El jardín olvidado (Suma, 2010) de la australiana Kate Morton es una novela de secretos familiares bien escrita y muy trabajada en cuanto a la estructura ya que entrelaza tres líneas temporales que, poco a poco, se van engarzando para coordinarse entre ellas y dar sentido las unas a las otras. Es una obra que ha llegado a ventas millonarias pero que, al contrario de muchos best-sellers, tiene un nivel de calidad notable en su prosa. He de reconocer que al empezar a leerla se me hizo un tanto lenta, excesivamente detallista, sin hilo conductor, sin un foco en que concentrar la atracción del interés. Pero, de pronto, todo lo contado converge en un enigma que nos arrastra a seguir leyendo con avidez. Es como un puzle. Al inicio, los trazos de la historia leídos son escasos y no nos permiten tener una imagen de conjunto ni definir si la imagen completa nos gustará o no pero, en un cierto instante, la información es suficiente para que nos sumerjamos profundamente en la historia y deseemos conocer todas sus interioridades.
La autora combina varios estilos: el de la novela romántica victoriana con sus amores desdichados, aristócratas perversos, y pobres de solemnidad redimidos; la trama negra detectivesca; los cuentos de hadas (y hay varios inmersos en el texto- cuentos dentro de otros cuentos); la literatura de viajes, las leyendas populares y la novela gótica. Los personajes están bien construidos, con personalidades diferenciadas y marcadas, desde la distante Nell hasta la inestable Rose, la heroica Eliza, la nostálgica Cassandra o la moralmente repulsiva Señora Swindell. Muchos de estos caracteres, atmósferas, ambientes y situaciones son deudores de clásicos como Dickens, Poe, Du Maurier, Austen, o Conan Doyle. Ello puede hacer que, en ciertos momentos, El jardín olvidado pueda entenderse como un remake de obras anteriores. La prosa es cuidada, poética en muchos pasajes, con abundante uso de metáforas y comparaciones muy del estilo anglosajón, y los escenarios en que transcurren las tres historias están bien construidos históricamente aunque quizá la descripción de los barrios pobres de finales del siglo XIX sea demasiado melodramática.
El final se prevé con cierta facilidad en el último cuarto del libro pero aún así resulta interesante conocer cómo los personajes llegan a la solución que uno ya intuye por el simple hecho de que Morton suministra más información al lector que a sus caracteres. De hecho, este final previsible es adecuado por cuanto que otorga verosimilitud y rigor al conjunto de la obra y por cuanto que la novela se fundamenta en cómo se cuenta la historia. No se trata de una novela de densa reflexión ni ambiciosa en su alcance moral. Más bien es un cuento de toda la vida, espléndidamente relatado, de esos que se cuentan en una velada cerca del fuego, que se escuchan con agrado y atención, y que quedan en la memoria.
La autora combina varios estilos: el de la novela romántica victoriana con sus amores desdichados, aristócratas perversos, y pobres de solemnidad redimidos; la trama negra detectivesca; los cuentos de hadas (y hay varios inmersos en el texto- cuentos dentro de otros cuentos); la literatura de viajes, las leyendas populares y la novela gótica. Los personajes están bien construidos, con personalidades diferenciadas y marcadas, desde la distante Nell hasta la inestable Rose, la heroica Eliza, la nostálgica Cassandra o la moralmente repulsiva Señora Swindell. Muchos de estos caracteres, atmósferas, ambientes y situaciones son deudores de clásicos como Dickens, Poe, Du Maurier, Austen, o Conan Doyle. Ello puede hacer que, en ciertos momentos, El jardín olvidado pueda entenderse como un remake de obras anteriores. La prosa es cuidada, poética en muchos pasajes, con abundante uso de metáforas y comparaciones muy del estilo anglosajón, y los escenarios en que transcurren las tres historias están bien construidos históricamente aunque quizá la descripción de los barrios pobres de finales del siglo XIX sea demasiado melodramática.
El final se prevé con cierta facilidad en el último cuarto del libro pero aún así resulta interesante conocer cómo los personajes llegan a la solución que uno ya intuye por el simple hecho de que Morton suministra más información al lector que a sus caracteres. De hecho, este final previsible es adecuado por cuanto que otorga verosimilitud y rigor al conjunto de la obra y por cuanto que la novela se fundamenta en cómo se cuenta la historia. No se trata de una novela de densa reflexión ni ambiciosa en su alcance moral. Más bien es un cuento de toda la vida, espléndidamente relatado, de esos que se cuentan en una velada cerca del fuego, que se escuchan con agrado y atención, y que quedan en la memoria.
Me gustó mucho la novela. El vivir la historia desde 3 generaciones distintas fue, creo, lo que más me llamó la atención.
ResponderEliminarSigo su facebook donde nos dan la oportunidad de conocer a la autora en su próxima visita a Madrid.
Estupenda iniciativa, creo....
Leí la novela hace unos meses y me encantó. Conocí a la autora en la Feria del Libro y me pareció encantadora....
ResponderEliminarHay un sorteo en su facebook de la novela firmada por la autora, os apetece?