14/3/11

La piedad peligrosa

La piedad peligrosa (Debate, 2002) del austriaco Stefan Zweig es una obra creada en 1939 y cuyo título original es Ungeduld des Herzens (La impaciencia del corazón).

Una novela de esas que uno se pregunta por qué no la había descubierto antes, al igual que a su autor. Una historia excelentemente narrada en el detalle, con una prosa magnífica, que trasciende mucho más allá de los propios avatares del teniente Hoffmiller (el cual se ve atrapado en la compasión que le produce una joven paralítica), para convertirse en una reflexión profundísima sobre las emociones humanas. Una novela de tesis que parece afirmar que el dejarse arrastrar por la compasión mal entendida conduce a males mucho mayores que mostrarse fuerte y distante ante las desgracias de los otros. Una idea que expresa perfectamente uno de los personajes, el Dr. Cantor: Hay dos clases de piedad. Una, la débil y sentimental, no es más que impaciencia del corazón por librarse lo antes posible de la embarazosa conmoción que padece ante la desgracia ajena; esa compasión no es compasión, es tan sólo apartar instintivamente el dolor ajeno del propio espíritu. La otra, la única que cuenta… la compasión no sentimental, pero creativa, sabe lo que quiere y está decidida a resistir, paciente y sufriente, hasta sus últimas fuerzas e incluso más allá. Y digo que “parece” porque todas las opciones, todos los comportamientos, parecen ser correctos aunque los resultados de una u otra actitud sean diferentes. Zweig crea una trama en el que cada acción de los personajes está razonada, es verosímil en el contexto, es lógica aún cuando se contradigan las unas a las otras, es humana aún cuando ese humanismo pueda conducir a la desgracia. Una desgracia que no puede evitarse porque la acción contraria también conduce al drama. Vemos a Hoffmiller deslizarse hacia el inevitable y penoso desenlace pero resulta sumamente complicado afirmar que uno no haría lo mismo o que comportarse con impiedad resultaría mejor. Un laberinto complicado, como siempre ocurre en la vida auténtica, en la que nada es blanco ni negro, nada es totalmente bueno o malo. Una lucha entre el corazón y la razón.

El escritor combina hábilmente una descripción precisa del entorno (un imperio que se va a hundir con la primera gran guerra) que nunca aburre a pesar de su detallismo, con la historia de una Europa convulsa y una descripción de los personajes y sus emociones que es soberbia, tanto cuando caen en la compasión como cuando no. Un texto en que cada detalle tiene su porqué (desde la descripción de los cuarteles con su mundo militar asfixiante y obediente, hasta el que la obra musical preferida del teniente sea el Orfeo de Glück en que un amor puede arrastrar a la perdición). Construye un conjunto de relaciones humanas perfectamente plausibles que van creando una red de mentiras más o menos piadosas, más o menos sentidas, inevitables en ocasiones, de chantaje emocional, que acaban, a la postre, en la tragedia anunciada desde el comienzo. Pero, en ningún instante, uno puede asegurar a ciencia cierta que la opción contraria sea mejor. Quizá el único carácter que se aleja de lo verosímil es el Dr. Cantor con ese sentido inhumanamente heroico, santo y extremadamente misionero de la vida, mucho menos creíble- aunque, asimismo perfectamente razonado- que los otros personajes que se dejan arrastrar por sus temores, sentimientos, tormentos emocionales y dudas. Excelente la traducción de Carlos Fortea. Una novela sensible en el más alto sentido de la palabra, inteligente, que agita la conciencia, que obliga a reflexionar, que huye de todo maniqueísmo, difícil de olvidar. De lectura obligada.

En 1934, Zweig tuvo que salir de su Austria natal debido a la persecución nazi. Su pacifismo profundo no pudo resistir la nueva gran guerra en la que parecía iba a vencer el mal absoluto, y se suicidó en Brasil.

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