Hoy te he pensado. Sí, cierto es que pienso en ti a menudo. Muy a menudo, diría yo. Pero hoy te he pensado con meticulosidad, con parsimonia, con la voluntad de disfrutar de tu recuerdo. O debiera decir de penar con tu recuerdo. Tanto da. Ya da lo mismo. Pero te pienso. Quiero pensarte. Recorrer otra vez la silueta de tu mirada, forzar mis neuronas para recordar el aroma de tu pelo y el tacto de tu piel. Te pienso rebuscando en cada rincón de mi memoria las pequeñas cosas que hicimos juntos. No los grandes acontecimientos, que esos ya se aparecen por sí solos. Te pienso rescatando del olvido y refrescando nuevamente las anécdotas, los besos que ya casi había olvidado porque, entonces, fueron furtivos o insustanciales. Hoy no hay nada insustancial incluso en lo más nimio que hicimos juntos. Te pienso. Hoy te he pensando. Y, cuando me he repuesto del llanto, me he sentido bien porque he espantado las luces nuevas que quieren borrar tu amada sombra.
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