Nadie nos unió hasta que la muerte nos separara y, sin
embargo, la muerte no nos ha separado ni podrá hacerlo, al menos la tuya.
Tiene mucho trabajo la muerte si quiere separarme de ti, no
le bastará con quitarme la vida. Debe
asegurarse que no exista nada después, que no haya Dios, que la memoria y los
sentidos y la nostalgia y las sensaciones que aun guardan el tacto de tu piel y
la imagen de tu sonrisa y el aroma de tu piel desaparezcan conmigo, que se diluya
el color de todas las fotografías de tu cara hermosa, que se borren mis cartas
y tus mails, que todos olviden que dije tu nombre como última palabra, que
exploten los servidores informáticos que guardan mis correos, que no exista
ningún más allá, ni reencarnaciones ni resurrecciones, que no haya túnel de
luz, que no haya cielo, que no haya infierno, que no haya cosmos ni polvo de
estrellas, que se olvide la historia, que desaparezca tu nombre del recuerdo de
los hombres, que no exista energía alguna todavía no encontrada, mucho menos
espíritus o fantasmas, almas o auras; debe asegurarse que se evapore mi polvo
enamorado. Mientras todo eso no ocurra,
te amaré compañera dulce, aunque deba hacerlo con un único átomo de mí que permanezca
vibrando en el espacio.
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