Una tarde así paseaba contigo por la orilla. Estuvimos sentados en la arena viendo como el mar se arremolinaba poco a poco. Imaginamos formas y dibujos en las olas y en el cielo. Tu largo pelo, acariciado por el viento creciente, envolvía mi cara y formaba una especie de túnel con tu carita en uno de sus extremos y la mía en el otro. Y los arcos iris, entonces, se formaban en tus ojos y en tus labios y en tu piel. Y nada más había, en ese momento, en el Universo. Y la tormenta, que ajena a nuestro amor, descargaba nos empapaba sin que apenas nos diéramos cuenta.
- Vamos a coger una pulmonía – dijiste.
- No, porque te secaré con mis besos – contesté.
Reíste y echamos a correr, las manos enlazadas, por la arena. Y te salpiqué y me salpicaste, jugando con las olas. Y el mundo se detuvo.
es bello pasear por la orilla con alguien a quien amas
ResponderEliminarme gustó mucho esta historia. Quedé con ganas de más.
ResponderEliminarJuan, desde México.