Marina (Edebé, 1999) de Carlos Ruiz Zafón es una novela que ya presagia el estilo y la forma de escribir que posteriormente llegaría a la cúspide del éxito con La sombra del Viento. El mismo aroma, la misma atmósfera increíble pero tan verosímil a la vez, la misma fantasía. Aunque, en ocasiones, se ha catalogado de texto juvenil no parece serlo ni en el tratamiento de los sentimientos que se exploran ni en la profundidad de los mismos (de hecho, demasiado maduros para dos protagonistas adolescentes).
La trama se centra en la aventura fantástica que siguen Oscar y Marina. Aventura que debe mucho a la historia de Frankestein. Una historia de espejismos y misterios sin gran trascendencia en sí misma aunque bien ambientada (usando bastantes tópicos de las narraciones de intriga y miedo) y narrada para crear interés y entretenimiento.
No está, empero, lo importante en ello sino en que el texto está salpicado, aquí y allá, de párrafos preciosos que emocionan. Párrafos que se van encajando a la historia sin ser realmente parte de ella – e incluso sin ser necesarios a la historia- pero que son los que hacen reflexionar sobre el amor, el tiempo que se va, el anhelo por la vida eterna y la capacidad de perderse por salvar a quien se ama.
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