Yo soy el lienzo. Tú la pintora que dibujas recuerdos gratos en mi memoria. No usas colores, ni aceites, ni pinceles sino guiños, miradas, caricias, conversaciones y sonrisas. Grabas recuerdos en cada momento, sin proponértelo, sólo siendo como eres. Una charla nocturna llena de risas junto a un chupito de hierbas, un café y un cigarrillo mientras el camarero nos mira deseando que nos marchemos y nosotros deseamos que el tiempo se detenga y esa noche no termine nunca; un paseo por la playa desierta, abrazados bajo un paraguas que nos protege de un cielo de verano, extrañamente ventoso y encapotado; un largo desayuno de zumo y tostadas con aceite en la que nos alternamos los periódicos hasta que, también para que ese instante no termine, pedimos otro café cuando ya no queda nadie en la cafetería; un paseo matinal en el que las calles son alegres porque estás junto a mí, en que los escaparates reflejan nuestra imagen como si también se apuntaran a inmortalizar la vida hermosa a tu lado; un buenas noches, que duermas bien mientras me abrazo a tu cuerpo desnudo y sé, con total convencimiento, que estoy donde debo estar.
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