Te has ido. No te han dejado despedirte, no nos han dejado
decirte que te queríamos, que hemos disfrutado de tu viaje, de lo que has
hecho. Te has ido con las cosas atadas, con la conciencia limpia, sin hacer
ruido. Quizá mejor así, sin agonías, sin esas espinas y esos Gólgotas con que
la vida se empeña en castigarnos. Habías esquivado el destino antes, incluso
una vez un periodista anunció por error tu muerte- algo que dio para tanta
risa-, pero esta vez te tomó por
sorpresa, compartiendo momentos, conversación y un café con los amigos. Te has
ido pero nos queda mucho porque hay recuerdos, tantos recuerdos que pueden
llenar un libro completo. No podré ya charlar contigo ni podrás aconsejarme
pero quedan nostalgias y enseñanzas, quedan los recuerdos, tantos recuerdos.
Aprendí a jugar contigo, las fotos grisáceas que aún conservo así lo
atestiguan, tú adolescente, yo haciendo castillos en la arena de la playa. Todavía
recuerdo los chistes que hacías, los regalos que traías, las enormes cajas de secos
polvorones que por navidad te empeñabas en comprar.
La vida te echará de menos, extrañará tus ganas de disfrutar
de ella, de pasarla con los amigos y para los amigos. El mundo añorará tu
compromiso social, tu rectitud, tu honradez, tu dolor por la injusticia del
mundo, tus ganas de cambiar las cosas, esa disposición casi infinita a hacer
favores, a hacer tuyas tareas y cuitas que en nada te concernían sólo por
afecto, por cariño, por amistad. Echaremos de menos tu bondad que a veces era
ingenuidad. Las largas veladas alrededor de un cointreau y
mil cigarros se preguntarán dónde está aquel jugador de mus tan poco hábil
manejando las cartas como divertido en el lance. Faltarán tus disertaciones,
tus ganas de ayudar, tu servicio a todo y a todos, tu dadivosidad, tu meticulosidad que a veces
me sacaba de quicio, tu capacidad de trabajo, tanta que creíste que la empresa
era tuya, tu osadía para viajar por el mundo cuando nadie lo hacía, tu valentía
para enfrentarte a un ordenador que ocupaba una habitación entera cuando nadie
sabía lo que era una calculadora, tus ganas de cenar con amigos para contaros
cosas, aunque nunca se te vio por la cocina, tu generosidad, esos sempiternos
cargos no retribuidos pero fatigosos que te caían en asociaciones y vecindarios
porque lo hacías estupendamente y te volcabas sin rechistar. Has sido un hombre
bueno, en el buen sentido de la palabra como dijo Machado.
Aunque no eras muy dado a creencias en el más allá, seguro
que en dónde te encuentres ahora ya te habrás remangado y habrás preguntado qué
hay que organizar, qué hay que buscar, a
quién hay que ayudar. Tendrás planes para organizar el cielo y San Pedro te
habrá endilgado todas las tareas inacabadas que queden por el paraíso. Estarán encantados de tenerte.
Eras mi tío. Un buen tío. Buena gente.
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