía.
Puede leerse el articulo técnico completo en este enlace.
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