A las ocho y media, al poco de abrir el restaurante, apenas
hay todavía comensales. El comedor es recoleto, con las mesas separadas para
permitir una conversación privada y agradable, la luz amarilla y cálida, música
de fondo con slow jazz, un búcaro con una rosa blanca en el
centro de la mesa.
-
¿Tomamos un aperitivo? – pregunta José.
-
Lo que tú quieras, la verdad es que no estoy con
mucho ánimo- contesta Manuel.
-
Por eso te he invitado a cenar. Aquí, tranquilos. Para algo están
los amigos, ¿no?
-
Estoy bien, ya te lo dije por teléfono. No
tienes por qué preocuparte.
-
Ya, ya, se te ve. Estás feliz y eres una fiesta
personificada. Echas cohetes, vamos.
-
¿Me vas a dar la noche, no?
-
Joder, Manuel, no eres un chaval. Ya sabes lo
que es esto de estar enamorado. Tiene sus picos y sus valles, va a ratos, nada
nuevo en el mundo.
-
Ya, pero eso ayuda poco.
- Estáis juntos, ¿no? ¿qué se te pasa por la
cabeza, entonces?
- Yo qué sé, José. Si lo supiera podría hacer algo
pero no sé qué hacer ni cómo lidiar con esto.
-
Ella dice que te quiere, así que tranquilo.
-
Sí, eso dice… pero…
-
Pero no te lo crees, ¿no es eso?
- Esas cosas se notan, José. Una cosa es tener
afecto, cariño, estar a gusto, y otra muy distinta es estar enamorado.
-
¿Y ella no lo está?
-
Cada vez estoy más convencido de que no.
-
¿Por qué?
-
Por detalles, porque nunca tiene tiempo…
- Igual está muy ocupada. Ya sabes, el trabajo es
imprevisible. Tampoco tienes que verlo todo por el lado oscuro. Hay cosas que
son simples casualidades.
-
Cuando estás de verdad ocupado, lo estás para
todos, y ella sólo lo está cuando tiene que estar conmigo. Con su cuadrilla,
con sus amigos, no es así. De hecho, tiene una vida social la mar de activa. Además, no es cosa de tiempo. No lo he expresado bien. Lo que quiero decir es que no tiene la necesidad de tenerme como yo sí la tengo de ella. Puede pasarse sin mí y no me echa de menos.
-
¿Y por qué no se lo preguntas directamente?
-
Es esquiva. Entiendo que tiene que ser difícil
decirle a alguien que ya no es lo mismo, que el sueño ha pasado, que la ilusión
se ha convertido en cadena, yo qué sé. Igual tengo miedo de plantearlo con franqueza.
No sé, José, cuando estás enamorado es
difícil pensar bien, todas las alternativas parecen malas. Si presionas sientes
que la atas; si no lo haces, sientes que la dejas ir sin importarte que lo
haga. Si le dices que la amas parece que quieres hacerle chantaje sentimental;
si no se lo dices, das pie a que aún se separe más de ti. Una mierda, todo una
mierda.
-
¿Hay alguien más?
-
Recuerdos de amores mejores que el mío.
-
¡Cómo suena eso! Te ha dado por la mala poesía.
-
No sé, José. No sé nada. Aparte de que la adoro,
no doy para más.
-
Ánimo, tío. No saques las cosas de quicio. No
presupongas, no supongas lo que no sabes, no especules. Estáis juntos, dice que
te quiere, tú estás loco por ella, disfruta del momento, ¿no? No te comas la
cabeza.
-
Lo peor es el cansancio, te consume por dentro.
-
¿Cansancio?
-
Es agotador amar a quién no quiere que le ames.
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