6/8/13

Las legiones malditas





Las legiones malditas (Ediciones B, 2008), de Santiago Posteguillo es la segunda entrega de la trilogía iniciada con Africanus, el hijo del cónsul. En esta novela histórica se narran los acontecimientos de la segunda guerra púnica que van de la conquista de Cartago Nova por Escipión (donde quedó la primera novela) y la batalla de Zama donde por fin Aníbal es derrotado.
 
En Las legiones malditas, Posteguillo se centra en la figura de Escipión, desdibujándose Aníbal y desapareciendo casi por completo el dramaturgo Plauto que era un personaje de cierta importancia en el texto anterior. El autor continua con el mismo estilo narrativo, ágil y vivo, un compendio de hechos históricos contados brevemente para mantener un ritmo frenético, ligados los unos a los otros por las cuitas de unos personajes que a veces tienen las características más maniqueas y peyorativas de las de los best sellers: un Escipión que siempre acierta, un ídolo que aúna todas las virtudes hasta cuando comete brutalidades por un bien superior, una especie de Supermán latino que sabe de todo con menos de treinta años; un Lelio que sirve para encajar las necesarias dosis de sexo que todo libro de éxito debe tener; un Fabio, pervertido y obsceno anciano, que es un malo malísimo, sin ningún resquicio de piedad, un demonio; una Sofonisba, diosa del sexo, capaz de obnubilar a todos los reyes del norte de África; un Catón necio y especulador; unos tribunos fieles capaces de enfrentarse ellos solos contra todos los elefantes cartagineses; y un escenario político extremado ya que parece que Roma lucha más contra Escipión que contra Aníbal cuando la realidad es que las campañas de Hispania y África estuvieron bien pensadas y asumidas por la República.
 
Nuevamente, es en la descripción de las batallas donde Posteguillo logra sus mejores páginas. Aunque la ficción abunda - incluso en exceso- al narrarlas en el detalle de los comportamientos individuales, el esquema fundamental del desarrollo de las mismas está muy bien documentado y se ajusta a lo realmente ocurrido aunque en Zama carga demasiado las tintas en el cambio de fortuna final y la poca utilización de la tercera línea de veteranos, así como minimiza el intento de Aníbal de repetir el cerco de Cannas pero alargando las alas con las líneas que retroceden, las cuales no son rechazadas por sus propios compañeros sino deliberadamente enviadas a los lados para recrear Cannas sin que Escipión se percate de ello. Pero, se percató.

Por cierto, que la cubierta del libro, si bien se trata de una imagen poderosa, no tiene nada que ver con la indumentaria de los legionarios de la novela porque la armadura mostrada, la lorica segmentata, se inventó en el siglo I, ya en tiempos de Augusto, y no en el año 202 a.C. cuando ocurrió la batalla.

Hay numerosas citas en latín que encajan un poco forzadamente. También parece excesiva la descripción de los preparativos previos al desembarco en África para luego resumir excesivamente hechos importantes en la contienda como la toma de Útica o la victoria sobre Sífax aunque entiendo que ello sirve para ir construyendo la figura heroica del cónsul al domeñar las legiones caídas en desgracia y las intrigas del Senado. Asimismo, hubiera sido interesante profundizar más en por qué Aníbal tuvo que dejar atrás en Italia buena parte de su ejército.
 
Si hay algo que reconocer a esta novela es que mantiene el interés y que sumerge al lector en un dinamismo e intriga muy loables máxime cuando se conoce el final antes de empezar, a poco que se haya estudiado algo de historia.
 
 
 
 

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