Mañana día 1 comienza el seminario LIT & TIC organizado por el grupo Hermeneia y la Universidad de Barcelona, un evento que tiene como fin mostrar las herramientas disponibles hoy en día para acercar el mundo digital a la enseñanza y la literatura. El programa, que incluye ponencias sumamente interesantes, puede leerse aquí.
30/6/11
LIT & TIC
Mañana día 1 comienza el seminario LIT & TIC organizado por el grupo Hermeneia y la Universidad de Barcelona, un evento que tiene como fin mostrar las herramientas disponibles hoy en día para acercar el mundo digital a la enseñanza y la literatura. El programa, que incluye ponencias sumamente interesantes, puede leerse aquí.
29/6/11
Conferencia sobre e-publishing y e-publications
Mañana y pasado se celebra la Quinta Conferencia sobre e-publishing y e-publications de Bloomsbury, organizada por la University College of London, que este año se centra en la mejora que la digitalidad puede proporcionar en la comunicación de la comunidad investigadora y educativa, particularmente por el uso de las redes sociales. Esta edición contará con la presencia de David Nicholas, director de CIBER Charleston Observairy, Ian Rowlands de la UCL, Carol Tenopor de la UTK y Carolyn Hank de la editorial McGill y Steve Scott de Macmillan entre otros. Se analizará también la metodología e-science. Para más información puede accederse aquí.
24/6/11
Book Origami
Book Origami, el trabajo de Isaac Salazar, es arte en papel. El artista toma viejos que- como él señala- acabarían llenos de polvo y abandonados para reciclarlos en forma de escultura recortada formando figuras o palabras, siempre dentro de una atmósfera elegante y de alta calidad.
23/6/11
Mezclando religiones
Sin necesitar de ordenadores ni de procesadores de texto, esta original "Biblia" permite combinar textos de tres religiones, casi en el orden que se desee. Una especie de copy and paste mecánico ideado por artistas suecos. Denominada Flux Bible, puede comprarse aquí.
22/6/11
ELPUB 2011
Hoy, y hasta el próximo día 24, comienza ELPUB 2001 en Estambul, Turquía, en concreto en la Universidad Kadir Has. Se trata de la décimoquinta edición del evento, que este año se focaliza en "Digital Publishing and Mobile Technologies". Se estudiará el impacto que la aparición de los teléfonos inteligentes y las tabletas están teniendo sobre la edición digital. Se analizará por ejemplo, cómo está evolucionando el negocio editorial y diversas estrategias para convertir contenidos digitales desde el ordenador convencional a los dispositivos más móviles y chiquitos.
Para más información puede visitarse la web del evento o su cuenta Facebook.
21/6/11
Reboot the Universe now
Reboot the Universe now de David Jhave Johnston es un generador de poemas aleatorio que tiene por particularidad el que sólo interactuando con él podrá el lector leer el texto ya que, de otra manera, los versos circulan por la pantalla a tal velocidad (rebooting all the time ) que es imposible aprehenderlos. Cuando el usuario los toca con el click del ratón se detienen para volver a correr alocadamente en cuanto se suelta el mando. El resultado es así fragmentado, se recrea asimismo en función de las acciones del lector que- dada la velocidad de proceso- es casi imposible que repita un mismo modelo de detenciones.
20/6/11
Por favor, cuida de mamá
Por favor, cuida de mamá (Grijalbo, 2011) de la escritora surcoreana Kyung-Sook Shin es una novela que hay que leer. Un homenaje a las madres, a todas ellas, en el que a partir de unas circunstancias muy concretas (la extremada pobreza de los campesinos en Corea tras la guerra, el analfabetismo, el desarrollo industrial posterior, el machismo de la sociedad tradicional), la autora logra construir y transmitir un mensaje universal que nos toca la fibra a todos porque, en cualquier lugar y en cualquier tiempo, existe el sacrificio de las madres y el escaso agradecimiento de los hijos. Una estructura sustentada en cuatro puntos de vista (dos de los hijos, la propia madre y el marido) de la que, poco a poco, va emergiendo la figura de una mujer-madre fuerte pero doliente, abnegada, esclava del tabajo diario pero que tiene sus sueños escondidos y que, como todas las madres - tenaz y generosa-, pone por delante a sus hijos a todas las demás cosas. Una historia que se cuenta a fragmentos, a base de recuerdos de diferentes personas, que retrasa la aparición del paradigma de esa madre universal, la cual empieza por parecernos una gruñona maniática y acaba surgiendo como lo que más queremos, como un tesoro que nunca apreciamos debidamente. O sea, como nos suele ocurrir mientras pasamos de la adolescencia a la madurez y de esta a la vejez.
He leído comentarios de que es tópica y melodramática. Sí, lo es. Pero para bien, porque es que así es la vida. ¿O no son ciertos los tópicos de la madre que se sacrifica por los suyos, que oculta sus penas, que olvida sus sueños por su prole? ¿No es cierto que la mayoría de las madres, a escala planetaria, se esfuerzan por sus hijos? ¿No es cierto que es cuando faltan cuando nos percatamos de su gran dimensión humana y de que, en realidad, nunca las hemos conocido como mujeres? Kuyn-Sook Shin no renuncia a mostrar los estereotipos porque estos no son una creación literaria artificial sino una realidad. La autora nos habla con sencillez, con la empatía universal de tener o haber tenido una madre cuyos méritos reconocemos por lo general cuando ya es tarde, con la sempiterna dicotomía entre la madre anticuada y los hijos modernos (y poco da que estos vivan en el Seúl más tecnológico de hoy y ella en el campo de la guerra de Corea, o que esto ocurra hace mil años y en otro paraje del planeta. Siempre ocurre. Quizá siempre ocurrirá.), con el choque generacional, con el desear volver atrás y amar a la madre más de lo que se ha hecho, con una prosa que apela a valores y sentimientos universales. Emociona, y eso lo dice todo.
El epílogo es quizá innecesario, una reflexión semireligiosa pegada a destiempo, a contratiempo, y creando una mitología de la madre que no se necesitaba porque con lo dicho ya era más que suficiente.
He leído comentarios de que es tópica y melodramática. Sí, lo es. Pero para bien, porque es que así es la vida. ¿O no son ciertos los tópicos de la madre que se sacrifica por los suyos, que oculta sus penas, que olvida sus sueños por su prole? ¿No es cierto que la mayoría de las madres, a escala planetaria, se esfuerzan por sus hijos? ¿No es cierto que es cuando faltan cuando nos percatamos de su gran dimensión humana y de que, en realidad, nunca las hemos conocido como mujeres? Kuyn-Sook Shin no renuncia a mostrar los estereotipos porque estos no son una creación literaria artificial sino una realidad. La autora nos habla con sencillez, con la empatía universal de tener o haber tenido una madre cuyos méritos reconocemos por lo general cuando ya es tarde, con la sempiterna dicotomía entre la madre anticuada y los hijos modernos (y poco da que estos vivan en el Seúl más tecnológico de hoy y ella en el campo de la guerra de Corea, o que esto ocurra hace mil años y en otro paraje del planeta. Siempre ocurre. Quizá siempre ocurrirá.), con el choque generacional, con el desear volver atrás y amar a la madre más de lo que se ha hecho, con una prosa que apela a valores y sentimientos universales. Emociona, y eso lo dice todo.
El epílogo es quizá innecesario, una reflexión semireligiosa pegada a destiempo, a contratiempo, y creando una mitología de la madre que no se necesitaba porque con lo dicho ya era más que suficiente.
16/6/11
Retratos textuales
Cada año, la Collective Promotion Dutch Literature organiza la semana del libro holandesa. Este año se convoca en torno al género de la biografía bajo el lema ‘Geschreven Portretten’ (retratos escritos). Como campaña de publicidad creada por la agencia Van Wanten Etcetera, se mostrarán libros muy originales, creación de Markus Ravenhorst y Maarten Reynen, con ilustraciones de Souverein, en los que las páginas estarán recortadas con la silueta del personaje biografiado aprovechándose luego el espacio para escribir el texto. Sin duda, una idea muy original.
14/6/11
Whuppin' or weapon
WpN o Whuppin' or weapon es un generador de poemas Oulipo basado en el algoritmo "w+/-n", es decir reemplazar una palabra dada (word) con la enésima ("n") palabra de un diccionario antes ("+") o después ("-") de la palabra objeto de tratamiento. Programado por EddeAddad en javascript se basa en combinar una parte de textos fijos con otros variables en un conjunto de moldes (templates) preparados de antemano. Dichos textos están tomados de Shakespeare en parte. El programa destaca por el alto grado de flexibilidad que permite al definir cómo los templates son manejados y combinados.
Una explicación más detallada puede leerse aquí.
Una explicación más detallada puede leerse aquí.
13/6/11
Dispensador de libros digitales
El Multi-ebook es un dispensador de libros digitalizados. Se trata de una propuesta de la editorial Bruno y la empresa Giux que fue presentada en el Salón del Libro de Turín el pasado mes de mayo. Su diseño permite transferir los contenidos a casi cualquier dispositivo elevtrónico para lo que el dispensador dispone de conexiones apropiadas, especialmente puertos USB. Dado su tamaño podría ser instalado en cualquier espacio público. En cualquier caso, no es una idea novedosa ya que se parece mucho a la idea del alemán Aram Bartholl añadiéndole una rendija para poner dinero.
12/6/11
La carta
Algunas semanas después de la muerte de mi hermana Norma, decidimos vender la casa. Ella, solterona empedernida a la que nunca conocimos pareja, mujer independiente, viajera a lo ancho de todo el mundo, tía generosa con sus sobrinas y lectora ávida de novelas, así nos lo había recomendado en su testamento. Nos lo dejaba todo y proponía que vendiésemos la casa de Stanford Avenue y nos repartiéramos el dinero. El resto de la familia me encomendó a mí la ingrata tarea con la fácil excusa de que para eso trabajaba como administrativa financiera en una empresa inmobiliaria.
La finca no era grande pero estaba bien cuidada y fue sencillo hallar un par de compradores interesados. Aún cuando la situación económica no era la mejor y la crisis no había remitido, logré pactar un precio interesante y cerré el trato rápidamente. Convení con el nuevo propietario que le cedería el mobiliario y que podría hacerse con la propiedad en unos pocos días pero me concedió el fin de semana para que me pasara por la casa y recogiera aquellos objetos personales de mi hermana que yo tuviera interés en conservar.
El viernes por la mañana el cielo estaba azul brillante y los anuncios del Weather Channel sobre fuertes tormentas al atardecer parecían ser otro más de los fallos a los que los meteorólogos nos tienen acostumbrados. Introduje tres o cuatro grandes cajas de cartón en el portamaletas, bebí un café bien cargado, mordisqueé sin ganas una tostada con mermelada, dejé una nota para Mike diciéndole que regresaría por la noche y conduje hasta la casa de mi hermana.
Al llegar, tuve el instinto de golpear el picatoste porque todo parecía indicar que ella aún vivía. La atmósfera se había detenido como si confiara en que regresara del hospital en cualquier momento. Las flores de las macetas permanecían frescas gracias a la llovizna persistente de la semana anterior, las contraventanas estaban plegadas con cuidado y la ardilla que tanto desesperaba a Norma correteaba junto al roble del que colgaba la casita de pájaros aún repleta de alpiste. Si no hubiera sido porque la chimenea permanecía muda, sin ese humo azulado que producía el horno en el que ella preparaba sus deliciosos pastelitos de crema, hubiese pensado que mi hermana iba a aparecer en el umbral del portón, sonriente, limpiándose las manos en el delantal mientras me guiñaba el ojo para que pasara.
Abrí la puerta despacio, en parte porque la llave se empeñó en no girar y, en parte, porque el estómago se me achicó al comprender que Norma nunca más me daría la bienvenida en aquella morada. El hall estaba limpio y ordenado, como siempre. Sobre el recibidor las fotos de todos los sobrinos y un ramito de siemprevivas azuladas junto al teléfono. En la pared, una fotografía de familia enmarcada, de aquella ocasión en que nos reunimos en Nueva York para celebrar su cincuenta cumpleaños. Me miré un segundo antes de verme reflejada en el espejo para comprobar que yo misma me iba acercando a ese futuro que mi hermana ya había alcanzado. Recorrí las habitaciones con cierta reverencia, como si esperara que tras alguna esquina ella se apareciera. Yo, la tan cerebral y racional hermana, pensando en espíritus. Seguro que Norma se hubiera reído a carcajadas.
Terminé la inspección ocular con el corazón acongojado pero me sobrepuse. Había venido para llevarme esas cosas pequeñas que no tienen valor monetario pero que disparan una catarata de emociones cuando se tocan suavemente con los dedos. Saqué las cajas del coche y las coloqué en la entrada. Descolgué el cuadro de familia, lo envolví en varias capas de periódico y lo introduje en una de ellas. También las flores. Aún tenían aroma. De la cocina, tomé la bandeja con hoyuelos donde Norma cocía los pastelitos. Algún día intentaría yo también cocinarlos aunque estaba segura que no me saldrían tan sabrosos como los de ella. Con algunas fotos más del salón, un montón de facturas, documentos y cartas familiares que guardaba en un cajón, un arca de madera con varios anillos y un colgante, un reloj que era herencia de nuestra madre y unas figuritas italianas que yo sabía que apreciaba llené la primera caja. La segunda se completó con el ajuar – perfectamente planchado- y algunos objetos de tocador que me hizo ilusión tener para mí. También cogí el costurero que siempre usaba, un gran candelabro que colocaba sobre la mesa en las cenas de navidad, un numeroso fajo de folletos de viaje y algunas otras pertenencias que en aquellos momentos me parecieron que necesitaban ser rescatadas. Dejé para el final, y a propósito, su recámara.
La luz de la mañana se coloreaba del color trigo de las cortinas y pincelaba destellos sobre las paredes. Olía a vainilla. La ventana estaba entornada y, en el alfeizar, reposaban un par de macetas con geranios rojos. La cama, Queen size, estaba sin sábanas. Se las habrían llevado junto a la enferma cuando los servicios de emergencia la hubieron de trasladar a la clínica. Sólo el edredón, granate con flores amarillas, la medio cubría. Revisé sus armarios. La mayoría estaban llenos de ropa que decidí llevarme, no para usarla sino para entregarla a alguna asociación benéfica. Estaba convencida que a Norma eso le hubiera gustado. Quizá yo conservaría el foulard beige y el pañuelo de seda. Recogí sus peines, las maletas y la mochila que la acompañaban en sus escapadas y cuatro o cinco bolsos que, al parecer, hacía tiempo que no usaba porque estaban rellenos de papel y envueltos en bolsas de gamuza. Sobre los estantes de la habitación, unas decenas de libros. Los cogí todos. Terminé con el despertador que reposaba sobre la mesilla, la pequeña lámpara de bronce y el libro que se encontraba sobre ella, seguramente el que estaba leyendo antes de que la hubieran de llevar al hospital con toda urgencia. Acaricié la portada, emocionándome al pensar que ese papel era lo último que Norma habría tocado. Era una novela de Teresa Medeiros y me sorprendió que mi hermana leyese historias romanticonas, ella que siempre se había mostrado ajena al amor, ella la mujer independiente y fuerte. O, al menos, así lo aseguraba siempre.
- Ya es suficiente esfuerzo quereros a todos vosotros- solía decir- No me quedan latidos para un novio. Además, ¿Qué hombre puede encapricharse de una mujer tan rarita como yo? Se agotaría a mi lado en tres días.
Abrí el libro y, entonces, me di cuenta que, entre sus páginas, había una carta manuscrita, sin sobre, con sus hojas dobladas cuidadosamente. Me senté en el borde de la cama y la desdoblé. Empecé por el final. Es algo a lo que no puedo resistirme. Siempre que leo algo empiezo por el final. Por eso me pierdo la sorpresa de las novelas, sé el desenlace de las películas que compro en DVD o leo antes los deportes que las noticias de cabecera en el periódico.
- Te adoro pero no puedes permanecer encadenada a mí. El espacio que necesitas para ser libre me coloca demasiado lejos de ti. Pedro.
Así terminaba la carta y el corazón me dio un vuelco. Yo soy de natural sensible, de imaginación rosita y aquella despedida tan dieciochesca se abrazó a mi curiosidad instintivamente. Pero es que, además, habíamos conocido siempre a Norma como una soltera recalcitrante, ajena al amor, militante contra lo que ella denominaba una pérdida de tiempo y de esfuerzo.
Dudé antes de continuar. Revisé con el tacto las cuartillas y constaté que estaban desgastadas del uso. Era una carta antigua y, al parecer, la había releído muchas veces, quizá antes de apagar la luz y dejarse llevar por el sueño. Miré la fecha en el encabezamiento. Mil novecientos setenta y dos. Yo tenía entonces veinte años y Norma treinta y cuatro. No era, pues, un amor de juventud sino uno maduro y sensato.
- Querida Norma, amada Norma, mujer extraordinaria de la que debo despedirme a mi pesar…
Era el inicio. La letra era elegante, cuidadosa en el trazo, probablemente escrita con pluma clásica, el interlineado preciso como si se hubiera redactado sobre las líneas de un cuaderno escolar. Mujer extraordinaria. Nunca había pensado en mi hermana como una mujer extraordinaria. Siempre había estado ahí, como una segunda madre, a la que los hermanos veíamos como un mujer un tanto extraña, poco convencional, amiga de sus amigas, que pasaba las vacaciones en el extranjero, que le gustaba salir los sábados a cenar, una señora divertida, desenfadada pero poco emocional. Creo que nunca había pensado en Norma como una mujer capaz de amar y de sentir pasión, menos aún como extraordinaria, como mujer con un cuerpo que otro cuerpo anhelara y adorase bajo unas sábanas, como una persona que hubiera sufrido por amor. Me turbé al comprobar lo poco que se conoce incluso a los más cercanos.
Querida Norma, amada Norma, mujer extraordinaria de la que debo despedirme a mi pesar. Te juro que sólo empezar esta carta me asusta. Me duele el estómago al hacerlo porque es mentira que el corazón sufra. La congoja se siente en el estómago, en ese nudo que se aferra con uñas que dañan las entrañas, que impiden comer, que hacen que uno se sienta mal por el día e insomne por la noche. Mi insomnio tiene nombre. Tiene tu nombre y se alimenta de este sin vivir porque no puedo hacerte feliz conmigo y no serás feliz sin mí. Yo sé ya que seré desgraciado sin ti pero lo sería también contigo.
¿Sabes? Ahora me vienen de golpe a la mente cientos de momentos que he pasado junto a tí. Será porque las memorias que tú has labrado en mi cerebro se revuelven inquitas ante la idea de que no habrá más recuerdos, de que quizá no te vea más o, si te veo, - qué horror sólo el imaginarlo- serás sólo una amiga. No puedo aceptar que seas mi amiga aunque siempre lo serás. No, sólo eso, no, porque debes ser mi cielo, mi razón de ser, mi todo, mi yo. Recuerdo el día que te conocí. En el Simbad Jazz, ¿te acuerdas? Estabas con tus amigas, en la mesa más cercana al pianista. A ratos, hablabais; otros reíais a carcajadas y, de tanto en cuanto, acompañabais con palmas y movimientos de cadera el swing de los dedos negros del intérprete. Había una atmósfera de humo plateado flotando en el ambiente. Tú tomabas una ginebra con tónica y me miraste distraídamente, al azar. Cómo te enamoraste de mí es aún una incógnita irresoluble. Te lo he dicho mil veces. Que me ames es uno de esos milagros que pasan una vez y que es mejor no intentar comprender. Por mí, ya lo sabes, estaríamos siempre juntos, de la mano, abrazados cada noche, cada día, cada hora, cada comida, cada cena. Debes considerarlo normal, humano. Cuando a uno le toca la lotería es muy difícil devolver el premio, separarse de él. Los hombres se encadenan a los dioses pero entiendo que estos se aburran de los pelmazos que los adoran a todas horas. Y tú eres mi diosa. Y yo soy tu pelma. Recuerdo el primer día que te amé en la cama de un hotel. No dormimos en toda la noche. ¡Tenía tanta necesidad de explorar tu piel, tu cuerpo, las ondas de tu vientre, los colores de tu cabello, el escalofrío de tu cuello! Todas las noches que te he abrazado se presentan ahora ante mí, todas las llamadas de teléfono, todos tus susurros, tus caricias, tus besos, tus miradas, tus ausencias, tus presencias. Mi pasado antes de ti se ha difuminado en una nada que me hace creer que yo no era antes de ti. Soy contigo lo que has forjado en mí y nada más existe. Eso será malo, seguro. Tú lo sabes. No quiero esto para ti. Tú defiendes lo que eres. Quieres amar desde lo que eres, no transfigúrate en nadie. Quieres ser feliz apoyada en tu ser, en tu vida, en tu pensamiento, en tu libertad, en tu albedrío, en tu alegría, en tu pasado. Así debe ser. O así, o de ninguna manera. Porque, por mucho que te amen, uno es uno mismo. No es cierto eso de que dos almas se funden en un camino común. Sólo hay vidas que se rozan fugazmente en el trayecto, que se imbrican por instantes, que al rozarse brevemente crean chispas de ilusión y sensibilidad… pero son eso, momentos. Luego, los caminos se bifurcan. Así debe ser. No puedes estar encerrrada en lugar alguno, siquiera en el de los sentimientos. Amarrarse es encadenarse. Y yo no quiero hacerte eso.
Lo has dejado claro. Extrañamente claro sin decir palabra alguna. No hace falta que lo digas. Te conozco bien. Me amas, pero amas más tu libertad, tu espacio, tu forma de ser y de hacer, tu búsqueda de la felicidad que no tiene que estar atada a mí. Lo entiendo, aunque no me lo digas. Eso es lo peor, que lo entiendo, que en el fondo me gustaría ser como tú. Yo me he rendido ante ti hasta el punto de que te asfixio. Y eso no lo deseo, vida mía. Porque te amo, precisamente por ello. Si yo persistiera, si insistiera, quizá te convencería para atarte a mí. Y te arruinaría y me arruinaría. Me siento incapaz de ser feliz sin ti pero moriría si te hago infeliz al atosigarte. No has dicho nada pero sé que debo irme, alejarme, dejar que tu camino continúe.
Te adoro pero no puedes permanecer encadenada a mí. El espacio que necesitas para ser libre me coloca demasiado lejos de ti. Pedro.
Estuve un largo rato con la carta en mis manos, la mirada en algún punto del cielo que se colaba por la ventana y que se iba tornando plomizo. Podría decir que estuve pensando en lo que había leído, recapacitando, meditando. Sería mentira. No pensaba, sólo sentía. Quizá yo también debiera hablar con Mike. Quizá Norma me estaba hablando tras marcharse.
Una ráfaga de viento impetuosa hizo que la contraventana golpeteara con fuerza el marco de la cornisa. Al cabo, el parte de la televisión había sido certero. La tormenta se avecinaba poderosa. Me asomé a la ventana y el fuerte aire agitó mis cabellos y golpeó mi rostro. En un gesto instintivo, intenté cerrarla sin darme cuenta que aún tenía los folios de la carta en mi mano. Otro golpe de viento, sorpresivamente, me arrebató los papeles que volaron con celeridad hacia lo alto perdiéndose entre las nubes que ya goteaban.
- Quieres la carta para ti, ¿verdad, hermana? Tómala. Ahí va.– pensé, ingenuamente.
Logré introducir las cajas en el coche justo antes de que un diluvio se desplomara sobre la ciudad.
El viernes por la mañana el cielo estaba azul brillante y los anuncios del Weather Channel sobre fuertes tormentas al atardecer parecían ser otro más de los fallos a los que los meteorólogos nos tienen acostumbrados. Introduje tres o cuatro grandes cajas de cartón en el portamaletas, bebí un café bien cargado, mordisqueé sin ganas una tostada con mermelada, dejé una nota para Mike diciéndole que regresaría por la noche y conduje hasta la casa de mi hermana.
Al llegar, tuve el instinto de golpear el picatoste porque todo parecía indicar que ella aún vivía. La atmósfera se había detenido como si confiara en que regresara del hospital en cualquier momento. Las flores de las macetas permanecían frescas gracias a la llovizna persistente de la semana anterior, las contraventanas estaban plegadas con cuidado y la ardilla que tanto desesperaba a Norma correteaba junto al roble del que colgaba la casita de pájaros aún repleta de alpiste. Si no hubiera sido porque la chimenea permanecía muda, sin ese humo azulado que producía el horno en el que ella preparaba sus deliciosos pastelitos de crema, hubiese pensado que mi hermana iba a aparecer en el umbral del portón, sonriente, limpiándose las manos en el delantal mientras me guiñaba el ojo para que pasara.
Abrí la puerta despacio, en parte porque la llave se empeñó en no girar y, en parte, porque el estómago se me achicó al comprender que Norma nunca más me daría la bienvenida en aquella morada. El hall estaba limpio y ordenado, como siempre. Sobre el recibidor las fotos de todos los sobrinos y un ramito de siemprevivas azuladas junto al teléfono. En la pared, una fotografía de familia enmarcada, de aquella ocasión en que nos reunimos en Nueva York para celebrar su cincuenta cumpleaños. Me miré un segundo antes de verme reflejada en el espejo para comprobar que yo misma me iba acercando a ese futuro que mi hermana ya había alcanzado. Recorrí las habitaciones con cierta reverencia, como si esperara que tras alguna esquina ella se apareciera. Yo, la tan cerebral y racional hermana, pensando en espíritus. Seguro que Norma se hubiera reído a carcajadas.
Terminé la inspección ocular con el corazón acongojado pero me sobrepuse. Había venido para llevarme esas cosas pequeñas que no tienen valor monetario pero que disparan una catarata de emociones cuando se tocan suavemente con los dedos. Saqué las cajas del coche y las coloqué en la entrada. Descolgué el cuadro de familia, lo envolví en varias capas de periódico y lo introduje en una de ellas. También las flores. Aún tenían aroma. De la cocina, tomé la bandeja con hoyuelos donde Norma cocía los pastelitos. Algún día intentaría yo también cocinarlos aunque estaba segura que no me saldrían tan sabrosos como los de ella. Con algunas fotos más del salón, un montón de facturas, documentos y cartas familiares que guardaba en un cajón, un arca de madera con varios anillos y un colgante, un reloj que era herencia de nuestra madre y unas figuritas italianas que yo sabía que apreciaba llené la primera caja. La segunda se completó con el ajuar – perfectamente planchado- y algunos objetos de tocador que me hizo ilusión tener para mí. También cogí el costurero que siempre usaba, un gran candelabro que colocaba sobre la mesa en las cenas de navidad, un numeroso fajo de folletos de viaje y algunas otras pertenencias que en aquellos momentos me parecieron que necesitaban ser rescatadas. Dejé para el final, y a propósito, su recámara.
La luz de la mañana se coloreaba del color trigo de las cortinas y pincelaba destellos sobre las paredes. Olía a vainilla. La ventana estaba entornada y, en el alfeizar, reposaban un par de macetas con geranios rojos. La cama, Queen size, estaba sin sábanas. Se las habrían llevado junto a la enferma cuando los servicios de emergencia la hubieron de trasladar a la clínica. Sólo el edredón, granate con flores amarillas, la medio cubría. Revisé sus armarios. La mayoría estaban llenos de ropa que decidí llevarme, no para usarla sino para entregarla a alguna asociación benéfica. Estaba convencida que a Norma eso le hubiera gustado. Quizá yo conservaría el foulard beige y el pañuelo de seda. Recogí sus peines, las maletas y la mochila que la acompañaban en sus escapadas y cuatro o cinco bolsos que, al parecer, hacía tiempo que no usaba porque estaban rellenos de papel y envueltos en bolsas de gamuza. Sobre los estantes de la habitación, unas decenas de libros. Los cogí todos. Terminé con el despertador que reposaba sobre la mesilla, la pequeña lámpara de bronce y el libro que se encontraba sobre ella, seguramente el que estaba leyendo antes de que la hubieran de llevar al hospital con toda urgencia. Acaricié la portada, emocionándome al pensar que ese papel era lo último que Norma habría tocado. Era una novela de Teresa Medeiros y me sorprendió que mi hermana leyese historias romanticonas, ella que siempre se había mostrado ajena al amor, ella la mujer independiente y fuerte. O, al menos, así lo aseguraba siempre.
- Ya es suficiente esfuerzo quereros a todos vosotros- solía decir- No me quedan latidos para un novio. Además, ¿Qué hombre puede encapricharse de una mujer tan rarita como yo? Se agotaría a mi lado en tres días.
Abrí el libro y, entonces, me di cuenta que, entre sus páginas, había una carta manuscrita, sin sobre, con sus hojas dobladas cuidadosamente. Me senté en el borde de la cama y la desdoblé. Empecé por el final. Es algo a lo que no puedo resistirme. Siempre que leo algo empiezo por el final. Por eso me pierdo la sorpresa de las novelas, sé el desenlace de las películas que compro en DVD o leo antes los deportes que las noticias de cabecera en el periódico.
- Te adoro pero no puedes permanecer encadenada a mí. El espacio que necesitas para ser libre me coloca demasiado lejos de ti. Pedro.
Así terminaba la carta y el corazón me dio un vuelco. Yo soy de natural sensible, de imaginación rosita y aquella despedida tan dieciochesca se abrazó a mi curiosidad instintivamente. Pero es que, además, habíamos conocido siempre a Norma como una soltera recalcitrante, ajena al amor, militante contra lo que ella denominaba una pérdida de tiempo y de esfuerzo.
Dudé antes de continuar. Revisé con el tacto las cuartillas y constaté que estaban desgastadas del uso. Era una carta antigua y, al parecer, la había releído muchas veces, quizá antes de apagar la luz y dejarse llevar por el sueño. Miré la fecha en el encabezamiento. Mil novecientos setenta y dos. Yo tenía entonces veinte años y Norma treinta y cuatro. No era, pues, un amor de juventud sino uno maduro y sensato.
- Querida Norma, amada Norma, mujer extraordinaria de la que debo despedirme a mi pesar…
Era el inicio. La letra era elegante, cuidadosa en el trazo, probablemente escrita con pluma clásica, el interlineado preciso como si se hubiera redactado sobre las líneas de un cuaderno escolar. Mujer extraordinaria. Nunca había pensado en mi hermana como una mujer extraordinaria. Siempre había estado ahí, como una segunda madre, a la que los hermanos veíamos como un mujer un tanto extraña, poco convencional, amiga de sus amigas, que pasaba las vacaciones en el extranjero, que le gustaba salir los sábados a cenar, una señora divertida, desenfadada pero poco emocional. Creo que nunca había pensado en Norma como una mujer capaz de amar y de sentir pasión, menos aún como extraordinaria, como mujer con un cuerpo que otro cuerpo anhelara y adorase bajo unas sábanas, como una persona que hubiera sufrido por amor. Me turbé al comprobar lo poco que se conoce incluso a los más cercanos.
Querida Norma, amada Norma, mujer extraordinaria de la que debo despedirme a mi pesar. Te juro que sólo empezar esta carta me asusta. Me duele el estómago al hacerlo porque es mentira que el corazón sufra. La congoja se siente en el estómago, en ese nudo que se aferra con uñas que dañan las entrañas, que impiden comer, que hacen que uno se sienta mal por el día e insomne por la noche. Mi insomnio tiene nombre. Tiene tu nombre y se alimenta de este sin vivir porque no puedo hacerte feliz conmigo y no serás feliz sin mí. Yo sé ya que seré desgraciado sin ti pero lo sería también contigo.
¿Sabes? Ahora me vienen de golpe a la mente cientos de momentos que he pasado junto a tí. Será porque las memorias que tú has labrado en mi cerebro se revuelven inquitas ante la idea de que no habrá más recuerdos, de que quizá no te vea más o, si te veo, - qué horror sólo el imaginarlo- serás sólo una amiga. No puedo aceptar que seas mi amiga aunque siempre lo serás. No, sólo eso, no, porque debes ser mi cielo, mi razón de ser, mi todo, mi yo. Recuerdo el día que te conocí. En el Simbad Jazz, ¿te acuerdas? Estabas con tus amigas, en la mesa más cercana al pianista. A ratos, hablabais; otros reíais a carcajadas y, de tanto en cuanto, acompañabais con palmas y movimientos de cadera el swing de los dedos negros del intérprete. Había una atmósfera de humo plateado flotando en el ambiente. Tú tomabas una ginebra con tónica y me miraste distraídamente, al azar. Cómo te enamoraste de mí es aún una incógnita irresoluble. Te lo he dicho mil veces. Que me ames es uno de esos milagros que pasan una vez y que es mejor no intentar comprender. Por mí, ya lo sabes, estaríamos siempre juntos, de la mano, abrazados cada noche, cada día, cada hora, cada comida, cada cena. Debes considerarlo normal, humano. Cuando a uno le toca la lotería es muy difícil devolver el premio, separarse de él. Los hombres se encadenan a los dioses pero entiendo que estos se aburran de los pelmazos que los adoran a todas horas. Y tú eres mi diosa. Y yo soy tu pelma. Recuerdo el primer día que te amé en la cama de un hotel. No dormimos en toda la noche. ¡Tenía tanta necesidad de explorar tu piel, tu cuerpo, las ondas de tu vientre, los colores de tu cabello, el escalofrío de tu cuello! Todas las noches que te he abrazado se presentan ahora ante mí, todas las llamadas de teléfono, todos tus susurros, tus caricias, tus besos, tus miradas, tus ausencias, tus presencias. Mi pasado antes de ti se ha difuminado en una nada que me hace creer que yo no era antes de ti. Soy contigo lo que has forjado en mí y nada más existe. Eso será malo, seguro. Tú lo sabes. No quiero esto para ti. Tú defiendes lo que eres. Quieres amar desde lo que eres, no transfigúrate en nadie. Quieres ser feliz apoyada en tu ser, en tu vida, en tu pensamiento, en tu libertad, en tu albedrío, en tu alegría, en tu pasado. Así debe ser. O así, o de ninguna manera. Porque, por mucho que te amen, uno es uno mismo. No es cierto eso de que dos almas se funden en un camino común. Sólo hay vidas que se rozan fugazmente en el trayecto, que se imbrican por instantes, que al rozarse brevemente crean chispas de ilusión y sensibilidad… pero son eso, momentos. Luego, los caminos se bifurcan. Así debe ser. No puedes estar encerrrada en lugar alguno, siquiera en el de los sentimientos. Amarrarse es encadenarse. Y yo no quiero hacerte eso.
Lo has dejado claro. Extrañamente claro sin decir palabra alguna. No hace falta que lo digas. Te conozco bien. Me amas, pero amas más tu libertad, tu espacio, tu forma de ser y de hacer, tu búsqueda de la felicidad que no tiene que estar atada a mí. Lo entiendo, aunque no me lo digas. Eso es lo peor, que lo entiendo, que en el fondo me gustaría ser como tú. Yo me he rendido ante ti hasta el punto de que te asfixio. Y eso no lo deseo, vida mía. Porque te amo, precisamente por ello. Si yo persistiera, si insistiera, quizá te convencería para atarte a mí. Y te arruinaría y me arruinaría. Me siento incapaz de ser feliz sin ti pero moriría si te hago infeliz al atosigarte. No has dicho nada pero sé que debo irme, alejarme, dejar que tu camino continúe.
Te adoro pero no puedes permanecer encadenada a mí. El espacio que necesitas para ser libre me coloca demasiado lejos de ti. Pedro.
Estuve un largo rato con la carta en mis manos, la mirada en algún punto del cielo que se colaba por la ventana y que se iba tornando plomizo. Podría decir que estuve pensando en lo que había leído, recapacitando, meditando. Sería mentira. No pensaba, sólo sentía. Quizá yo también debiera hablar con Mike. Quizá Norma me estaba hablando tras marcharse.
Una ráfaga de viento impetuosa hizo que la contraventana golpeteara con fuerza el marco de la cornisa. Al cabo, el parte de la televisión había sido certero. La tormenta se avecinaba poderosa. Me asomé a la ventana y el fuerte aire agitó mis cabellos y golpeó mi rostro. En un gesto instintivo, intenté cerrarla sin darme cuenta que aún tenía los folios de la carta en mi mano. Otro golpe de viento, sorpresivamente, me arrebató los papeles que volaron con celeridad hacia lo alto perdiéndose entre las nubes que ya goteaban.
- Quieres la carta para ti, ¿verdad, hermana? Tómala. Ahí va.– pensé, ingenuamente.
Logré introducir las cajas en el coche justo antes de que un diluvio se desplomara sobre la ciudad.
11/6/11
Petites annonces
Petites annonces (2008) de Philippe Boisnard es un DVD de poesía visual, una combinación de textos y elementos multimedias (casi una veintena de vídeos incluidos) que realzan el significado del verso y evocan profundamente los significados. Boisnard es un poeta que no sólo utiliza lo digital sino que lo crea, que trabaja el código, que modela tanto el programa como lo que este genera. Sobre una base de contenidos encontrados en la red, de pequeñas noticias, de anuncios breves, de spam, de frases inconexas, de trozos de imagen arrancados aquí y allá, el poeta monta espacios visuales nuevos que enmarcan lo que se dice y cómo se dice. Un espacio tridimensional que el lector debe explorar poco a poco. Desde mi punto de vista, el resultado es más curioso que profundo, más experimental que emotivo, más técnico que artístico. La obra se vende en DVD por la editorial Incidences
6/6/11
Focus 2011
Desde hoy, y hasta el día 8, se celebra el evento Focus 2011 en Monza, Italia. Bajo el motto "The Book Tomorrow: the Future of the Written Word", un buen número de expertos pasarán revista al estado actual y previsiones futuras del libro digital, el desarrollo del negocio basado en él, la cadena de la digitalización, los riesgos de lo digital, bibliotecas digitales, el dilema entre blogs y periódicos, propiedad intelectual de las obras, etc. etc. La página web que se enlaza en este post tiene gran cantidad de información y permite seguir las conferencias en vídeo. También hay un canal twitter sobre los actos al que se puede acceder aquí.
22ª ACM Hypertext Conference
Comienza hoy la 22ª conferencia ACM Hypertext que, este año, se celebra en Eindhoven, Holanda. Durará hasta el próximo jueves día 9. Durante el evento, un importante grupo de expertos analizará el presente y futuro de la literatura digital. Alrededor de 4 ejes temáticos, se tratarán temas como las Redes sociales, la interactividad en la narrativa, las estructuras emergentes dentro de un medio hipermedia o los hipertextos dinámicos.
BookWorm
BookWorm es un gestor de libros electrónicos (digitalizados) en formato ePub (sólo maneja este formato) que funciona en la nube. La lectura de los ficheros puede hacerse vía web o desde un dispositivo móvil. Pueden también descargarse a un lector electrónico (como el Kindle) y, para los que utilizan iOS, el sistema puede exportar los contenidos a Stanza. Con esta aplicación no es necesario ocupar la memoria de nuestro ordenador con los libros almacenados.
5/6/11
Between Page and Screen
Between Page and Screen es un libro de poemas de realidad aumentada. A medida que se van pasando las páginas en el libro de papel convencional, un ordenador detecta en qué página se está y muestra los versos en 3D con animaciones. Realmente, en el papel sólo hay un gráfico que es un código de barras y es la webcam que el ordenador debe tener (si no la hay, nada funciona) la que detecta este código y ejecuta en pantalla la animación correspondiente. Los poemas son epistolares, con mensajes crípticos entre dos amantes. Son poesías de Amaranth Borsuk en colaboración con Brad Bouse.
4/6/11
Janus Node
JanusNode es un generador automático de texto o un transformador de textos previamente existentes. La generación automática está basada en reglas mientras que la transformación- al modo del morphing entre fotografías- se basa en las cadenas matemáticas de Markov. La intreacción con el usuario se basa en que este determina las reglas y las condiciones en que el texto se desarrolla pero este, en sí mismo, crece automáticamente sin intervención humana.
JanusNode es un programa muy completo, con muchas posibilidades. Sus reglas (TextDNA) son complejas, elaboradas y amplias. Permite generar diferentes tipos de poesía desde haikus a estrofas tradicionales y deja que el usuario elija el contexto en que el texto se generará (por ejemplo, se puede elegir un tono insultante o melancólico). El programa tiene capacidad, asimismo, para maquetar los textos de forma que parezcan poéticos mediante saltos de línea, simulando caligramas, etc.
El programa puede descargarse aquí.
3/6/11
Tarde de lluvia
La tarde se tiñó con ese gris de brillos plateados que anuncia las tormentas de primavera. El día había sido caluroso y los primeros gotones, grandes como monedas, mojaron las calles de una ciudad ya cansada, atiborrada de tráfico y transeúntes que alzaban sus manos llamando infructuosamente al que siempre parecía ser el último taxi de las avenidas. Las farolas se encendieron y los edificios se adornaron con las ventanas iluminadas aquí y allá, formando garabatos y siluetas, como grafitis de luz.
Cuando llueve así, de sopetón, con una fuerza que pareciera que Dios quiere lavar las calles y arrastrar penas y sinvergüenzas a las alcantarillas, la atmósfera se orna con un halo distinto, extrañamente acogedor dentro del rugido de los truenos y los flashes de los relámpagos. Entonces, los paisanos se aprietan los unos contra los otros en los autobuses y el olor a cabellos y camisas húmedas impregna el aire. Es diferente la ciudad cuando la tormenta vespertina se abate sobre ella. Los colores de los semáforos juegan con el metalizado de los vehículos, los charcos parecen espejos en os que se reflejan instantes robados a la vida, los anuncios de neón brillan más y los pulmones se limpian con una brisa fresca.
Llegué empapado al pub y aún no habías llegado. Tras echar un vistazo rápido y comprobar que no estabas, pedí un café con leche y me senté junto al ventanal. El toldo a rayas verdes y blancas que nadie había retirado y que protegía una terraza desolada por la lluvia, impedía que el cristal se empapara con las gotas azotadas por el viento. Un par de señoras peleaban contra sus paraguas, empeñados en tornarse con el viento. Estaban Pedro y Juanma en la barra. Me saludaron desde lejos levantando sus vasos de cerveza. Seguro que, al verme, comentaron entre ellos lo mal que se me veía. Triste como la tarde de tormenta, dirían. Tampoco es que ellos pudieran dar muchas lecciones porque sus chicas les habían dejado como ahora Carmen estaba a punto de hacer conmigo. Bueno, o no, porque la esperanza es lo último que se pierde y yo aspiraba a convencerla frente a una taza de té- porque ella es de té- que aún había una posibilidad de arreglar nuestras cosas. La tarde plomiza ayudaría porque, pensaba yo, ¿quién desea irse solo bajo la lluvia? Las tardes negruzcas llaman a abrazarse y a protegerse en común.
Cuando ellos se marcharon, yo ya sabía que no vendría. Cuando los vi correr con el gabán sobre la cabeza, cruzando en rojo por donde no estaba el paso cebra, supe que no la vería más.
Cuando llueve así, de sopetón, con una fuerza que pareciera que Dios quiere lavar las calles y arrastrar penas y sinvergüenzas a las alcantarillas, la atmósfera se orna con un halo distinto, extrañamente acogedor dentro del rugido de los truenos y los flashes de los relámpagos. Entonces, los paisanos se aprietan los unos contra los otros en los autobuses y el olor a cabellos y camisas húmedas impregna el aire. Es diferente la ciudad cuando la tormenta vespertina se abate sobre ella. Los colores de los semáforos juegan con el metalizado de los vehículos, los charcos parecen espejos en os que se reflejan instantes robados a la vida, los anuncios de neón brillan más y los pulmones se limpian con una brisa fresca.
Llegué empapado al pub y aún no habías llegado. Tras echar un vistazo rápido y comprobar que no estabas, pedí un café con leche y me senté junto al ventanal. El toldo a rayas verdes y blancas que nadie había retirado y que protegía una terraza desolada por la lluvia, impedía que el cristal se empapara con las gotas azotadas por el viento. Un par de señoras peleaban contra sus paraguas, empeñados en tornarse con el viento. Estaban Pedro y Juanma en la barra. Me saludaron desde lejos levantando sus vasos de cerveza. Seguro que, al verme, comentaron entre ellos lo mal que se me veía. Triste como la tarde de tormenta, dirían. Tampoco es que ellos pudieran dar muchas lecciones porque sus chicas les habían dejado como ahora Carmen estaba a punto de hacer conmigo. Bueno, o no, porque la esperanza es lo último que se pierde y yo aspiraba a convencerla frente a una taza de té- porque ella es de té- que aún había una posibilidad de arreglar nuestras cosas. La tarde plomiza ayudaría porque, pensaba yo, ¿quién desea irse solo bajo la lluvia? Las tardes negruzcas llaman a abrazarse y a protegerse en común.
Cuando ellos se marcharon, yo ya sabía que no vendría. Cuando los vi correr con el gabán sobre la cabeza, cruzando en rojo por donde no estaba el paso cebra, supe que no la vería más.
No paró la lluvia en toda la noche. Hacia las nueve, harto yo del descafeinado y harto el barman de que ocupara una mesa con tan poco consumo, me decidí a regresar a mi apartamento. Los charcos eran espejos rotos, en las vidrieras de los escaparates me observaban maniquís tan tristes como yo, la ciudad ahora era más fantasmagórica que acogedora. Sonaba un clarinete en una esquina. Hay que tener humor para pedir monedas bajo esta tormenta, pensé. Y él pensaría, probablemente, que hay que estar majara para caminar en camisa bajo la lluvia, con las manos en los bolsillos, con paso pausado y la vista perdida en ningún sitio. Quizá, por eso, cuando el músico me vio, se arrancó con el singing in the rain. No le di ni un euro, claro.
2/6/11
Our Choice: A Plan to Solve the Climate Crisis
Our Choice: A Plan to Solve the Climate Crisis de Al Gore es la apuesta del que fuera vicepresidente de Estados Unidos en el campo de los libros enriquecidos. En este caso, se trata de su ya conocido discurso ecologista y acerca del cambio climático en un trabajo que, sin duda, es de calidad técnica con inclusión de videos, fotografías, textos, audio, mapas, infografía, etc. para las plataformas I-pad, Iphone e Ipod Touch. Pasa revista a los riesgos del futuro por un consumo no sostenible y da repaso a las energías alternativas como la eólica o la fotoeléctrica. Es una obra divulgativa y propagandística y no pretende ser rigurosa o científica.
1/6/11
Camöes Feast
Camöes feast de Regina Vater es un trabajo multimedia basado en una historia sobre el famoso escritor y poeta portugués del Renacimiento. De acuerdo a la leyenda, Camoes ofreció una cena a ciertos aristócratas en la que dedicó un poema a cada uno de ellos. Este trabajo digital es una recreación de aquella cena con ocho poemas escritos en este caso por poetas contemporáneos, extractos biográficos del poeta, añadiendo una galería de fotos de otra recreación real, un extracto de Las Luisiadas, bibliografía, y un enlace al blog de la firma que ha realizado la versión on-line Imediata. La obra es bilingüe, en portugués e inglés. Una obra interesante en la que, quizá, habría que haber trabajado más el interface, demasiado sobrio y en algunos lugares con dificultades de lectura por la elección de colores.