9/10/08

Aún


Es posible que cada uno tenga ese lugar
en que los recuerdos afligen,
en que las memorias gritan que el tiempo pasado fue mejor,
en donde deseamos que el agua de la clepsidra trepe hacia el cielo,
en donde el susurro del viento es siempre triste.

El mío es aquel malecón, bajo la noche sin luna y llena de luceros titilantes…
¿recuerdas?
No, no puedes. No estás ya.
Te robó el tránsito negro que a todos nos unge.
Te robó sin que yo pudiera evitarlo.


Aún las olas baten las rocas que velan el muro,
aún la brisa es la misma,
aún las estrellas fulguran y te buscan sin hallarte,
aún te veo, enlazado tu brazo en el mío,
reclinados frente al mar sin mirarnos,
sin decirnos lo que ya sabíamos.
Aún te veo, esbozada tu silueta amada sobre el fondo oscuro,
aún siento tu aliento,
aún puedo recordar el aroma de tu agua de colonia,
aún oigo el ronroneo suave del mar que nos envidiaba.
Aún existe el malecón,
y las grandes piedras te recuerdan,
y las galaxias te añoran,
y el cosmos se pregunta por qué ella vino a buscarte.

Y, al cabo, ¿qué queda sin ti?
firmamento sin sentido,
sentimiento desvalido
que clava su daga en mí.
Hado adverso que me roba
lo que amo, lo que admiro,
el alma de tu suspiro
en la dicha de la alcoba.

Aún existen las sábanas colmadas del calor de tu piel
y aún vaga tu risa, escondida entre habitaciones furtivas.
Aún las nubes del crepúsculo se encarnan como cuando,
sentados en la alameda, esperábamos a que la noche
se hiciera cómplice de nuestro deseo.

Aún cae la lluvia algunas tardes
pero ya no moja tu pelo ni tu rostro.

Aún deseo tu vientre, tus senos y tus labios
que marcharon con tu alma al otro lado.

Y nada tiene sentido.

No debería existir el mundo tras de ti y yo no sé por qué respiro todavía.
Quizá sólo sea para que tu recuerdo perviva.
Aún tengo memorias que revivir cada noche
cuando los astros titilan como aquella noche en la escollera.

Y aún tengo lágrimas que verter.



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