27/10/10

About The Other Animals







About The Other Animals de Ariana-Sophia Karsonis es un poema visual con un interface sencillo, de pocos colores, plano en su planteamiento, lento en su desarrollo, con una banda sonora intimista – música, sonidos, gritos lejanos- que logra una atmósfera lírica de gran calidad con tan pocos recursos, un homenaje a lo animales que no pudieron embarcar en el Arca de Noé y que se sacrificaron por los demás. Y un grito contra un Noé que prometió volver a por ellos y no lo hizo. Una metáfora de los seres que quedan aparcados en la sociedad de hoy, de las víctimas en el camino.


26/10/10

Maldita web


Maldita web de Javier Miranda-Luque es una cibernovela, una historia de las relaciones en Internet volvada en Internet, una especie de teatro dentro del teatro, que se va desarrollando a través de posts dentro del blog del autor y en donde los primeros capítulos son mucho más elaborados y extensos que los más actuales, como si el escritor se hubiera ido cansando de su propia obra. Una reflexión sobre la relación en pareja, sobre el aparentar lo que no se es, sobre el sexo, sobre la soledad en elmundo virtual actual en el que muchas de nuestras relaciones son meros artificios digitales: blogs, chats, e-mails, messengers y demás parafernalia. Una sociedad a caballo entre lo real y lo imaginario o lo imaginado. Una nueva forma de estar juntos que no atiende al sexo (suplantado en ocasiones), la edad (mentida generalmente), el éxito en la vida (faso casi siempre) y el lugar de residencia (oculto). El texto incluye enlaces que nos llevan a otros lugares de la red, en muchas ocasiones fotografía pero en otras páginas web relacionadas con el texto. Un buen e ingenioso uso de los recursos que blogger pone a disposición del usuario (por ejemplo, adscribiendo blogs a los personajes). El autor ha sido reconocido con numerosos premios.











25/10/10

African American Women Writers



African American Women Writers de la Biblioteca de Nueva York es un ensayo digital sobre las escritoras africo americanas del siglo XIX, con autoras como Eloise Bibb, Lucy Delany, Pauline Hopkins, Mary Prince o Mary Tucker entre otras muchas. Las obras pueden ser accedidas por título, por género o por autora. Un trabajo de alta calidad, con una enorme cantidad de información textual y gráfica y enlaces a fuentes externas. Permite una visión significativamente profunda de estas escritoras, bastantes de ellas desconocidas y casi todas poco reconocidas pero que alcanzaron una calidad artística notable en algunos casos. Algunas de estas escritoras, de raza negra en una sociedad esclavista, no tuvieron ninguna opción de dar a conocer su valía. Este ensayo digital es un tardío y merecido reconocimiento.

A little atomic bomb


A little atomic bomb de Bukoswki es un texto animado en vídeo, en el que sobre la voz del poeta recitando su propio poema se superponen imágenes que fortalecen la visión de una humanidad loca, solitaria, deseosa de destruir incluso lo que no posee. Un breve trabajo en que la batería de efectos multimedia enriquece sin duda el poema. Y el recitar de Bukoswki no puede ser mejor.

Aquí puede verse el vídeo:











24/10/10

GenoChoice



GenoChoice de Virgil Wong es un inquietante relato interactivo, con altas dosis de ironía, sobre un mundo en que es posible crear el AND de nuestros hijos en una clínica privada que permite elegir aquellos rasgos genético deseados. Un trabajo que combina texto, vídeos, gráficos y una alta interactividad que hace que el lector vaya viviendo la historia de un modo muy verosímil: la visita al hospital, el escaneado de nuestro propio ADN donde se descubre todas nuestras imperfecciones, el upgrading (como si de un viaje en avión se tratara) a unos genes mejorados, el precio a pagar. Un escenario muy bien construido donde podemos encontrar una webpage completa del supuesto hospital que se dedica a estas prácticas (realizado además con gran calidad combinando Flash y HTML), unos personajes verosímiles y creíbles que potencian la historia y unos procedimientos que encajan perfectamente en los códigos de la medicina actual.


El silencio se mueve



El silencio se mueve de Fernando Marías es una novela juvenil peculiar que pretende aunar en un único espacio lo digital con lo tradicional, el libro digitalizado con el libro en papel. A simple vista es un libro convencional. Sin embargo, a lo largo de sus páginas se hallan gráficos que no son simples adornos sino que son parte sustancial de la intriga; enlaces a webs (el enlace anterior) que es preciso visitar si se desea entender la lectura y poder proseguir con ella; un blog ; un guión cinematográfico incluido en el argumento; un comic que también resulta significativo, etc. Incluso un teléfono que promete estar activo las veinticuatro horas del día. El universo lector no se reduce, pues, a las páginas impresas sino que estas se imbrican obligatoriamente en un espacio mucho más amplio que incluye la red. La novela es, por tanto, una obra multimedia aunque sea en papel. Literariamente, es una obra interesante, sobre la guerra civil española , una historia realista que trata sobre la relación entre padres e hijos, sobre la historia de la familia de Juan Pertierra a cuya niñez nos retrotraemos, por ejemplo, a través de los dibujos de una niña que aparecen en las páginas del libro. Seductora y no tan juvenil como aparenta.



Kosmopolis BookCamp



Kosmopolis 2010 se celebra este fin de semana en Barcelona en torno a tres líneas paralelas. Por un lado BookCamp , una conferencia dedicada a tratar todos los aspectos del libro y, en particular, del libro digital. Por otro, la exposición Pequeños editores, grandes libros y, por último, las conferencias de Zygmunt Bauman, Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010 y Lawrence Lessig, uno de los creadores de Creative Commons. El programa (cuyos horarios pueden verse aquí ) contiene las siguientes actividades:


Programación:


ASESORÍA SOBRE DERECHOS DE AUTOR, PROPIEDAD INTELECTUAL Y CC
Espacio de consulta

Nuevas y viejas dimensiones de la desigualdad
Conferencia de Zygmunt Bauman

Liberando la cultura para que sea cultura
Conferencia de Lawrence Lessig

SESIÓN BOOKCAMP: Dispositivos móviles, lectura y mBooks

SESIÓN BOOKCAMP: Lenguas minoritarias y libros electrónicos: amenazas vs. oportunidades

SESIÓN BOOKCAMP: Hábitos lectores literarios, en la encrucijada entre el mundo analógico y el digital

SESIÓN BOOKCAMP: Libros ilustrados para niños y nuevas tecnologías

SESIÓN BOOKCAMP: Atomizando la ciudad

SESIÓN BOOKCAMP: Pequeños editores, estrategias de resistencia

SESIÓN BOOKCAMP: Tecnologías del papel

SESIÓN BOOKCAMP: Bifestival #twpo y #twna

SESIÓN BOOKCAMP: Bibliofrenia

SESIÓN BOOKCAMP: Perdiendo el control

SESIÓN BOOKCAMP: Evolución y diseño de las interfaces de lecto-escritura: del papiro al iPad

SESIÓN BOOKCAMP: Del libro impreso al ebook, síntomas de un gran cambio cognitivo

SESIÓN BOOKCAMP: Mashup books, o el buffet libre de la lectura

SESIÓN BOOKCAMP: Ebooks y conocimiento, rompiendo limites y creando posibilidades

SESIÓN BOOKCAMP: Propiedad intelectual y derechos de autor

SESIÓN BOOKCAMP: El oficio editorial en la web social

SESIÓN BOOKCAMP: Lectura y herramientas 2.0. La experiencia de las Bibliotecas de Barcelona

BOOKCAMP
Unconference dedicada a tratar todos los aspectos relacionados con el mundo del libro









23/10/10

La boda


Para la boda de su hija Lucía, Juan Bautista Bengoechea eligió el prado junto al molino viejo, al sur de la hacienda. Respetó los dos tilos que daban sombra al edificio pero mandó segar la hierba con precisión e hizo que dos jardineros plantaran begonias y azaleas. Hasta hizo traer dos rododendros enormes de flores rosas del mejor vivero de plantas de La Habana que, afortunadamente, prendieron rápidamente sobre la tierra esponjosa de la plantación. Construyó una pérgola en madera de nogal y la cubrió de campánulas lilas y lirios enanos del Brasil que tejieron sobre los tableros una red de colores que centelleaban con el sol del atardecer. El molino fue restaurado e, incluso, molieron unos quintales de harina para cerciorarse que las muelas encajaban a la perfección y que los engranes, labrados en elondo, crujían al girar con aquella música especial que recordaba desde niño. No reparó en gastos y, durante varios meses, él mismo cabalgó a diario hasta la zona asegurándose que la cuadrilla de obreros cumplía con los plazos y seguía al pie de la letra las instrucciones de Pedro Juárez, el decorador que había contratado. Como un día le dijo a su querida hija:

- Una boda es algo que debe recordarse siempre. Y yo quiero que tú tengas ese día como el más feliz de su existencia- antes de tomar su mano y besársela como lo hacía con las aristócratas del club marítimo.

Era su única descendiente y él se esforzaba en complacerla, quizá como tardía compensación a una esposa que había muerto siendo ella chiquilla y a la que recordaba con el profundo remordimiento de no haberla atendido lo suficiente, absorto como estaba en hacer crecer a la finca y labrarse un prometedor futuro en los negocios.

Lucía había cumplido los diecinueve en enero. Era alta, quizá demasiado para lo que estaba bien visto en la región, de facciones agradables sin llegar a ser de belleza empalagosa, sus ojos eran más negros aún que su cabello, atrapado en un peinado elegante y juguetón. Era, sin duda, una mujer sensual en sus gestos y en sus maneras y ello, unido a su evidente inteligencia, hacía que fuera pretendida por los jóvenes más acaudalados del sur de la isla, como Fernando Renaldi, hijo de banqueros y experto luchador de esgrima; o Matías Márquez que, a sus veinticinco años, ya dirigía una de las mayores empresas mineras del país. La chica, sin embargo, nunca les había prestado mucha atención, quizá porque los conocía desde que fuera niña y, o bien los detestaba a ratos por su pedantería, o bien los trataba como a hermanos poco avenidos. Lucía era también el destino de los suspiros de otros muchos chicos de menos fortuna que debían conformarse con verla pasar en el carruaje, sentir sus pasos por los pasillos mientras se dedicaban a efectuar las tareas domésticas encomendadas a los criados o maldecir por su poca suerte en este mundo mientras soñaban con los labios carmín de la joven. De entre todos ellos, Fermín Ruiz era quizá el más imposiblemente enamorado o, al menos, eso afirmaban todos tras verlo tallar el nombre de ella en muchos de los árboles del bosque o casi atropellarlo con la calesa cuando se quedaba inmóvil en medio de la calle, como una estatua, absorto al verla pasar. Hijo de una cocinera del hotel Varadero, su madre había logrado, no sin esfuerzo, que asistiera a la escuela y que tuviera una formación que pocos de su condición tenían. El chico era despierto en el trabajo y le apasionaba leer. Entonces, cuando caía un libro en sus manos, se transfiguraba y parecía más muerto que vivo, una especie de fantasma en trance, viajando a través de las ensoñaciones que las novelas creaban en su mente. Un día, había entrado eufórico en casa y había gritado ante su atónita madre:

- ¡Me caso, madre!

- ¿Con quién, hijo? ¿Cómo es que no sabía yo nada de que andabas con una muchacha?

- Ella aún no lo sabe, madre. Se trata de Lucía Bengoechea. En cuanto ahorre unos pocos dineros, pediré su mano.

Su madre sonrió con cierta tristeza y, por única respuesta, le tendió un plato repleto de gachas mientras le revolvía cariñosamente el pelo con una caricia.

Juan Bautista Bengoechea se sorprendió cuando su hija le hizo saber que amaba a Edward Perkins, un americano que había llegado a Cuba unos pocos años antes y que realizaba jugosos negocios cultivando tabaco y vendiéndolo en Nueva York. Su fortuna era notable y la gastaba con ligereza. De treinta años, cautivó enseguida a Lucía. Su porte, sus modales cosmopolitas, sus trajes de raya fina comprados en Boston o en Chicago, su acento inglés tan sugerente la atrajeron. La forma en que él la trato, como a una mujer deseable y no una chiquilla, la sedujeron. Los besos arrancados con temor tras una invitación al teatro, la enamoraron. Nunca quedó muy claro dónde se habían conocido y dónde hicieron crecer su amor pero lo cierto es que un día se presentaron ante don Juan para hacerle saber que pretendían crear juntos una familia. El viejo hacendado receló al principio- él pretendiente era demasiado viejo y demasiado experimentado para su gusto- pero unos meses después se convenció de que Perkins llevaba buenas intenciones y amaba honestamente a su hija. Además, nadie podía negar que se trataba de un buen partido y la idea de entrar en el negocio del tabaco terminó por demoler todas las reticencias que tenía hacia el enlace. Una vez que aceptó al americano, se volcó en la ceremonia y en hacer feliz a Lucía. Incluso, pensaba, había entablado una sincera y franca amistad con quien iba a ser su yerno. Le gustaba escucharle hablar de la vida social en los Estados Unidos, anécdotas en el Carnegie Theater y cenas con baile en el Paramount Pabilion. Perkins le había prometido viajar juntos a Nueva York unos meses después de la boda y planeaban contactar con John Harrison, un importador de cereales que podía hacerle millonario a poco que comprara la producción de sus cosechas. Bengoechea se sentía feliz y notaba que la alegría se había enraizado en la hacienda, en la casa y en las actividades de cada día. En general, era así. Se respiraba un ambiente de fiesta, aún cuando quedaban meses para el día señalado. Las criadas fabulaban sobre cómo sería el traje de Lucía y se mostraban celosas de que aquel apuesto individuo pareciera tener sólo ojos para ella. Mamá Rumba, la mulata que se encargaba de controlar al servicio, había revivido y, a pesar de sus sesenta años, no paraba de dar órdenes, hacer preparativos y maldecir a todo aquel que descolocaba cualquier adorno de la casa.

Fermín Ruiz no compartía aquella dicha. Por el contrario, se sentía profundamente desdichado. Si no llegaba un milagro del cielo, su sueño de desposar a Lucía iba camino de frustrarse para siempre. Adelgazó, dormía mal y se volvió haragán en sus labores al punto que Rumba le había ya pateado el trasero en un par de ocasiones. No quería leer y, en un arrebato de ira, había destrozado tres libros que guardaba en su alcoba.

- Los libros son mentira, madre- había gritado-, es todo mentira. No es verdad que las cosas puedan cambiar para los pobres. Nada es verdad. Los pobres nacen jodidos y mueren jodidos.

Tan triste y tan enojado se mostraba que medio pueblo acabó por saber que estaba enamorado de Lucía y que se sentía despechado por el anuncio del casamiento con Perkins. Las habladurías, como no podía ser de otra manera, llegaron también a oídos del patriarca que decidió tomar cartas en el asunto y despedir de inmediato a Fermín. No podía permitir que un don nadie tuviera siquiera sueños de tocar a su queridísima hija. Pero don Juan comentó el hecho y sus intenciones con la chica y esta se compadeció del joven.

- No, padre. No puedes despedirle sólo porque crea estar enamorado de mí. Casi debiera sentirme halagada, ¿no crees?. No temas, se le pasará pronto, encontrara a otra moza de su clase. Además, ¿qué nos importa un simple criado? No quiero que nada malo le ocurra a nadie en estos días en que me siento tan dichosa…

Juan Bautista Bengoechea, un poco a regañadientes, descartó la idea de castigar al muchacho y olvidó todo aquello, enfrascándose de nuevo en la decoración del jardín para la boda.

Llegó el día, y la naturaleza se alió con los novios. Cuando el padre Dámaso inició la misa, el cielo se tiñó de velos rosáceos que armonizaban con las flores. Un vientecillo suave y tibio mecía las hojas de los tilos y las aspas del molino giraban con parsimonia. Los invitados, más de cien, permanecían sentados en sillas labradas en hierro y forradas de terciopelo alrededor de la pérgola. Una orquestina atacó la marcha de Mendelshon y Lucía soltó la mano de don Juan para ponerla sobre la de Perkins. El cura preguntó al hombre si aceptaba a la chica como esposa y él afirmó que sí, que lo deseaba más que nada en el mundo, que la amaría en la salud y en la enfermedad, hasta que cerrara sus ojos en el hálito final, porque él deseaba marchar antes que ella. Después fue el turno de Lucía.

Pero en el mismo instante en que correspondía dar el sí a la muchacha, un estruendo llegó desde el molino. Una ristra de pucheros, de cazuelas y de sartenes atadas con cuerdas cayó desde el techo, arrastrando una pancarta que alguien había enrollado disimuladamente en un lateral de la casona. Al oír el ruido, inesperado y estridente, todos los convidados voltearon la cabeza para ver qué sucedía. Los cachivaches cayeron en desorden y la cuerda tensó la sábana sobre la que estaba escrito un enorme “Perkins, eres un mal hombre. Paga o muere. Es el último aviso”.

Ni que decir que la conmoción fue tremenda. Del susto se repusieron pronto pero del bochorno no. Juan Baustista Bengoechea sintió que su corazón se desbocaba, primero de preocupación y luego de ira contra el desconocido que había causado todo aquello. Tanto tiempo preparando la boda, todos los detalles calculados al segundo, tanto dinero invertido, tantas ilusiones volcadas en la ceremonia para que, así de pronto, todo se viniera abajo en un instante. Lucía, su querida niña, ya no recordaría el enlace como el día perfecto y el evento sería la comidilla de todas las meriendas y comidas en el Ateneo hasta que se acabara el mundo. Tuvo que hacer acopio de toda su fortaleza mental para calmar a los invitados y rogar que la ceremonia continuara. Al cabo, nada había ocurrido. Tan sólo una broma de mal gusto hecha por un desalmado que no tenía el valor para presentarse, un traidor al que tarde o temprano daría caza.

Fue Perkins el que recondujo definitivamente la situación:

- Le ruego padre- dijo sonriente- que pregunte a la dama si quiere desposar a este humilde hombre que quizá no sea un buen hombre y no pague sus deudas pero que la ama con locura.

El beso que el protocolo manda selló el amor de los contrayentes y la anécdota del molino pareció olvidarse durante la copiosa cena a base de asado y de pescados marinados en salsa de erizo, de pasteles de maíz con merengue y de licores de caña. Encendieron farolillos de colores y espantaron los mosquitos con cirios aromatizados. Hubo baile y los músicos encadenaron una melodía con otra, un vals con otro, sin solución de continuidad. Las criadas servían limonada y brandy, ron y ponche, vino dulce y canutillos con helado. Fue una fiesta amable y alegre que duró hasta casi la madrugada, cuando los últimos carruajes se alejaron por el camino del río. A pesar del susto y de la broma de mal gusto, Juan Bautista se acostó satisfecho del resultado mientras que Edward y Lucía no tuvieron tiempo para recordar el incidente. Finalmente, todo parecía haber acabado bien.

Parecía. Porque lo cierto es que las sartenes cayendo y la pancarta con el aviso de un desconocido se convirtió en el tema de moda. Unos aseguraban que todo era cierto, que Perkins había hecho su fortuna en turbios negocios madereros que esclavizaban a nativos; otros que era traficante de armas y algunos más que mantenía dos concubinas en Boston. Otro grupo le defendía y afirmaba que era un buen hombre y que todo era fruto de la envidia por llevarse a la flor más exquisita de Cuba. Las habladurías no cesaron y, como siempre ocurre en estos casos, de los hechos verídicos se pasó a establecer causas posibles y de estas a buscar culpables y a poner nombres. Antes de que pasara una semana, el nombre de Fermín Ruiz corría de boca en boca y pocos eran los que no afirmaban que era él, y no otro, el que había tendido la funesta broma a los novios durante la ceremonia. Lo que, en un principio, fue solo un rumor se convirtió en certeza. ¿Por qué achacar inconfesables negocios a Perkins cuando era evidente que los celos lo explicaban todo? Todos le habían visto quedarse alelado ante Lucía; todos le habían oído gritar de amor primero y de despecho después. No podía, además, esperarse nada bueno de un sirviente que leía. Ya lo había escrito el conde Markowi: “un criado que lee sólo traerá problemas al que lo contrate”. Un caso vulgar, por lo demás. Un chico celoso que intenta vengarse de la amada que no le hace caso alguno y del hombre al que ama. Pronto, todos quedaron convencidos de que el muchacho era culpable aunque no hubiese prueba alguna de que hubiese estado implicado.

De hecho, no lo estaba. Ni siquiera supo nada del jaleo hasta unos días después cuando se percató de que la gente lo miraba de forma extraña y de que cuchicheaban a sus espaldas. Su madre oyó el rumor y, con un disgusto que le encogió el corazón, se lo contó entre llantos. Le pidió que se marchara, que se alejara por un tiempo, pero Fermín, orgulloso, rechazo la idea:

- Yo no he hecho nada, madre. Nada. Ni sé de qué hablan. Si algún delito he cometido es amarla. Sólo de eso soy culpable.

Aunque nunca se supo, porque no dio tiempo, Perkins no era todo lo buen hombre de negocios que aparentaba y había tenido que endeudarse en Carolina del Sur con un empréstito que no había pagado. Los deudores se habían cansado de esperar y las pobres cosechas de tabaco no hacían prever que obtuviese el dinero con facilidad. Los avisos no le habían amedrentado y el tipo se mostraba orgulloso. Estaban seguros de que la pancarta le ablandaría, le haría comprobar que sabían de cada uno de sus pasos. Sin embargo, Perkins no había soltado ni un dólar. Decía que pagaría, sí, pero no daba plazos. La paciencia de los accionistas había llegado a su fin. Era hora de terminar con todo aquello. Si no pagaba vivo, el seguro de vida que su suegro había suscrito pagaría por él.

Los rumores sobre Fermín Ruiz llegaron a oídos de Juan Bautista Bengoechea el mismo día en que un tipo de Louisiana, más grande que el molino del jardín, desembarcaba en La Habana con instrucciones muy precisas acerca de Edward Perkins. La decisión de despedir al muchacho- hubiese o no pruebas de su implicación en los hechos; más valía prevenir que curar- la tomo don Juan a la misma hora que el grandullón de Louisiana llegaba a la plantación, haciéndose pasar por un campesino más que volvía del trabajo.

- Ven- le dijo Bengoechea a su hija- , despediremos juntos a ese miserable. Si tuvo algo que ver se acordará toda su vida.
- Pero, padre, no tienes prueba alguna. Y no ocurrió nada. Fue una broma descortés pero sin repercusiones. Es un buen criado. De hecho ahora debe estar llevándole algo de cena a Edward.

- Ven conmigo- don Juan se iba enfadando a medida que recordaba lo sucedido- te dije que deberíamos haberlo despedido hace mucho. Ven, lo buscaremos y lo despediremos juntos. Así recordará siempre lo que hizo. Si, como dicen, está enamorado de ti, le será especialmente doloroso que seas tú misma la que lo eches a la calle.

A la misma hora que ambos se dirigían al ala sur en busca de Fermín, el hombre oculto enviado por los prestamistas de Boston llegaba ante la habitación de Edward Perkins. Entró con sigilo y le bastaron diez segundos para apuñalarlo en el estómago. Ni siquiera chilló. Cayó al suelo, apretando sus manos contra su vientre, apenas dándose cuenta que la vida se le iba y que estaba pagando su deuda con el máximo de los intereses.

Dos minutos después, Fermín llegaba a la estancia con la bandeja de la cena en sus manos. Vio la puerta entreabierta y, al no recibir respuesta, entró. Perkins yacía en el suelo, muerto. La bandeja se estrelló contra las baldosas y Ruiz corrió hacia el hombre:


- ¡Señor!, ¡Mister!- gritó excitado y temeroso- ¡Señor!...

Se arrodilló junto a él, tomándole el pulso y comprobando que estaba muerto. Asesinado, como así lo atestiguaba el puñal clavado en su cuerpo.

- ¡Te lo dije!¡Lo sabía!- oyó gritar a sus espaldas.

Se giró y vio a Lucía que lloraba y se abrazaba a su padre. Vio a don Juan que esgrimía una pistola recién sacada de su bolsillo y a tres o cuatro criados que corrían con bastones a prenderlo.

- Te lo dije, te lo dije, todo el mundo sabía que había sido él, que los celos lo consumían. Pagará lo que le ha hecho a tu marido. Qué lástima, qué lástima. Tan joven y viuda ya- Bengoechea, sollozando, la abrazó con cariño mientras pedía a los criados que ataran bien a Fermín Ruiz mientras llegaba la policía.

22/10/10

International Conference on Intelligent Text Processing and Computational Linguistics



Del 20 al 26 de febrero del 2011 se celebrará el Tokio el duodécimo International Conference on Intelligent Text Processing and Computational Linguistics organizado por la ACL (Association of Computational Linguistics). Los temas propios del evento se refieren a los formalismos gramaticales, la representación del conocimiento lingüístico, semántica, resolución computacional de las ambigüedades del lenguaje, resolución de las anáforas, generación automática de texto, traducción automática, procesadores inteligentes de texto, interfaces de lenguaje natural, etc. En este momento, está abierto el plazo para recibir propuestas de ponencias hasta el primero de noviembre.







21/10/10

II Jornadas Técnicas de ANELE



Al igual que en el
pasado año , ANELE organiza en la sede del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Madrid, las II Jornadas Técnicas cuyo tema principal será "La transformación de los hábitos de lectura y escritura: el impacto de las Nuevas Aplicaciones disponibles en los Centros Educativos". Tendrá lugar el próximo día 26 y se analizará el impacto de la introducción de las tecnologías digitales en las aulas y su repercusión en la competencia lectora. En la escuela del siglo XXI, los libros digitales enriquecidos deben permitir ofrecer conocimientos personalizados y adaptados al nivel de cada estudiante. El programa de este año es:

PROGRAMA DE LAS II JORNADAS ANELE

9:00-9:30 Recepción asistentes - Entrega documentación.
9:30-10:00 Sesión de apertura - Autoridades.
10:00-10:45 Libros digitales enriquecidos.
Peter Collingridge, fundador de la editorial digital Enhanced Editions.
10:45-11:30 Comportamiento de los lectores ante los libros digitales.
Scott Lubeck, co-autor del estudio BISG sobre el proceso de compra y lectura de libros electrónicos en todo tipo de dispositivos (ordenadores, eReaders, iPads y tabletas similares)
11:30-12:00 Descanso - Café.
12:00-14:00 Lecciones aprendidas ante el Tsunami Internet: Recomendaciones de los profesionales de la información a los profesionales del mundo del libro.
Pepe Cerezo, Director de Investigación de Prisacom. Anteriormente fue director de estudios de la Fundación Orange y autor de varios estudios sobre la web social (‘eEspaña 2000-2007', ‘La blogosfera Hispana', ‘La Web 2.0'...) .
Enrique Burgos, Director de Marketing Relacional de Unidad Editorial (El Mundo) .
Fernando Morales Jiménez, responsable de Contenidos Multimedia (Internet, móvil y teletexto) de Informativos Telecinco y redactor jefe de Informativos Telecinco.com.
Mario Tascón, Editor de Diximedia, compañía que se dedica al desarrollo de medios exclusivamente en el ámbito digital (el blog 233grados.com, la web Practicopedia.com, y el portal lainformacion.com).
14:00-15:30 Comida.
15:30-16:15 Cómo fomentar la innovación en los procesos de aprendizaje: Intercambio de experiencias entre el sector financiero y educativo.
Ignacio Villoch, Director de Comunicación del Centro de Innovación del BBVA.
Fernando Egido Egaña, responsable del Área Digital e Innovación estratégica de Caja Navarra.
16:15-17:45
Contenidos colaborativos: Nuevas formas de acceso a la información y gestión del conocimiento.
Joaquín Rodríguez, Decano de Cultural Digital de la Escuela de Organización Industrial (EOI).
Laura Borrás Castaner, Directora Académica del Máster en Literatura en la era digital de la Universidad de Barcelona.
Eduardo Picón. Grupo de Investigación USC-PSICOM. Facultad de Psicología. Universidad de Santiago de Compostela.
17:45-18:00 Descanso.
18:00-18:45 Conferencia de clausura: "Transformación del mundo del libro" .
Rob Reynolds, Director de Diseño e Investigación de Xplana.
18:45 Clausura Jornadas: José Moyano, Presidente de ANELE

Más información,
aquí.



Reading Europe: European culture through the book



La Biblioteca Europea, y Europeana proponen Reading Europe: European culture through the book o lo que es lo mismo La lectura de Europa: cultura europea a través del libro que conecta con unas mil obras digitalizadas europeas, desde el Medievo hasta el siglo XXI. Todas las obras se presentan con un formato amigable en el que se pasan las páginas virtuales y hay escritos en 32 lenguas diferentes. Las obras han sido extraídas de la colección de 23 bibliotecas nacionales europeas. El portal en cuestión lo que hace es conectar con el archivo correspondiente en una de esas bibliotecas. Aunque el propósito principal es la lectura en línea, algunas de las obras se pueden descargar. Con cada obra hay un resumen de la misma con sus principales características. Hay asimismo escaneados de manuscritos y primeras ediciones.

20/10/10

La prueba



Se rascó el tatuaje del hombro. Siempre le picaba cuando estaba nervioso. Y hoy lo estaba. Se acercó hasta la mesa de la cocina y tomó una cucharilla. Aún estaba manchada del cola cao de la mañana. Con dos galletas. Era lo único que había probado en todo el día y no porque no tuviese comida en el frigorífico sino porque prefería permanecer en ayunas para estar más alerta, para mantener su cerebro bien atento y ávido. Desdobló la papelina con cuidado y colocó una pequeña cantidad en la cuchara. Prendió el mechero y calentó. Unos minutos después se sintió más calmado. Se dejó literalmente caer sobre el sofá y reconstruyó mentalmente lo que debía hacer. Era un día importante. Si todo iba bien, mañana sería un Puma gris con todos los derechos, podría tratar de tú a tú a los colegas, participar en el botín cuando descerrajaban algún cajero automático y, sobre todo, las pibas le verían como a un hombre, no como a un niño recién enrolado en la banda. Estaba ya anocheciendo. Habría que aguardar aún cuatro de horas hasta que fuera noche cerrada y el tráfico en la autopista hubiese disminuido lo suficiente. Una cosa era pasar la prueba, otra ir voluntariamente a la muerte. Por un instante, le vino al recuerdo el rostro de Juana. Le hubiera dicho que todo esto era una chifladura, que estaba loco, que se volviera al barrio. Y el de su padre saliendo a currar con un bocadillo de tortilla de chorizo que era lo que le gustaba. Cuando vivían juntos no lo veía mucho, cierto, pero ahora que había dejado la casa le añoraba. Bueno, a veces. Como esta noche, cuando se ponía nervioso.

Le esperaban en la plaza. Pedro, Sandro, Marquitos, el Berto, Rosa – le ponía aquella chica- y el jefe, Iván. Se saludaron con la coreografía de gestos de dedos y choques de manos que los identificaba. No hablaron mucho. Todos sabían qué había que hacer. Se adentraron por la calle Hilario y pronto llegaron cerca del puerto. Una pedrada certera apagó la farola de la esquina. Sacó la navaja y no tardó en abrir un Renault blanco aparcado. Si era blanco, todo iría bien. Le verían mejor. Se agachó bajo el volante, tanteó hasta dar con los cable y de un tirón los peló. El vehículo arrancó sin problemas. Prendió las cortas. No era cosa de llamar la atención de los picoletos antes de empezar. Comprobó que quedaba suficiente gasolina. Apretó sus manos contra el volante y lo hizo bambolear como cuando los pilotos de fórmula 1 calientan los neumáticos. Notó que sudaba. Debía esperar media hora. El tiempo convenido para que sus colegas llegaran hasta la zona de descanso del kilómetro treinta y tres. La imagen de Juana volvió a resbalarse por entre sus neuronas, en un último intento de que se volviera a casa. No podía hacerlo. Juana también sabía que no podía. Y su padre si le viera. Y todos. Si se acojonaba, sería un pringao en la vida.

Entró por la barrera 2 y tomó el ticket. Lo tenían bien estudiado. Dos kilómetros más allá, era posible cambiar de sentido saltando un pequeño badén que separaba ambos carriles. Abrió la ventanilla y dejó que el aire frío de noviembre le abofeteara la cara. Dudó un segundo, justo antes de encender las largas, dar el volantazo y saltar a la vía contraria. Aceleró. Serían diez minutos no más. Veinticinco kilómetros. Ciento cincuenta por hora. Las manos firmes sobre el volante. Conduciendo por la derecha según su marcha y confiando en que los automóviles que se le enfrentaran estuvieran conduciendo por su derecha. Iba bien, iba bien. No había tráfico. Cinco kilómetros ya. De pronto, una luz adelante. Sudor en sus manos. Tuvo que controlar un temblor en su pie que, por su cuenta y contrario a la voluntad de su cabeza, pugnaba por soltar el acelerador. La luz se hacía más grande y más grande. Y, de pronto, una sombra se cruzó con él a toda velocidad. El sonido de la bocina, ululando y cambiando de frecuencia a media que el otro coche se acercaba y después se alejaba, le hizo gritar. Una mezcla de pavor y de descarga de adrenalina por la aventura, por su entrada en la madurez del grupo. La primera prueba saldada con éxito. Sólo quedaban quince kilómetros. Otra luz. Más grande que la anterior. Ahora ya era experto, sabía lo que iba a ocurrir. El mismo miedo, la misma tensión, la misma bocina cambiante, la misma mole cruzando a su izquierda. Se pegó más al borde para asegurar sus opciones. La luz se agrandaba por momentos. Demasiado grande. Estaría muy cerca para verse tan grande. Sólo trece kilómetros para ser uno de ellos, un Puma, quizá para que Rosa- bonito nombre- se fijara en él. Las luces eran cada vez más grandes. Demasiado, pensó. Un bocinazo profundo, potente le aturdió. Los focos, inmensos, como lunas que cayeran sobre la tierra, le cegaron. Se le vinieron encima. Dio un volantazo sin pensarlo, sin darse cuenta que era sólo una impresión, que el tráiler con remolque pasaría volando por su lado. Llegó a ver los cristales saltar y cómo el morro del coche se iba arrugando, como un acordeón de músico de feria, el volante presionando su pecho, la sangre que se le escapaba de no sabía donde.

En el restop del kilómetro treinta y tres, Iván vio pasar un par de ambulancias y un coche patrulla con sus luces rojas y azules destellando en la noche. Supo que no hacía falta esperar más.


Please, use rear exit



Please, use rear exit de Brandon Perkins es una novela digital escrita en dos formatos. Por un lado, uno similar a un blog con páginas que van unas detrás de otras y, por otro, un interface mucho más elaborado en Flash con una simulación de libor en el que se pueden pasar las páginas. Claramente, el texto, la narración, es el elemento fundamental ya que toda la digitalidad viene a adornar y a vestir la historia, no a sustituirla ni a cambiarla en modo alguno. Aún así, las páginas se envuelven en una atmósfera digital debido a una maquetación que llama a lo digital: copias de pantallazos de la wiki, o de redes sociales, embebidas como en otros libros pueden existir fotografías, elementos que no son accesorios sino parte de la narración; la posibilidad de ampliar zonas de las páginas a voluntad; anuncios insertados entre el texto, etc. Una historia contemporánea, con alcohol, soledad, sexo, de ciudades áridas, dura en ocasiones, adulta y profunda.

Algunos enlaces no funcionan pero no sé si puede ser quizá un problema temporal de los servidores.





19/10/10

Legends





Legends de australiano Mel Keegan es una novela digital que, según su autor, es gratuita por ser un experimento y para responder a la pregunta: “Will readers like the digital novel concept; and, if they do, will they support the "free fiction" by sending other potential readers to these pages ... on the clear understanding that this is professional fiction for which the author's income is generated ... not from your pocketbook! ... from the advertising carried on these pages!”. Una gran pregunta porque no está aún claro el valor monetario que la gente concede a las obras literarias que no están en papel.

Se trata de una novela de historia ficción centrada en la decadencia del supuesto imperio de la Atlantida y la narración va transcurriendo a lo largo de los posts del blog del autor. Aunque hay algunos gráficos, la obra es una sucesión capitular de entradas sin enlaces cruzados y sin usar el hipertexto. Lo digital se reduce aquí a que está publicado en un blog. Para los amantes del género fantásticos, no obstante, es un trabajo interesante.





18/10/10

Loser Queen

Loser Queen de Jodi Lynn Anderson es un novela digital en serie destinada a adolescentes que, finalmente, acabará convirtiéndose en un libro electrónico completo. Incluso, está previsto, que se imprima en papel. Se trata de una historia que se ha ido creando a lo largo de dos meses, aceptando los comentarios e ideas de los lectores para hacerla evolucionar en un sentido u otro. Una vez terminada el mes pasado, espera ahora su publicación, en diciembre, como e-book.


17/10/10

Kindle Single


Kindle ha anunciado un nuevo servicio denominado Kindle Single destinado al nicho de obras cortas que ahora tienen difícil salida en el mercado editorial convencional. Por obras cortas, Kindle entiende trabajos de entre 30 y 90 páginas o incluso menos, es decir cuentos, relatos, pequeños ensayos, artículos técnicos, poemarios breves, etc. Dado que publicar estas obras en papel es poco rentable en series cortas, Kindl estima que la autopublicación digital de las mismas puede ser un éxito. De todos modos, aún no se ha fijado una fecha concreta para el arranque del servicio dado que la firma quiere, primeramente, disponer de un catálogo de autores y escritos suficiente como para resultar atractivo. Parece ser que cada autor podrá autopublicar por sí mismo, fijando incluso el precio con un
software de autopublicación de Amazon.


Reconstruirte




Las memorias de tu cuerpo, los momentos fugaces que se agolpan en mi mente, los retazos de tu voz o los estremecimientos que me producen tus caricias los conservo siempre en una cajita dentro de mi alma. Cuando no te tengo, cuando estás lejos, cuando la noche se hace larga porque la nostalgia de ti no me deja dormir, es cuando la busco. La abro despacio y veo allá todas esas vivencias, desordenadas. Entonces, las voy tomando una a una y te reconstruyo como si fueses un rompecabezas, con tu sonrisa infinitamente hermosa, tu mirada de embrujo, tu rostro delicado y ese relámpago impreciso que me provoca el tacto de tu piel. Trato de recomponerte con mucho detalle y no quedo satisfecho hasta que mi recuerdo es preciso. Por ejemplo, hoy me aseguré que la imagen de tu espalda fuese perfecta, que me devolviera el placer que siento cuando la beso a lo largo de esa onda misteriosa que desemboca en tu cuello deseado. Me esforcé en recordar el mohín de niña juguetona que me regalas cuando mordisqueo tus orejas y dejo suspiros leves sobre tu nuca. Ayer, fantaseé con tu voz. Cuesta recomponerla cuando no estás a mi lado. Tiene demasiados matices, demasiadas armonías recónditas y escondidas. Quizá por eso me hechiza siempre cuando me cuentas tantas cosas de ti porque a mí lo que de veras me gusta es saber de ti.

Todo está en la caja de mis recuerdos. Es mi cofre de los secretos íntimos, como cuando se tiene un arcón bien cerrado con llave donde se guarda una carta que nos hizo temblar, una foto sepia de un amor lejano, una prenda que tocara alguien que se fue para siempre o el rosebud de la niñez. En las noches que se hacen largas porque estás lejos, la abro y esparzo por el aire todas las piezas del rompecabezas. Las uno, las busco, las ordeno hasta que apareces viva y plena y la noche parece que se llena de estrellas. Hoy, es una de esas noches.

Dr. Martens 50 - The Cinematic Orchestra cover Lilac Wine

Un video bellísimo dirigido por Blind. Una mágica animación, plena de sensibilidad y de lirismo, para acompañar la versión que The Cinematic Orchestra hace de Lilac Wine, la canción de James Shelton escrita en los cincuenta que posteriormente fue popularizada por Jeff Buckley a finales de los 90. Arte digital de alta calidad. Otros trabajos de The Cinematic Orchestra pueden escucharse aquí.

El vídeo se puede ver aquí:

16/10/10

Murmuring Insects



Murmuring Insects de Ingrid Ankerson es un transposición visual y digital de un poema del escritor japonés del siglo XIX, Otagaki Rengetsu. Un breve y sencillo trabajo que, sin embargo, está lleno de sensualidad y delicadeza. Voces, rumores, música japonesa, colores pastel, en un entorno que, con tan escaso mimbres, recrea la atmósfera de un parque en la noche, de la nostalgia de la soledad bajo las estrellas y la luna recién nacida. Las palabras del poema, arrebatadas de su orden lineal, surgen en los momentos adecuados junto a pequeñas y cortas animaciones.



E-books: ¿hamburguesas versus solomillos?



En la reciente Feria del libro de Frankfurt se han ido escuchando datos aquí y allá sobre el volumen de mercado real del libro digital (entendido como texto convencional almacenado en un fichero electrónico en cualquier formato) que dan una idea realista del impacto del mismo en el sector, más allá del enorme ruido mediático existente. Así, el presidente de la Asociación de editores alemanes, Sr. Honnefelder, indicó que en Alemania el sector del libro electrónico representa sólo el 1% del mercado. Otros datos recientemente publicados indican estas cifras de ventas a nivel mundial:

Ventas en millones de euros20052006200720082009
Libros en papel73.441 74.15377.86577.87976.524
Libros digitales250 3906038581290

Apenas un 1.6% del mercado. Ciertamente hay un incremento importante en el crecimiento del volumen de ventas del libro digitalizado en los últimos años (y los más optimistas confían en que alcance el 6% para el 2018) pero esto no debería ser entendido como que claramente coparán el futuro sino sólo que al partir de una posición muy alejada sus crecimientos pueden ser mayores, del mismo modo que a un atleta le es fácil mejorar su marca en los cien metros libres de 40” a 20” pero le es muy difícil hacerlo si ya ha llegado a los 10”.

Y este bajo volumen de ventas no es precisamente porque las editoriales, como suele aparecer en muchos comentarios, sean resistentes al cambio (aparte de la legítima defensa de sus intereses empresariales que nunca tenderán hacia la gratuidad como les gustaría a los lectores) ya que el 30% de los catálogos en Alemania están digitalizados (50% en el campo científico) y aún lo están en una mayor proporción en USA. A pesar de ello, el público en general continúa prefiriendo el papel. Se escucha en muchas ocasiones que es porque el precio no es suficientemente bajo pero esta afirmación ya es significativa y peyorativa para el libro electrónico. Supuesto el mismo precio para la versión digital y la de papel, ¿por qué el usuario prefiere gastar su dinero en el papel? ¿Por qué estima que el valor de lo que recibe por el dinero que da es mayor cuando el libro es en papel? No diría mucho en favor de la edición digital el que su único valor fuese que es barata. Sería como defender que las hamburguesas de comida rápida son mejor que los solomillos por el simple hecho de que son baratas y se consumen más.


15/10/10

Ecran total


Ecran Total de Alain Salvatore es un hipertexto en estado casi puro. A partir de párrafos bastante extensos el lector puede ir construyendo diversas historias en función de qué enlaces elija ya que la acción de seleccionar un link hace que esos textos se encadenen de diversa manera. La selección se realiza desde una table y pueden seguirse dos modos de lectura. Bien usando dicha tabla de modo libre o bien siguiendo un guión predeterminado. La historia – la obsesión de un tal Palermo en contra de la televisión- es así un laberinto que puede recorrerse de varias maneras. El texto, en francés, es una mezcla de géneros y no es fácil orientarse en él porque hay saltos temporales notables y cambios de perspectiva que desorientan. Pero, en cualquier caso, la historia escrita – cualquiera que sea la que se le aparece al lector en función del camino elegido- es fundamental en la obra por encima de lo visual y del juego de enlaces.



E-Poetry 2011


Cerca de las cataratas del Niágara, en la Universidad de Buffalo, se celebrará el año que viene el evento
E-POETRY 2011 que intentará mostrar el estado del arte en lo que se refiere a poesía electrónica. Aunque las fechas no están determinadas con exactitud se celebrará probablemente en Mayo, del 18 al 21. En este momento, la organización ha abierto el periodo de recibo de trabajos para su evaluación y selección. La fecha límite para presentar ideas es el 1 de Noviembre de este año. La asistencia será de pago.



14/10/10

Escribit 2010


Se acerca ya la fecha en que se celebrará Escribit 2010 en Zaragoza, en donde se debatirá sobre el futuro de la literatura en particular en la época de la comunicación digital, tanto sobre los aspectos más puramente creativos y estéticos, como sobre los nuevos canales y soportes de difusión. En concreto, será del 26 al 29 de este mes en la Biblioteca Aragón y la Biblioteca Manuel Alvar. Entre los ponentes destacan Fernando Ortega, Juan José Díaz, Laura Borrás y Javier Celaya. Adicionalmente, habrá unos talleres formativos sobre escribir y crear en Internet.


13/10/10

Tres años en el Congo

Tres años en el Congo (Ediciones del viento, 2009) de Theodore Westmark es un recopilatorio biográfico de las charlas que el autor, teniente del ejército belga de la época, dio a finales del siglo XIX contando sus correrías como militar por el Congo colonial. Una obra que tiene la fuerza de la vivencia directa, de la visión real de un individuo europeo transportado a África. Es la mirada de un militar que llega al territorio extraño a expandir el colonialismo de su país y abrir vías de comercio, visión racista a veces, compasiva otra, de sorpresa muchas veces ante lo que observa, curiosa siempre, y con una moral sesgada que considera a los nativos poco civilizables y con poca capacidad intelectual, como si fueran niños a los que es preciso controlar y dirigir, sin dudar de que el europeo es muy superior al africano. Pero, dentro de este contexto inevitable de la época colonial, Westmark hace un relato desapasionado, engarzando hechos más o menos importantes, más o menos banales, casi limitándose a contar lo que ve y dando su opinión. Sólo en ocasiones el texto adquiere cierto lirismo (el descubrimiento de un río, por ejemplo) o el autor se deja llevar por consideraciones morales (cuando trata del canibalismo, por ejemplo). No deja de opinar sobre los europeos que se encuentra en el camino. Admira a Brazza y no tiene simpatía por Stanley. Un libro que es una crónica periodística de un viaje lo que, sin duda, es su mayor atractivo ya que se trata de hechos no fabulados, acaecidos en la realidad lo que, desvistiéndolos de los comentarios del autor, dan una visión certera de aquella época y aquel lugar. Hay algunos errores (por ejemplo, en fechas, llegando a lugares antes de que parta hacia ellos) que no sé si estarán en el original o son fallos de traducción.

12/10/10

Codex Gigas




El Codex Gigas es una obra medieval muy particular. No sólo es el códice más grande en tamaño que se conserva – con un tamaño de 92 x 50,5 x 22 cm, un grosor de 624 páginas y un peso de 75 kg, lo que da fe del significado latino de su nombre “libro gigante”- sino que presenta características literarias notables y está envuelto en la leyenda. De valor incalculable, actualmente se conserva en la Biblioteca Nacional de Estocolmo pero no está expuesto al público.

La obra se compuso en el siglo XIII, contiene una nota en el manuscrito que señala que fue confeccionado por los monjes del monasterio de Sedlec, en Podlažice (hoy, Bohemia), en 1295. Esta reclamación no está comprobada y probablemente fue escrito a lo largo de varios años. Parece, no obstante, que fue hecho por un único escriba ya que la letra no varía a lo largo de toda la obra. La letra es muy pequeña (3 mm) en comparación con el tamaño del libro y esto hace que contenga una ingente cantidad de información. El escribiente debió dedicar de cinco a diez años a realizar la tarea.
Literariamente, contiene una Biblia completa y otros cinco largos documentos. Dos documentos históricos escritos por el historiador romano Flavio Josefo, la Enciclopedia de Isidoro, una tratado de medicina medieval, una crónica de Bohemia escrita por Cosmas en el siglo XI y una colección de textos breves. Obras que fueron elegidas con mucha intención para acompañar los textos religiosos con información acerca de la historia humana de Jesús, el conocimiento universal de la época y la historia local de la región donde fue compilado el códice. Es una obra realizada con 310 pieles (posiblemente de ternera), escrito en tipografía de minúscula carolingia y maravillosamente iluminada.

Se la conoce también como Biblia del diablo y aquí entramos de lleno en la leyenda. Esta afirma que el Codex fue escrito en una sola noche por un monje condenado a muerte a causa de sus graves pecados. Este, arrepentido, quiso lavar su culpa legando un gran libro al convento y prometió escribirlo en la única noche que le quedaba antes del ajusticiamiento. Como esto era imposible, vendió su alma al diablo para que le ayudara en la tarea, acuerdo al que Satanás accedió con la condición de que la figura del demonio apareciese en el libro, cosa que así ocurre.

El Codex Gigas se ha digitalizado en varias ocasiones y puede ser admirado y estudiado on-line . Ddado que no se exhibe al público, es esta vía provista por la tecnología la única forma de acercarse a la magna obra.

Por ejemplo, la Biblioteca Kungle ofrece la digitalización completa del códice en su
sitio. Un trabajo que ha requerido la colaboración de numerosos especialistas dirigidos todos ellos por Michael Gullick, Ivan Hlaváček, Jan Svanberg y Anna Wolodarski. No sólo se ofrece el texto completo sino que puede leerse acerca de la historia del Codex Gigas, sus características técnicas y se adjunta bibliografía complementaria. Una website excelente.

10/10/10

Lector para niños


El Ebookincolor es un lector de libros digitales de la firma taiwanesa AIPTEK destinado a niños en los que se muestran historias en viñetas de dibujos animados en color en un lector expresamente dedicado. Se trata de un equipo muy sencillo como no podía ser de otra manera, dado el nicho de lectores al que va dedicado. Las historietas incorporan audio. El dispositivo incluye veinte cuentos pero se pueden descargar más – bajo pago- de una biblioteca. Dispone de 1Gb de memoria lo que da para unos 45 cuentos. Por supuesto, se trata de una pantalla retroiluminada, no e-ink .Cada veinte minutos, el aparato alerta de que los ojos de los chiquillos pueden haberse cansado. Un artilugio para que los niños crezcan ya en un ambiente de e-book.

Sobre el uso de e-books


Aprovechando un viaje profesional que me ha llevado, en pocos días, por bastantes aeropuertos de Norte América, he usado las horas muertas que en ellos se pasan para contar las personas que veía con laptops, IPADs y lectores de e-books (e-ink). La estadística, ciertamente, no tiene ningún rigor científico pero sí que ofrece una impresión verídica de la realidad diaría.


AeropuertoLaptopsI-PadsE-books
Frankfurt2500
Toronto2430
Nueva York2050
Cincinnati1831
Atlanta3641
Mobile810
Memphis2530
Chicago2741


Es decir, la presencia en la vida real del libro electrónico es aún muy escasa. Eso sí, aunque no los conté, una estimación conservadora sería que el 80% llevaba un teléfono móvil en la mano o hablaba en algún momento por él. Y, una vez dentro de los aviones, prácticamente el 100% de las personas usaban un libro en papel en algún momento por lo que cabe presuponer que lo llevaban también en la bolsa, cuando estaban en el aeropuerto.




9/10/10

Libroid


El concepto Libroid de Jürgen Neffe pretende utilizar un IPAD (de momento ya que está previsto que pueda ampliarse a otras plataformas) en dos modos de lectura diferentes. Por un lado, el más tradicional vertical, en que el texto se lee de arriba abajo. Por otro lado, el horizontal (el propio hardware del IPAD detecta la posición mediante pequeños giroscopios) en que la pantalla se divide entre zonas. Una central con el texto y dos laterales en las que se muestran los elementos multimedia y las referencias y enlaces. Este concepto dinámico se presta sobre todo a los libros técnicos, artísticos o científicos en donde las columnas laterales pueden estar mostrando información transversal on-time (mapas, fotos, sonidos, notas, vídeos, gráficos, etc.) que enriquecerá notablemente la lectura. Los elementos laterales permanecen “iconados” en un tamaño pequeño para no distraer la lectura hasta que el usuario los toca para agrandarlos. Imaginemos, por ejemplo, un ensayo sobre la Octava Sinfonía de Dvorak (ah! qué tercer movimiento!) y que a un lado aparezca la partitura, al otro un vídeo de una orquesta interpretándola y además se escuche la obra. Lo que no queda claro es el mercado de estas aplicaciones en términos de coste. Si ya serán caros de desarrollar, el uso de multitud de contenidos propietarios que hay que también hay que pagar, puede convertir a este tipo de “libros” en joyas (por el precio). Neffe también afirma que la paginación ya no tiene sentido siendo sustituida por un scroll y una barra de porcentaje de avance. No estoy yo tan convencido de que esto sea del agrado del lector. En una obra de mil páginas, el ir a la 745 es algo muy preciso. Un marcador que nos indique el 74% no lo es tanto.



5/10/10

Lorqviana


Lorqviana de Oscar García es un juguete poético que genera romances al estilo de García Lorca mediante la concatenación de versos previamente preparados por un humano. El algoritmo es una versión simplificada del que se explicó en este tutorial . Los textos resultantes son, obviamente, generalmente correctos ya que la labor “automática” del ordenador se reduce a unir fragmentos existentes.



4/10/10

Invisible



Invisible de la norteamericana Melissa Kantor es el primer libro del llamado Proyecto Amanda una colección de libros juvenil interactiva. Los libros se inician en papel pero, después, continúan en la Red mediante la colaboración continua de los lectores. Esto se logra mediante un conjunto de web, red social y blog. La trama es de misterio: Amanda Valentino desaparece de la noche a la mañana del Instituto dejando tras de sí algunas pistas que deben permitir saber por qué ha desaparecido y a dónde ha ido. Los amigos de la protagonista- otros personajes- crean una web para solicitar ayuda y es ahí desde donde los lectores pueden interactuar con la historia y proponer nuevos temas para las siguientes entregas.


3/10/10

Nightingales Playground




Nightingales Playground es otro gran trabajo de los que nos tiene acostumbrados Dreaming Methods. Un relato digital ideado, escrito y programado por Andy Campbell y Judi Alston. Es una obra llena de sorpresas y de posibilidades. El relato puede ser experimentado y disfrutado de manera interactiva explorando los diferentes escenarios que, como siempre en estos autores, están llenos de una atmósfera intimista y magnética, cuidada hasta el detalle, programada con esmero, llena de pequeño aditamentos que la hace variada e interesante. Pero es que, además, la aplicación nos permite leer el relato en varios formatos digitales- en una manera, por tanto, más tradicional- como el PDF o el EPUB e incluso incluye un juego que puede descargarse (relacionado, por supuesto, con la trama del relato) y que está disponible tanto para plataformas Mac como Windows. Un trabajo que combina texto, imágenes, vídeo y sonidos. Además, permite acceso a redes sociales.

Y dicho esto acerca de su calidad técnica, de su interface atractivo, de la potencia de programación, hay que decir que, por encima de todo, es un relato literario. Un cuento con sus personajes, con su acción, con su argumento más o menos escondido entre las pantallas. Ciertamente, el usuario puede variar la forma en que lee el cuento pero no es totalmente libre ya que no se pueden dar ciertos pasos sin haber leído antes otros. Esto es un acierto ya que permite crear un hilo conductor que hace interesante la historia. Otra obra de los mismos autores puede verse
aquí.



Boston's Saloon




Era media tarde pero parecía que ya anochecía. La niebla se había quedado adherida a los edificios del centro de la ciudad, pegajosa, cansina, y el sirimiri había sido persistente durante todo el día. Las farolas de las avenidas se habían prendido mucho antes de lo habitual y el agua, acumulada sobre el asfalto en forma de delgada película, se había convertido en un espejo en el que se reflejaban el caos del tráfico y los pasos de los peatones apresurados.

- Quiero que lo mates- pensó, pero le pareció un modo brusco de plantearlo.

Sorteó a dos señoras que charlaban animadamente bajo el toldo de la marquesina y se detuvo ante el pub. Dudó por un instante pero finalmente sacudió enérgicamente el paraguas, lo plegó y empujó la puerta. Le saludaron el campanilleo de un colgante chino que anunciaba la entrada de los clientes y una espesa atmósfera de humo y aliento condensada a partir de las animadas conversaciones de los parroquianos y los cigarros traídos de contrabando. Pasó su mano por la gabardina, intentando secarla, y miró aquí y allá en busca de Mike. Lo vio enseguida. Estaba distraído, como siempre, sentado en una mesa junto al antiguo escenario, frente a un café que aún humeaba- dedujo que no llevaba mucho tiempo esperando- y con un pitillo en la boca recién encendido. Recorrió con su vista el resto del local sin reconocer a nadie más, aparte de a Borman, el camarero mulato que llevaba sirviendo en aquella barra desde antes del principio de los tiempos.

Boston’s Saloon había sido un teatro muchas décadas atrás. Cuando los vodeviles que allá se representaban comenzaron a no ser del gusto del público, fue cerrado y así permaneció por un par de lustros hasta que fue recomprado y reconvertido en pub. El nuevo dueño deseó que su interior quedara lo más inalterado posible de modo que respetó el escenario – que cada sábado servía para que un trío de jazz amenizara la velada-, la decoración artesonada, los dorados que recorrían los palcos, el suelo encerado de la platea y el magnífico fresco del techo en donde unos angelotes orondos y rosados lanzaban flechas de amor a figuras apenas cubiertas por tules y sedas. Sólo retiró las butacas y colocó unas mesas, todas de artístico hierro forjado, y sillas fabricadas de igual manera. Lo que era el antiguo ambigú del teatro se convirtió en la barra donde Borman hacía y deshacía a su antojo. La idea tuvo un inesperado éxito y el Boston’s Saloon acabó convirtiéndose en un clásico de la ciudad hasta el punto que, cuarenta años después, continuaba siendo un punto neurálgico de encuentro y su estética, tan obsoleta como apreciada, era indispensable en cualquier guía turística de la zona. Servían comidas al mediodía y era bar por la noche. También albergaba una pequeña exposición de bates de baseball donada por Tim Harter, estupendo jugador de los Knockers y buen cliente del bar. Borman la cuidaba como si fuera su propia herencia.

- Hola Mike, me alegro de verte- sonrió mientras le saludaba.

Él la miró con la misma expresión de científico loco que la había enamorado quince años atrás, cuando la vida era buena y el futuro era claro. Estaba hermosa. Joder, que sí lo estaba. Había guardado en su memoria los buenos recuerdos, su perfume de limón, las tardes de merienda en el parque Harston, las horas de estudio en la biblioteca cuando intentaban desentrañar juntos, sin éxito alguno, las matemáticas del profesor Carter. Y sabía que siempre había sido hermosa. Pero no tanto. Joder, se había olvidado de que era extraordinariamente guapa. O, al menos, así se lo parecía a él. Se levantó de la silla y le extendió la mano, en un gesto cortés automático. Patty se acercó a él, desdeñando la mano, y le plantó un beso en la mejilla.

- No seas tonto. Aunque no nos hayamos visto en tantos años, tuvimos mucho en común como para que me saludes como a una desconocida.

Todo parecía continuar como quedó cuando rompieron. Ella, la decidida, la que llevaba el timón, la que tenía una idea clara de la vida. Él, el despistado, el grumete que se dejaba guiar, siempre soñando en sus cosas y poco previsor con el futuro.

- Estás mucho más hermosa de cómo te recordaba- Mike quiso ser agradable.

- ¡Ah!, ¡así que me recordabas fea! – Patty le golpeó cariñosamente con los nudillos en su brazo.

- ¿Un café?

- Sí, gracias. Hace un día de perros. He tenido que venir por Lexington y los coches no han hecho sino salpicarme constantemente. Estoy empapada de cintura para abajo.

Mike sonrió y un brillito en los ojos le delató.

- ¡Bobo!- le soltó ella- mira… - y levantó su pierna para que él pudiera ver como sus jeans estaban mojados hasta casi la rodilla.

Mientras les sirvieron el café hablaron de trivialidades. Del clima que cada vez estaba más extraño, de cómo había sido que en tantos años apenas se hubiesen cruzado un par de postales navideñas y un par de llamadas anodinas, de los preparativos para Halloween que la tía de Mike llevaba a cabo, de la desgraciada muerte del profesor Carter, aún joven- un cáncer a destiempo si es que los hay que puedan llegar a su hora- al que habían llegado a apreciar sinceramente a base de suspender sus exámenes, de las vacaciones que ella había pasado en Montana el último verano.

Patty sorbió un poco de café y apretó sus manos contra la taza para calentarlas. Le miró fijamente, sin decir nada, como si estuviese pensando cómo empezar. Mike quiso ayudarla:

- Y bien, ¿cómo te va? ¿Qué tal John?- a pesar del tiempo, al nombrarlo algo le crujió en el alma.

- Mal, por eso te he pedido que nos viéramos.

Se habían hecho novios en la universidad. Ambos estudiaban arquitectura. Él se graduó, aunque jamás había ejercido. Le ofrecieron un empleo como profesor sustituto en cálculo que luego se convirtió en definitivo. Y a la enseñanza se dedicaba sin añoranza alguna por las obras y los rascacielos. Ella conoció a John. Estaba enamorada de Mike pero aquel hombre la deslumbró. Apareció de pronto en su vida. Totalmente diferente a todos los que hasta entonces había conocido. Siete años mayor que ella, de familia muy acomodada, con una personalidad extrovertida y magnética, un rostro más que agradable y un cuerpo trabajado en el gimnasio. El primer día que se encontraron fue por casualidad, junto al embarcadero del muelle. Él llegó en su Chevy descapotable y le preguntó por alguna dirección. Nunca supo si realmente estaba perdido o todo fue una treta para entablar conversación con ella pero lo cierto es que acabaron cenando juntos y, por azar o sin azar, se vieron casi todos los días de aquel mes. Sin darse cuenta, se fue alejando de Mike- que permanecía ajeno a todo- y para cuando fue consciente de lo que ocurría estaba en la cama con John, loca y sensualmente enamorada de él y dispuesta a dejarlo todo por aquel hombre. Y así lo hizo. Aparcó sus estudios, cortó bruscamente con Mike y marchó a vivir a Nueva York como la feliz esposa de John Kean, empresario del mundo editorial de notable éxito. Mike le prometió que haría cualquier cosa por ella, lo que se le antojara, todo lo que pudiese imaginar.

- Puedo pedir mucho, Mike, imaginar mucho, demandar lo que nunca podrás darme- le había dicho ella el último día que hablaron sentados en Boston’s Saloon.

Y él le había dicho que no, que le entregaría todo, su alma, su vida, su poca fortuna, su futuro, pero que por Dios no le dejara porque estaría muerto sin ella. Luego, años después, se dio cuenta de que todo aquello era ridículo, que sonaba a telenovela barata, pero en aquel instante, ante aquel vaso de refresco que se terminaba, le juró hasta lo imposible. Ella, más sensata y madura, sonrió con una mueca amarga, sin intentar convencerle de lo que era imposible que entendiera. Puso un beso en sus dedos y los llevó al rostro de él en un último acto de despedida. Mike quedó groggy, atontado, como esos púgiles que no saben ni dónde están ni qué deben hacer cuando reciben un gancho de izquierda. Apenas dio de sí para continuar impartiendo sus clases sin que se notara mucho su estado de ánimo. Adelgazó doce kilos, se descuidó en su aspecto y se aficionó al tabaco que antes le apestaba. Cuatro años le costó remontarlo, cuatro largos años. Había logrado, con esfuerzo, enterrar los recuerdos y el dolor bajo horas de trabajo y capas de absurdas actividades a las que se apuntaba con el único interés de tener algo distinto en que pensar. Hasta hoy. Otra vez en Boston’s Saloon.

Patty se acercó a él para, por un lado, evitar que otros oyesen su conversación y, por otro, buscar el refugio cálido de la cercanía de Mike. Aún mantenía las manos apretadas sobre la taza aunque ya hacía un rato que el líquido se había enfriado.

- Mi vida no es lo que imaginas. No quiero venderte nada pero reconozco que me equivoqué al dejarte, Mike. Era joven. Bueno, es fácil decirlo ahora y sé que te hice mucho daño pero lo cierto es que los sueños que yo deposité en John se han vuelto pesadillas. Necesito hablar, ¿sabes?. Te agradezco que hayas venido, que me escuches. Fuiste en quién pensé cuando tomé el teléfono desesperada ayer.

Mike no contestó. No sabía qué decir ni a dónde conduciría todo aquello. Además, estaba decidido a que las cenizas no se reavivaran. Bastante esfuerzo le había costado llevar una vida más o menos normal para pensar en una recaída.

- Marché a Nueva York con John y, los dos primeros años, fui feliz. Alocadamente feliz. John me daba todos los caprichos, tenía una maravillosa casa en la cuarta avenida, un coche estupendo, una tarjeta de crédito sin límite de gastos, una criada que me liberaba de cualquier trabajo, conocí a tipos importantes de la ciudad y entré en su círculo. Estaba en una nube, como si me hubiera tomado tres rayas seguidas. Llegué a pensar que el mundo era así y que podía disponer de él a mi antojo. Cuando lo pienso ahora me doy cuenta que fui una auténtica estúpida. Porque John no aparecía mucho por casa. El trabajo, ya sabes. Y después de unos meses perdió bastante interés por mí,- dudó un momento- por mi cuerpo, ya entiendes. Lo achaqué al trabajo, al estrés, a sus continuos viajes.

Mike hizo un gesto al camarero y pidió dos cafés más sin que ella lo hubiera solicitado.

Permanecía callado, sin saber a qué atenerse, pero sintiendo que la herida que él creía cicatrizada se iba abriendo poquito a poquito a medida que ella hablaba, casi en un susurro, casi en un monólogo.

- Un día, llegó enfadado. No había bebido porque John no bebe más de lo socialmente necesario. No puedo decir que se emborrache ni nada por el estilo. No sé por qué nos enojamos pero lo cierto es que, de pronto, me golpeó. No fue fuerte, no me dejo ninguna marca, no fue peligroso, pero descubrí a un John distinto, colérico, con una mirada que era la de ese tiburón implacable de los negocios que decían que era, no la de los dulces ojos con los que me enamoró. Se disculpó enseguida, me abrazó y me pidió perdón de todas las maneras posibles. Yo le creí, le dije que no importaba, que todos salimos de nuestras casillas en ocasiones, que le amaba. Estuvimos bien unas semanas pero aquello se repitió una vez más y otra. Y los golpes fueron cada vez más fuertes hasta que acabé por tenerle pánico, Mike. ¿Sabes lo que es llegar a casa y tener pánico de abrir la puerta? No puedes imaginarlo…

Él no contestó pero recordó el pavor que le producía su apartamento cuando Patty le abandonó. A él le golpeaba la soledad, el desprecio de la mujer que amaba, el saberse perdedor.

- Todo ocurrió de manera muy progresiva. Poco a poco. Como esas gotas que horadan la piedra. Siempre encontraba disculpas, siempre le perdonaba, cada día un poquito más de miedo. Ya cambiará, pensaba. El trabajo, la crisis, la bolsa. Pero, ¿sabes Mike?, nada cambió a mejor. Siempre a peor. Tres años después, le odiaba con toda mi alma. Hasta yo misma me sorprendía de cómo el amor se había tornado en rabia, en asco, en la necesidad de que desapareciera de mi vida.

Él le tomó la mano y se la apretó como cuando ella sentía desasosiego antes de los exámenes, cuando aún estaban juntos. Ella le sonrió dulcemente y él supo que era un gesto sincero, de alivio, de refugio en él. Y eso le hizo sentir un escalofrío de miedo por lo que empezaba a sentir muy adentro. Y no lo deseaba. Sería una cabronada inmensa volver a pasar por lo mismo. Además, intentó ser racional. Ya no la conocía. Sí, estaba impresionantemente guapa pero no tenía ni puñetera idea de quién era ahora. Habían transcurrido demasiados años. Era otra persona, otra mujer. Y él era otro hombre mucho más maduro, con una posición estable en la vida. Lo malo era que, cada vez que le miraba, todos sus sensatos razonamientos se iban a la puñetera mierda.

- Hay que joderse- pensó- el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Y esta es condenadamente grande.

Algunos parroquianos les miraron, más por la belleza de Patty que porque estuvieran interesados en su conversación. No era sábado pero un saxofonista se había aupado al escenario y había comenzado a interpretar Love is always hard. Algunos espectadores aplaudieron y Borman disminuyó la potencia de los farolillos que colgaban de los palcos. Sabía que eso ponía melancólicos a los clientes y, con la añoranza, siempre llegaban más copas y más negocio.

- Sé que llueve. Estará ya oscuro- dijo ella- pero me gustaría salir de aquí, Mike. ¿Te importa? Podemos buscar algún lugar cubierto en el que continuar hablando. Necesito respirar aire fresco. Perdóname, pero lo necesito.

Por única respuesta, Mike se levantó y tendió la mano a Patty. Le ayudó a ponerse la gabardina, dejó un par de billetes sobre la mesa y haciéndose paso un poco a empujones llegaron a la puerta. Llovía. Ya no era sirimiri, sino una tormenta en toda regla. Las fachadas de los rascacielos se habían pintado de puntitos luminosos que dibujaban figuras extrañas sobre ellas. Más arriba, un cielo ennegrecido por la noche y por las nubes cargadas de agua se iluminaba de tanto en tanto con algún relámpago lejano. El tráfico era caótico pero eso no era ninguna novedad. Intentaron tomar un taxi sin éxito.

- No creía que se iba a poner tan feo- dijo él- ni se me ocurrió coger el paraguas.
Patty abrió el suyo y lo colocó sobre ambos. Él la alivió de la carga, lo tomó en sus manos e intentó que ella quedara bien tapada.


- Te vas a calar- dijo la mujer- No te preocupes por mí.

- Pillaremos una pulmonía si nos quedamos aquí esperando a un taxi. Es una misión imposible. Caminemos hacia mi casa. Nos mojaremos igual pero, al menos, podré ofrecerte ropa seca, una ducha caliente si lo deseas y un cobijo hasta que amaine.

Patty le tomó del brazo, como en los viejos tiempos y Mike sintió cómo otra andanada de memorias tiernas daba de pleno en su línea de flotación. No hablaron mucho por el camino, entretenidos con zigzaguear entre los apresurados transeúntes, librarse de las salpicaduras de los vehículos y conseguir que el paraguas no volteara con el viento.

- Ya ves. Sigo viviendo en el mismo sitio. Seguro que encuentras el apartamento tan desordenado como antaño. No esperaba visita hoy- sonrió.

Subieron. Prendieron la lámpara de la sala. Una luz tibia, acariciadora, amarillenta como una luna que recién nace, les rodeó. Las gotas de lluvia repiqueteaban sobre los cristales de la ventana y el bouquet de flores que adornaba la mesa aún tenía fragancia. Ella se inclinó para olerlo.

- Anda, quítate todo eso. Te vas a enfermar. Te traeré una bata mientras se seca.

Cuando Mike regresó de la alcoba con un pijama y un albornoz en la mano, Patty estaba secándose el cabello. Su carita estaba mojada y alguna gota juguetona resbalaba por su mejilla. Su pelo se había ondulado con el agua y formaba caracolas sobre su frente y sus hombros. La lluvia y la luz de la estancia confabularon algo en el silencio. Ocurrió como cuando, de pronto, se abre la tierra y el sismo se expande por los campos. O como cuando las aguas se retiran mar adentro y quedan al descubierto peces y áncoras sobre la arena para, súbitamente, regresar con fuerza abrumadora e incontestable. Como cuando el sol acaba por fin de aparecer tras el horizonte en las madrugadas y, de pronto, la oscuridad se rasga en una catarata de luz imposible de detener. Así sucedió. Se abrazaron, se besaron una y mil veces, con el ansia de la sed, con el anhelo del hambre atrasada. Se dijeron que se amaban, que se equivocaron, ella le pidió millones de veces un perdón que le fue concedido la primera vez que lo hizo. Se degustaron con la pasión desbordada de años de espera, de recuerdos que cabalgaban como hordas salvajes desde el subconsciente hasta los labios, hasta las manos, hasta el sexo de él, hasta los pechos de ella. Cayeron extenuados, desnudos, intentando comprender lo que había pasado, atentos a lo que el futuro les traía de nuevo.

- Ya no recordaba lo bueno que es amar entre unos brazos cariñosos- dijo él mientras la besaba una y mil veces.

Mucho más tarde, cuando ella jugueteaba con el vello del pecho de Mike y este le acariciaba el cabello, Patty le dijo:

- Necesito librarme de John, Mike. No puedo seguir aguantándolo.

- Lárgate, cariño – le pellizcó con dulzura la nariz- no vuelvas. Manda a tu abogado con los papeles del divorcio y se acabó. No puedo ofrecerte una mansión ni un coche ni una cuenta bien inflada pero esta cama y esta cómoda y esta casa son tuyas, ya lo sabes.

Ella calló, como si estuviera pensando qué decir, mirando al techo, hasta que se volvió hacia él con expresión seria. La tormenta continuaba en el exterior y la persiana exterior golpeteaba contra el cristal.

- No, eso no es suficiente. Me refiero a librarme siempre de él. Nunca me concederá el divorcio. Eso me lo ha dejado claro. Si me voy, me iré sin nada y nunca podré volver a formar una familia. Y me hará la vida imposible. Tiene medios para hacerlo sin que su nombre quede manchado.

- Ni que fuera Al Capone.

- No lo es pero tiene mucho poder. Y me ha advertido que si le dejo me perseguirá. Es orgulloso y un hombre como él, dice, no puede permitirse la vergüenza de que le abandonen. Es poco chic en los ambientes que frecuenta, dice el muy cabrón. Arruinaría mi vida y te mataría a ti. No lo dudes. Te aplastaría como a una cucaracha. Le basta hacer un par de llamadas para que te atropelle un coche en un fatídico accidente.

- Anda ya- rió Mike- que esto no es el Chicago de los veinte. Creo que exageras, Patty.

- Una vez prometiste que harías lo que yo te pidiera.

- Sí, lo prometí- Mike se recordó a sí mismo gimoteando como un niño tras ella, con lágrimas en sus ojos, comportándose como un imbécil, con vergüenza de sí mismo.

- Lo prometiste. Lo prometiste muchas veces.

- Sí, y aun haría casi todo por ti- la besó fugazmente en los labios.

- ¿Y si ahora te pidiera que hicieras algo por mí?

- Lo haría, cariño. Creo que haría todo por ti- y ahora la besó con pasión y largamente.

- Tienes que matarle, Mike. Tienes que deshacerte de él.

Mike la soltó horrorizado. La sensatez le regresó de pronto. No la conocía. Definitivamente era una mujer desconocida. Los años no habían pasado en vano.

- Estás loca, Patty... No. – recapacitó por un instante- Estás bromeando. Es eso. Soy gilipollas. No me he dado cuenta que estás tomándome el pelo- sonrió.

Como que Patty permaneciera seria y con los ojos perdidos en la ventana, Mike comprendió que aquella mujer estaba hablando en serio. Su cerebro se negaba a aceptar aquella conversación. Habían hecho el amor. Y ahora, de repente, todo era una locura.

- Lo prometiste, Mike. Lo prometiste.

- ¡Uno no promete que va a asesinar a nadie, mierda! – vociferó- ¿estás chiflada?

- No estoy loca, Mike. ¿Qué crees que yo siento y pienso? ¿Crees que me gusta matar a mi marido? ¿Piensas que no he analizado diez mil caminos antes de llegar a la conclusión de que este es el único que sirve? No puedo seguir soportando golpes, desprecios, amenazas. Necesito recobrar mi vida. Te necesito a ti.

Se echó a llorar y Mike la abrazó tiernamente.

- Cálmate. Seguro que logramos que acepte el divorcio.

- No lo hará nunca, Mike. ¿No lo entiendes? Nunca.

- Tiene que haber un camino, Patty. Déjame que hable con él.

- Te matará, Mike. Te matará.

- No me matará. Mañana mismo me presentaré en su oficina. Él me conoce. Supongo que me recordará. Hablando se entiende la gente.

Se abrazaron y se cubrieron con la manta. Comenzaba a hacer frío. Quedaron dormidos al poco y la noche acabó con la tormenta.

Al amanecer, se ducharon juntos apenas sin hablarse. Patty tenía prisa. Presentía que debía regresar a su casa. A él le esperaban los alumnos de segundo, que escucharían su clase atentos sólo a las chicas sentadas en los bancos de delante y ajenos por completo a las ecuaciones de su pizarra. Se dieron un beso fugaz al salir y acordaron verse en Boston’s Saloon al mediodía para comer alguna cosa.


A la una en punto, Mike entró en el antiguo teatro y enseguida se percató de que Patty había ya llegado ya. Estaba sentada de espaldas a la puerta, en la mesa más discreta de todas, como evitando que la vieran. Se acercó a ella y le apretó el hombro con dulzura al tiempo que se agachaba hasta su oído.

- Hola, guapísima. Te he echado de menos, a pesar de que estés loca de remate.

Ella volteó el rostro y él sintió que la rabia le subía del estómago hasta inundarlo todo. Un par de moratones eran visibles bajo el maquillaje. Aún tenía lágrimas en los ojos.


- ¿Qué ha pasado?- preguntó con el corazón detenido.

- Estaba en casa cuando llegué. Nunca está pero hoy la fatalidad ha querido que haya dormido en casa. Me golpeó, Mike. Con furia. Me llamó puta. Me ha dicho que va a ir a por mí. Que no descansará hasta verme suplicarle, hasta que me ecnierren en una pirsión por cualquier delito que él ya se encargará de fabricar. Que nunca aceptará el divorcio amistoso y que si lo pido se encargará de que me machaquen aunque tenga que comprar cien testigos falsos. Dice que me acusará de robo, que me buscará y me matará.

- Maldito cabrón- Mike apretó los puños con fuerza.

- Luego, al rato, me pidió perdón. Siempre lo hace. Hasta parece arrepentido de veras. Me dijo que lo sentía, que no quería perderme, que no me pegaría nunca más. Que haría lo que yo desee. Que le dolía más a él que a mí. Que no sucederá jamás otra vez. Pero no es cierto, Mike, no es cierto. Lo hará. Lo hará y lo hará pronto. Estoy atrapada y nunca escaparé. Nadie me puede ayudar, Mike.


- Maldito cabrón- Mike volvió a apretar los puños con fuerza, hasta dañarse el mismo con sus propias uñas. Era un hombre tranquilo, no era violento, nunca lo había sido, pero la imagen de Patty en lágrimas le volvía un ser desconocido para sí mismo. Una nunca puede decir cómo reaccionará antes estímulos extraordinarios. Una bilis ácida le carcomía y le llenaba la boca. Deseaba venganza. Por ella. Por él mismo, por cuando aquel hijo de puta se la había arrebatado para luego maltratarla. Un hombre debe demostrar que lo es cuando llega el momento, pensó. A unos les toca ir a la guerra, a otros hacer la revolución, a él la llamada del deber le pedía que defendiera a Patty a costa de su propia vida si era preciso. Una locura, sí. Lo sabía. Pero qué es un ser que no es capaz de amarrarse al barco de la locura cuando es necesario. Apretó su mano dentro de su bolsillo buscando un arma imaginaria que no tenía. Y otra vez la bilis le inundó el cerebro e imaginó descerrajando dos tiros en la frente del cabronazo que amargaba sus vidas desde hacía tantos años.

- Nadie puede ayudarme- Patty se secó las lágrimas con un pañuelo de seda y dibujos de mariposas.

- Sí, yo puedo.

- Es una locura. Siento habértelo pedido, haberlo pensado, haber buscado cómo quedar contigo para contarte toda esta mierda. Lo siento, Mike. Sé que ni debí hablarte de esto y que tú jamás podrías hacer algo así. Nadie puede ayudarme. Me las arreglaré.

- Sí, yo puedo – repitió él.

Quedaron en silencio. Ambos sabían de qué hablaban.

Al poco, él necesitó ir al baño. El azar quiso que cuando él caminaba hacia al reservado, un hombre elegante y alto entraba en el Boston’s. Iba vestido con un abrigo color café de paño, una bufanda al cuello y un sombrero Fedora. Su rostro rasurado de manera impecable y le rodeaba una ligera fragancia de agua de colonia muy varonil. Era John Kean.

La vio de espaldas y se acercó a ella con calma. Nadie que le viera podría decir que se trataba de un ser colérico que maltrataba a su esposa. Al contrario, aparentaba ser un caballero de alto nivel, un hombre de negocios culto y acostumbrado a dominar cualquier situación con calma y raciocinio.


- Hola, Patty. ¿Puedo sentarme? – preguntó mientras se quitaba el sombrero.

Ella, sobresaltada, se giró y no pudo reprimir un pequeño grito de miedo. Miedo que su cara reflejaba de manera tan clara que el propio John dio un paso atrás.
- No, Patty. No vengo a hacerte daño. Lo siento. No te imaginas cómo lo siento, cariño. No quise. Nunca lo quiero. Me pierde mi carácter. Pero no volverá a pasar. No ocurrirá más – y, diciendo esto, colocó un sobre blanco alargado en la mesa.

Patty no contestó. Estaba inquieta y confusa. John permanecía en pie frente a ella, con sus manos temblorosas manoseando el sombrero. Como si esperara una palabra de perdón.

En ese instante, justo en ese instante, Mike volvía a la mesa. Su mente se iluminó de pronto. Reconoció a John enseguida. El rostro asustado de Patty le golpeó en el cerebro. A pesar de la distancia, vio sus moratones, recordó los golpes de la noche, los lloros de la mujer que siempre había amado, las promesas hechas. Imagino a aquel hombre a punto de golpearla nuevamente, a punto de arrastrarla a su casa por la fuerza, el escándalo para ella, los insultos públicos. La bilis- aquella bilis que no podía evitar- volvió a amargarle la garganta, dejó de pensar fríamente, notó cómo la adrenalina le envolvía y sus ojos se engancharon en el exhibidor de bates que Borman cuidaba con tanto esmero.

Fue un instante. Apenas unas milésimas de segundo en las que sus neuronas se volvieron locas, en que el calambre de la venganza le recorrió de arriba abajo. Casi sin controlarlo, como si se tratara de otro hombre, sus manos tomaron uno de los bates, el más grande de todos, se acercó a la carrera a John por detrás y le asestó un golpe necesariamente mortal en la cabeza. La sangre saltó incontrolada y salpicó a Patty que comenzó a gritar fuera de sí. John cayó muerto y el estrépito desató el pánico en el local. Los comensales comenzaron a chillar y a salir en desbandada del bar mientras Borman veía con angustia cómo destrozaban mesas, sillas y artesonadas en su alocada huida.

Media hora después, un oficial colocaba las esposas a Mike y le leía sus derechos. Este permanecía ido, ausente del mundo. No miraba a Patty. Ella no lo miraba a él. El inspector Retton, al que habían sacado de su almuerzo urgentemente, daba vueltas de aquí para allá, tomando notas en un bloc de papel cuadriculado.

- Asesinato a sangre fría y por la espalda. Le van a caer al menos treinta años- le dijo a su ayudante.

Patty miró a Mike mientras lo introducían en el furgón policial. Estaba tan aturdida que sólo se daba ligeramente cuenta de que lo había hecho por ella, por cumplir la promesa que le hiciera hace tantos años. Bajó los ojos, temerosa de cruzar su mirada con cualquier otra persona. Estaba convencida que todos podrían leer en sus ojos que ella le había incitado a matar a su esposo. Vio entonces el sobre que John le había dejado justo antes de recibir el golpe mortal. Permanecía sobre la mesa, manchado con dos pequeñas gotitas de sangre. Lo tomó y lo rasgó. Pensaba que podía ser dinero pero sólo había unos papeles cuidadosamente doblados. Una nota los acompañaba.

Lo siento Patty. Estoy desolado y nunca podré perdonarme a mí mismo. Espero que tú, algún día, puedas hacerlo. Nunca más te haré daño. Aquí tienes los documentos del divorcio firmados y un contrato por el que recibirás la mitad de mi patrimonio. Aunque sé que no podrás creerlo, te amo. Siempre. John.