Sin embargo, es más flojo en cuanto a estilo. Es cierto que la prosa es ágil pero hay conceptos repetitivos (lo de la “familia desestructurada” se repite una y otra vez), no hay frases brillantes ni tiene pensamientos de esos que es preciso releer para degustarlos, está lleno de estereotipos (el empresario mafioso, el directivo pervertido, la mujer extremadamente inteligente pero perdedora y aislada socialmente – que se convierte en el personaje con el que se logra más empatía- , el periodista incorruptible) y utiliza con profusión recursos de otras novelas negras (los chiflados religiosos, policías dedicados a un caso por toda una vida, la salvación imposible del protagonista en el último instante).
Pero con sus pros y sus contras, recomiendo su lectura porque se disfruta intentando adivinar qué ocurrió en aquel lejano día cuando Harriet desapareció. Y el suspense se mantiene siempre.
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