22/9/23

Nada se opone a la noche

 

Nada se opone a la noche (Anagrama, 2012), de Delphine de Vigan, es una crónica familiar en el París de clase media de los años 50 y 60 del siglo pasado. Tras el suicidio de la madre de la narradora, esta se propone saber los porqués de esta decisión y, para ello, entrevista a sus tíos, revisa cartas y documentos, escucha cintas antiguas de grabación, vídeos de la infancia, ve fotografías, proceso a través del cual se nos despliega una historia familiar completa.

De tintes autobiográficos, De Vigan es honesta en la narración sin ocultar nada ni sobrecargarlo, simplemente relatando de manera veraz y directa lo que recuerda y lo que va hallando en su recorrido detectivesco. Una narración que comienza sólo del deseo de comprender pero que, poco a poco, se adentra en angustiosos recuerdos y en reflexiones mucho más profundas sobre la vida de la familia y la propia. Empieza necesitando saber y escribir, termina dudando de que haya debido hacerlo en vez de dejar las sombras ocultas en la noche. En ciertos momentos hay metaliteratura porque la escritora debate con ella misma sobre la necesidad de escribir sobre la realidad y las dificultades que entraña el proceso creativo.

Es una prosa clara, directa, dura por lo que narra, pero De Vigan no recurre a la intriga o giros noveleros de ficción. La vida, en sí misma, es suficiente.

Tratando asuntos tan espinosos como el dolor, el suicidio, la locura, el sufrimiento o el delirio, destaca porque el ritmo es dinámico, vivo, huyendo en todo momento de la tragedia vital.

En ocasiones, describe de manera excelente, con detallismo racionalista, como, por ejemplo, el descubrimiento del cadáver de su madre, para lo que echa mano de una prosa elaborada y rica.







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