11/1/22

Lectura digital de la Colección Briennes

 


A finales del siglo XVII, en concreto entre 1676 y 1686, Simon de Brienne y su esposa Marie Germain habían sido nombrados administradores de correos de Amberes y ciudades colindantes, así como de ciudades elegidas de Francia y España, puestos excelentemente remunerados que habían hecho que la familia fuera una de las más ricas en La Haya, donde estaban establecidos, y que vivieran en una casa lujosa en el barrio más caro. 

En aquella época, enviar una carta no era cosa fácil. No existían los sobres, los sellos, las direcciones formalizadas en las ciudades, ni las numerosas oficinas postales en casi cualquier sitio que hoy existen. Por ejemplo, la persona que recibía la carta era la que debía pagar y muchos no lo hacían, con lo que la carta quedaba sin entregar. Al no haber direcciones reglamentadas, muchas misivas iban dirigidas sin precisión, confiando que el administrador de correos conociera a dicha persona. Por ejemplo, existe una carta dirigida a "Monsieur Brandon, merchant in The Hague". Con tan pocos datos, era probable que nunca llegara a su destino, excepto que el tal mercader Brandon fuese realmente popular. Otras, nunca llegaban a su destino por haber muerto el destinatario, o acabar en otra ciudad, o por la propia lentitud del sistema.

Simon y María murieron en 1703 y 1707, respectivamente. Sin hijos ni herederos, todas sus posesiones pasaron al orfanato de Delft que las usó o almacenó según el criterio del director del mismo. Entre aquella herencia se encontraba un baúl de madera que quedó medio olvidado hasta 1926, cuando fue transferido al museo postal de La Haya. En aquel cofre, se encontraban 2600 cartas del siglo XVII sin abrir y sin haber sido entregadas. Por qué los Briennes guardaron todas esas misivas, acumuladas en la oficina de correos, sin destruirlas es un misterio pero el baúl constituye un auténtico tesoro para los historiadores. Su contenido es conocido hoy en día como la Colección Briennes que se conserva en el museo de La Haya.



En aquella época, muchas cartas se enviaban selladas por un método de plegado conocido por "letterlocking", de manera que podía saberse si había sido abierta antes de llegar al destinatario, ya que la única manera de abrirlas era romperlas por una esquina al modo de como hoy abrimos los sobres. En realidad, había diversos modos de "letterlocking". En este video, puede verse uno de ellos:



De la colección Briennes, aún hay unas 600 cartas no abiertas para preservar su contenido intacto y mantener los documentos como estaban en el cofre. Pero, entonces, ¿cómo leer su contenido?

Un equipo de investigadores, dirigidos por Jana Dambrogio y Amanda Ghassaei, del MIT, acaban de desarrollar una técnica utilizando  microfotografía con rayos X para hacer una reconstrucción en 3D y un algoritmo neuronal para descifrar su contenido. Curiosamente, el sistema está basado en una técnica dental en el que un escáner de muy alta resolución detecta el contenido mineral de los dientes para detectar la forma de estos desde el exterior. Dambrogio y Ghassaei han adaptado esta tecnología para detectar ciertos compuestos de las tintas usadas en el siglo XVII, de modo que pueden distinguirse los trazos que contienen dichos compuestos, en definitiva pueden leerse las palabras sin abrir la carta. La fotografía de rayos X devuelve una imagen en bruto de capas apiladas de papel y tinta no legibles. Es aquí donde los investigadores citados han desarrollado un algoritmo complejo neuronal capaz de ir separando estas capas hasta lograr que queden aisladas una a una para que, entonces y así, puedan leerse.




Asimismo, esta técnica permite reconstruir el patrón de plegado de seguridad utilizado sin abrir la carta, pudiendo recrearse con otro papel esta técnica.

El artículo técnico puede leerse desde este enlace.


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