7/9/13

Contigo





Por cuatro noventa merece la pena cenar en esa hamburguesería. Doble de carne, patatas fritas, un sobrecito con aros de cebolla y una coca cola grande. Como está ubicada al final de centro comercial, no suele estar llena, la decoración es agradable y la carne, igual de grasienta en apariencia, parece de más calidad que la de las grandes cadenas. Eligen una mesa con dos banquetas corridas, forradas en skay.
 
-        Me alegro que hayas regresado. Se me ha hecho largo tu viaje – le dice la chica, mientras con una de sus manos juguetea con los anillos que lleva en la otra, fijando la vista en ellos, sin mirarle.
-        Sí, yo también, pero ¿qué quieres?, el curro es el curro- contesta él, delgado, pecoso, con una nariz excesivamente ancha, pelo lacio, enfrascado en teclear algún mensaje en su Smartphone.
-        ¿Sabes?, estuve el martes con Paola en el cine. Una película muy romántica sobre una pareja que vive en Berlín y se traslada a la India. No me acuerdo cómo era el título.
-        No importa. Si te gustó, está bien.
-        Sí, nos gustó a las dos. Podías haber venido de estar aquí.
-        Odio el autocorrector – musita él.
-        ¿Qué? – ella le mira por un instante para volver a juguetear con los anillos.
-        ¡Ah!, perdona, estaba hablándole al teléfono. Es que escribo y me cambia las palabras.
-        Ya, a mí me pasa lo mismo. ¿A quién escribes?
-        A Juanma. No sé si va a venir con la panda el sábado.
-        ¿La panda? – ahora, sí fija sus ojos en él.
-        Sí, vamos a fiestas de Bilbao.
-        ¡Joder!, no me lo habías dicho. Yo tenía otros planes. – protesta la chica.
-        Lo siento – él la mira por un momento y continua escribiendo-, se me habrá pasado. Con tanto curro, se me olvidan la tira de cosas.
 
La camarera les trae las bandejas con la hamburguesa de dos pisos, las patatas, el tomate y dos hojas de lechuga. Toman los cubiertos y se ponen a comer inmediatamente. Tienen hambre. En el teléfono de él suena un pitido y, mientras come, usa su otra mano para deslizar un dedo por la pantalla. Se ríe.
 
-        ¿Qué pasa?- pregunta ella, sin dejar de comer.
-        El guasap - él vuelve a sonreír. – Este Igor es la leche, no sé de dónde coño saca estos chistes.
-        Entonces, ¿cuándo vamos a estar juntos? – pregunta la chica.
-        Ahora estamos juntos.
-        Pero es poco.
-        ¿Y qué quieres que haga? – contesta mientras unta un trozo de carne en el tomate.
-        ¿Vamos luego al cine? – sugiere ella.
-        Estoy muy cansado. Compréndelo, acabo de llegar del viaje. – se excusa él – Espera, que le voy a contestar a este jodido- se pone a teclear.
 
Han acabado la comida pero les queda media coca-cola.
 
-        ¿Tienes muchos mensajes?- pregunta.
-        ¡Uff! No veas, estoy en veinte grupos al menos. Y ya sabes, chica, hay que contestar, estar presente.
-        Sí, claro, lo entiendo – el anillo del meñique está flojo definitivamente. Tendrá que llevarlo a ajustar.
 
Han terminado la bebida y pedido la nota.
 
-        ¿A escote? – es él el que habla.
-        Vale, cinco euros cada uno.
-        Aquí van.
-        ¿Entonces, no vamos al cine?
-        De veras, que estoy muerto. Otro día ¿vale?
-        No me haces suficiente caso. – protesta ella.
-        ¿A qué viene eso ahora?- contesta sin apartar la vista de la pantallita del teléfono.
-        Pues que entre el trabajo, tus amigos y tu cansancio, me paso el día sola.
-        No digas eso. Ya sabes que te quiero, pero tenemos que adaptarnos a las circunstancias. Ya tendremos tiempos mejores – el “pip” que anuncia la llegada de nuevos mensajes suena seis o siete veces.
-       Es que te echo mucho de menos cuando estás lejos. Yo quiero esto, tenerte conmigo, como ahora, charlando tan bien como estamos.
 
Él no llega a escucharla porque el Whatsapp está que arde esta noche. Juanma acaba de contestar y está leyendo lo que dice.
 
 
 
 

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