31/8/11

La maestra



- Le dices a tu papá que me gustaría hablar con él un ratito. ¿Se lo dirás?- la maestra Dolores sonrió al muchacho y revolvió su pelo rubio con afecto, confiando que esta vez el padre del niño vendría a la escuela. Aunque, lo pensó mejor, era más probable que ocurriera como en la decena de veces anteriores.

- Dijo que lo siente pero que no tiene tiempo para venir, que el patrón no le deja ausentarse de la labor- era la respuesta, casi idéntica, que recibía siempre al día siguiente.

Dolores había llegado a la aldea hacía apenas un año, ilusionada, dispuesta a demostrar, con su flamante título en la mano, que podía cambiar el mundo, que la educación mueve la historia, como su padre siempre decía antes de que un infarto a destiempo se lo llevara quién sabe dónde. Ella misma había solicitado el destino, aunque ahora casi le parecía que se había equivocado por una única letra y, en realidad, había solicitado un desatino. Tenía sus días buenos en que la esperanza y el coraje le hacían ver resultados donde no los había, y alegrías donde sólo existía la falta de incidentes. Esos días, que normalmente coincidían con cielos cobalto y brisas frescas que bajaban desde el altozano, se sentía contenta, dispuesta a perseverar en el esfuerzo, deseosa de llegar a casa y escribirle un larga carta a Tomás contándole sus progresos y diciéndole cuánto le echaba de menos. Quizá, algún día, a su regreso, podría plantearse que dejara de ser sólo un buen amigo. Otros días, sin embargo, llegaba a la alcoba con la cabeza embotada, incrédula ante las murallas de ignorancia y oscurantismo que envolvían el pueblo, al igual que lo hacían los nubarrones viscosos y oscuros de las mañana de invierno. Esos días se preguntaba qué coño hacía allá, despotricaba de todo y de todos y, finalmente, se acostaba sin cenar y con sus ojos llenos de rabia y lágrimas.

Al poco de establecerse, Dolores entendió cómo funcionaba todo en aquel lugar. Una gran hacienda, la del patrón que vivía en la capital y que, en su ausencia, era regida con mano firme por el capataz Eladio, y unas centenas de paisanos que trabajaban en aquellos campos ajenos a cambio de un jornal escaso que, de todos modos, tampoco podían gastar en casi nada porque, aparte de la taberna, poco más existía. Dolores se había encontrado dos veces con Eladio. En la primera, este le saludó fríamente y le apercibió que los críos eran también trabajadores y que más de cuatro horas de ausencia en los labrantíos no era permisible. Ese era el tiempo exacto que los pequeños asistían a clase. Ni un minuto más. Al principio, una vez instalada en la casa para la maestra- sencilla pero suficiente- intentó organizar juntas con los vecinos, explicarles sus objetivos para con los niños, cómo los padres podían ayudarles en las tareas. Preparó limonada y dulces para los asistentes, ordenó las mesas y limpió el polvo de los anaqueles. Se llamó imbécil la segunda vez que, tras esperar una hora, tuvo que marcharse de la sala sin que nadie hubiese aparecido y habiéndose atiborrado ella misma de pasteles y refrescos. Pensó que el capataz habría puesto impedimentos y, por ese motivo, se encontró por segunda vez con el hombre.

- No me culpe a mí, señora. Yo sólo soy un jornalero más. Me parece que es usted demasiado joven para entender el mundo, o demasiado loca, qué se yo. Ya aprenderá, sólo es cuestión de tiempo. La pobreza multiplica la pobreza y eso lo saben todos los que viven acá. Bastante hacemos con ganar el sustento cada día. No hay tiempo para pensar en más. Y respecto a los chiquillos, lo que más nos importa es que sean fuertes y duros. Es lo que necesitan para cosechar y labrar. Y, si no, póngase usted con todos sus libros y sus lápices a plantar maíz. Le juro que nadie le ayudará cuando se retuerza de hambre.

Se había acomodado a la situación hasta hacia un mes, cuando se había percatado de la inteligencia de Mauro, el chico rubio. Apenas nueve años, vestido con una camisa lavada mil veces y unos pantalones remendados dos mil. Tenía una inteligencia natural, una perspicacia fuera de lo común. Leía de corrido y eso que no recibía más atención que el resto, era diestro en el dibujo y sumaba con una velocidad desconocida en el aula. Era despierto, se interesaba por las historias y por las imágenes de los libros de Dolores. Reservado, apenas hacía preguntas y mantenía una distancia prudente con ella, cosa que por lo demás, era común a todos los demás niños. Aquel chiquillo merecía más y Dolores estaba convencida de que podría ser un buen estudiante. Quería convencer a sus padres de que le dejaran ampliar las horas de estudio. Ella dedicaría las tardes sólo para él y, quién sabe, quizá podría incluso marchar a la capital, o por lo menos, a Santa Margarita, para cursar la enseñanza media. Si al menos pudiera conseguirlo con él, pensaba. Sus grandes planes para el mundo se habían difuminado en la nada hacía meses pero con que triunfara con Mauro, daría por bien empleado su esfuerzo y por exitosa su decisión de haber elegido aquella escuela. La respuesta, al día siguiente, fue la esperada. No vendrían. El chico lo musitó rápidamente antes de sentarse en su pupitre. Ella se indignó por dentro y, aunque se cuidó muy mucho de mostrar ninguna reacción, decidió en aquel instante que aquella misma tarde iría a la casa de ellos. Si la montaña no venía a ella, ella iría a la montaña.

El sol, ya bajo, coloreaba de brillos anaranjados las frondas de los chopos que bordeaban el río. El viento del otoño acunaba las hojas que se desprendían de los árboles, las cuales en vez de caer verticalmente volaban un buen trecho, meciéndose y haciendo cabriolas en el aire. Se agarró el pelo que le jugueteaba sobre la cara y apretó el paso. Quería regresar antes de que anocheciera y pensaba que necesitaría bastante tiempo para convencer a los padres de Mauro.

Tocó la puerta por dos veces, antes que una mujer aviejada, rubia como su hijo, arrugada por el sol pero altiva, le abriera la puerta.

- Buenas tardes, soy Dolores, la maestra de la escuela. Quisiera poder hablar con ustedes sobre su hijo.

- ¿Qué ha hecho?- contestó secamente y volviendo el rostro hacia dentro de la casa, vociferó- ¿Mauro, qué demonios has roto?

- No, no, no- Dolores hizo un gesto de negación con la mano-, Mauro no ha hecho nada. Es un chico estupendo. Muy estudioso. Muy inteligente. Precisamente, quería hablarles de lo inteligente que es.

La cara de la mujer expresó un gesto de incredulidad y de asombro. Volvió a mirar hacia dentro, cuando Mauro se acercó a ellas.

- Aquí estamos bien- dijo- puede decirme lo que desee aquí- Dolores no supo si aquella negativa a brindarle el paso respondía a que no le caía nada simpática o a que la madre del chico se avergonzaba de su morada.

- Verá, Mauro es un joven muy listo, lee muy bien, escribe mejor y no se le dan mal las cuentas. Es realmente inteligente y podría ser un hombre importante cuando se hiciera mayor, un gobernador, un médico – intentaba encontrar las palabras justas, las que pudiera comprender su interlocutora-, un capataz con mucho dinero- notó que la alusión al dinero hacia mella en la mujer-, el patrón de muchas tierras.

- ¿Mauro?- se notaba la incredulidad en la otra.

Sin duda, atraído por la conversación, la figura de un hombre, en camiseta sin mangas y calzoncillo largo se acercó a la puerta. Dolores supo que debía tratarse del padre del chico.

- ¿Qué pasa aquí?

- Nada, es la maestra de Mauro. Dice que el chico puede hacerse rico de mayor.

El hombre soltó una carcajada antes de dar una calada al pitillo deforme y negruzco que llevaba en la mano.

- Mauro será un buen labrador como yo y como lo fue mi padre- contestó, seco.

- Permitan que insista. Mauro tiene un gran futuro si puede estudiar más. Lo que he venido a pedirles es que le dejen estar por las tardes en la escuela. Yo misma le daré clases y le prepararé para que pueda aprobar el examen de la secundaria. Créanme, su hijo merece que le demos esta oportunidad. Estoy segura que cuando sea mayor hará que ustedes vivan holgadamente con toda comodidad. Se lo ruego. Por favor. Son sólo cuatro horas cada tarde.

El padre pareció hacer cuentas en su mente. El chiquillo observaba, con los ojos bien abiertos pero sin decir nada, tras el hombre.

- ¿Cuatro horas? ¿Cada día? ¿Nos pagará usted los dineros que le pagan al chico en el campo por esas horas?

No, ella no podía pagar aquello. Su sueldo de maestra ya era escaso incluso para su humilde vida.

- Son sólo cuatro horas- balbuceó, como en un gemido, como en una súplica.

- Váyase- dijo la madre al tiempo que comenzaba a cerrar la portezuela.

- ¡Espere!- fue un gesto instintivo de Dolores el que le hizo parar el giro de los goznes con su pie y adelantar la mano hacia Mauro- ven, Mauro, ¿a que tú si quieres estudiar mucho?

El chico vio a la maestra abalanzarse e intentar tomarle con su mano. Se asustó y, temeroso, se abrazó a la pierna de su padre, apretando el rostro contra su muslo, pidiendo una protección que no necesitaba. En el mismo instante, el hombre le abrazó por el hombro, dio un paso al frente y desbloqueó la puerta.

- ¡Largo! ¿Quién se ha creído que es para venir a asustarnos, a amenazarnos?- gritó, y Dolores supo que lo siguiente sería un puñetazo sin más explicaciones.

Al este, el cielo estaba ya de ese azul marino oscuro en que algunas estrellas grande comienzan a brillar. Se pasó el dorso de la mano por los ojos y sintió que lloraba. Derrota total. Media hora después entró en la taberna. Los lugareños que jugaban a las cartas enmudecieron de pronto. Nunca una maestra había entrado en aquel bar, menos aún ninguna había pedido una botella de ron. La vieron caminar calle abajo. Estaba ya bebiendo a trago.




Las horas en que me gustas más.



No es mi afán, porque no soy un experto, comprender el porqué de tu transformación diaria, desde que te veo en la mañana hasta que te despido en la tarde. Habría que saber de biología, de bioquímica, quién sabe de qué, quizá sólo de magia. El hecho es que me limito a disfrutar de tu metamorfosis cada jornada, de prever – ahora que sé que ocurre con precisión de reloj suizo- lo que la siguiente hora va a delinear en ti.

Sí, es cierto que te encuentro cada mañana radiante, recién salida de la ducha, con el cabello dibujando las exactas ondas que tú has marcado con esas pinzas calientes - tan incomprensibles para mí por su intricada tecnología- que manejas con destreza, y matizado el rostro con las cremas y el maquillaje que se amontonan en botecitos sobre los estantes del baño. Con esa imagen deseada por ti, preparada ante el espejo, exacta, bien medida, con la energía de la mujer modelo, con la sonrisa de las fotos de pasaporte o de evento profesional.

Pero, siendo así que ya al amanecer estás encantadora, no es cuando me arrebatas. Son las horas que transcurren las que te transforman en el ser que adoro, en el cuerpo que deseo, en la mujer que necesito. A medida que el día camina, el cansancio te va arrancando el gesto de photoshop, el sudor- en esos días en que se corta el aire acondicionado y el sol de verano es implacable- se te adhiere a tu piel, las piernas fatigadas hacen que acortes el paso, la realidad cotidiana engulle tu energía. Es, entonces, ya por la tarde, cuando domas el pelo que te molesta en una coleta de niña juguetona, cuando tus ojos se empequeñecen para mirar lento y profundo, cuando me sonríes con esa expresión que tú dices que es horrible pero que a mí me parece extraordinariamente tierna, cuando asoman las arrugas y los poros se abren, cuando inclinas tu cabeza hacia un lado y me buscas tímida, y me dices sin decirme que quieres una caricia, cuando dejarías que te mime, cuando tu voz se torna queda, cuando de pronto sé que no puedo vivir sin ti. Entonces, justo entonces, me enojo infinitamente al decirte adiós y ver cómo te marchas.

The Path



The Path de Tale of Tales, desarrollado por Auriea Harvey y Michaël Samyn con música de Jarboe y Kris Force, es una obra digital, mitad juego, mitad relato en el que se combinan imágenes, animaciones, sonidos y textos para crear una experiencia envolvente en un ambiente propio del género de terror. En realidad, se trata de una actualización del cuento tradicional de Caperucita y el lobo pero ampliado a seis jóvenes. La atmósfera misteriosa, inquietante, amenazante, obsesiva, está muy bien conseguida y las actividades que han de desarrollarse por el lector no son obligatorias sino que este puede efectuarlas o no. Los personajes caminan a través de escenarios 3D bien logrados con muchos planos de actividad y realmente es difícil mantenerse en el camino y no lanzarse a explorar los bosques misteriosos y los enigmas que acechan en sus orillas. Desde el punto de vista de juego – porque finalmente hay que lograr un objetivo- el desarrollo es lento, más volcado en la exploración y en la comprensión de significados que en la obtención del resultado. El juego-relato es de pago pero existe un prólogo de libre acceso.


30/8/11

Biblioteca de Alejandría


La Biblioteca de Alejandría ha digitalizado su fondo de libros, con alrededor de 175.000 volúmenes. El sitio está bien organizado con un sistema de búsqueda potente y con una presentación inicial en el que se muestra una ficha de datos de la obra en cuestión. El sistema de navegación está disponible en tres idiomas, árabe, inglés y francés. Sólo 18.000 libros están libres de derechos y pueden leerse en su totalidad mientras que del resto, el sistema de visualización sólo muestra el 5% de la obra, es decir unas pocas primeras páginas, en muchos casos sólo la dedicatoria. Para estos libros con derechos de autor vigentes, la página simula el tratamiento real de la biblioteca de modo que permite – a los usuarios registrados- la lectura simultánea de estos libros en un número igual a las licencias compradas por la Biblioteca, igual al caso de los libros físicos en donde no pueden prestarse más copias que las existentes en las estanterías. Sólo cuando un usuario deja de leer, puede acceder otro.

Obviamente, una gran parte de la colección es en árabe pero hay libros asimismo en inglés, italiano, francés, latín, español y otros idiomas. El sitio ha sido desarrollado en colaboración con la International School of Information Science (ISIS) y los fondos se han digitalizado especialmente para la ocasión.

27/8/11

Los enamoramientos

Los enamoramientos(Alfaguara,  2011) de Javier Marías es una novela nada simple de reflexión moral sobre el amor, la muerte, la amistad, la relatividad de la verdad o el bien y la traición que se levanta sobre un cimiento sencillo de novela negra convencional y, me atrevería a decir, que prescindible (uno se imagina el desenlace muchas páginas antes de llegar a él y, en cualquier caso, es lo de menos. Apenas es un ligero andamiaje sobre el que construir lo que de verdad debe decirse). La historia de una muerte cuyos motivos van aclarándose poco a poco no es sino un pretexto para que Marías exponga su visión moral a través de las palabras de los personajes, particularmente la de María Dolz, en soliloquios extensos o diálogos trufados de técnicas cinematográficas como el congelamiento de la acción para introducir una idea, el desarrollo de una duda o un suceso ajeno al momento. Cómo los muertos se aferran a la vida a través de nuestras memorias, cómo nos debatimos entre no traicionar su recuerdo y no desperdiciar nuestro futuro, cómo el amor puede engendrar acciones infames o cómo las personas no son lo que, a la luz del enamoramiento, nos parecen. Cómo la realidad no se pliega a una diáfana distinción entre el bien y el mal, la turbante confusión de lo que resulta moral en función del punto de vista, todo ello a través de un continuo análisis introspectivo de nuestros pensamientos y de un examen minucioso de detalles y de momentos cotidianos. La narración de la historia se detiene cada poco para dar cabida a las digresiones- hábilmente ligadas con la trama, lúcidas aunque discutibles, siempre inteligentes, a veces algo snobs con las numerosas citas eruditas y las frases en inglés, con ese nivel metanarrativo obsesivo en ciertos momentos-, profundamente cercanas a lo que a cualquier ser humano le acaece en su vida, ambiguas en cuanto que huyen del maniqueísmo, morales sin caer en la moralina. Como siempre, Marías utiliza una prosa exquisita, rica en la semántica, excelentemente pulida, elegante, que sin embargo nunca cae en el enredo o en la dificultad. Los personajes principales, Javier y María, parecen ser un guiño al propio nombre del escritor así como algunos pasajes irónicos sobre las rarezas de los escritores. Quizá el final sea demasiado frío, reflexivo, civilizado en una situación del desenlace en que los sentimientos, el recelo y las reacciones se extremarían en casi cualquier persona.






25/8/11

E-books con notas incrustadas



La red social de lectura digital Copia (vaya elección del nombre dada la sensibilidad del sector con la piratería) ha anunciado que proveerá libros digitalizados en los que se hayan añadido notas de los autores las cuáles obviamente siempre resultan interesantes y, en cierta medida, se pueden convertir en "parte integrante del texto" por cuanto reflejan su propio pensamiento sobre él. Es decir, esta aplicación permite no sólo las anotaciones de otros lectores (algo ya casi habitual) sino las de los propios escritores. Estos comentarios aparecen en una ventana vertical situada a la derecha del texto principal. 

Copia es una red social que, de momento, está sólo disponible en los Estados Unidos por lo que es posible que el enlace, desde una IP que no sea catalogada como de aquel país, falle.

23/8/11

Lágrimas de aire


Lágrimas de aire es un cómic musical o un musical en cómic, como se prefiera, para el Ipad y cuyos capítulos iniciales también pueden verse gratuitamente en este sitio web. Un proyecto del compositor y guionista Luis Borruey que a lo largo de casi una treintena de escenas que incluyen dibujos, texto, música y canciones desgrana una historia interesante (aunque algo estereotipada) sobre el desamor. Un trabajo en el que ha participado el dibujando Salvador Ferrando dando vida a las viñetas que narran la trama. Los números musicales se intercalan a lo largo del movimiento de los gráficos de similar manera a como lo harían en un teatro real. Música que recuerda a Ismael Serrano.

Sin duda, interesante y aporta un punto de novedad que es de agradecer.

22/8/11

Epic Exquisite Corpse


Epic Exquisite Corpse no es literatura digital pero si está inspirado en la literatura y puede dar pie a experiencias equivalentes en ella. Se trata de un cadáver exquisito, idea de Xabier Barrade, que en vez de ser hecho encadenando textos se realiza uniendo dibujos que los usuarios pueden libremente introducir. El experimento comenzó el 28 de junio de este año y ya hay cerca de 20.000 grafos añadidos pero existe sitio para un millón. Y ciertamente, para dibujar con el ratón, hay auténticos artistas.

Un equivalente literario podría ser hacer esto mismo pero escribiendo a mano sobre la pantalla. Hay muchos sitios que recrean cadáveres exquisitos tecleados pero no conozco ninguno  digital que lo haga uniendo textos manuscritos en la pantalla.


21/8/11

The Fantastic Flying Books of Mr. Morris Lessmore


The Fantastic Flying Books of Mr. Morris Lessmore, de William Joyce, es un libro digital infantil muy bien trabajado, con una calidad visual e interactiva excelente que se encuentra disponible para el Ipad. Una estética a medio camino entre el cine mudo y El Mago de Oz en el que el lector puede interactuar de diferentes maneras: dibujar y colorear en pantalla, tocar el piano, descubrir o activar elementos, escuchar la historia en audio, etc. pero siempre con un perfecto trabajo de animación. Consta de 27 animaciones. 


20/8/11

Vuelven las cartas manuscritas


Snail mail my e-mail es un servicio altruista creado por Ivan Cash que pretende recuperar el arte epistolar de la carta manuscrita. El proyecto ha atraido a cientos de voluntarios que se dedican a escribir con bonita caligrafía y añadiendo ilustraciones si son requeridas, los emails que miles de personas les envían para hacerlo. Estas transcripciones a mano sobre papel son las que luego son realmente enviadas a los receptores. En los pocos meses que el proyecto ha estado en activo, se han redactado ya más de 10.000 cartas. La idea es poner en valor nuevamente la belleza de una carta escrita lentamente, con la carga emocional de saber que alguien dedicó su tiempo a hacerlo y puso lo mejor de sí en que el resultado estético fuera pulcro y afectivo. Cash señala que esta forma de comunicación es más emotiva que la digital como lo prueba el hecho de que la mayoría de las cartas que se han escrito son de amor o de arrepentimiento.




The Reader Series

Andrew Uchin expone en la galería digital DNJ, una serie de experimentos a base de libros en papel titulado The Reader Series. Unos trabajos que muestran las relaciones emocionales que los humanos establecen con los libros impresos tradicionales en los que ya no sólo importa el texto sino las notas, las dedicatorias, la forma en que las cubiertas se deterioran y que significan algo o evocan algún evento al propietario del volumen, etc. Una relación que es difícil de conseguir con un dispositivo electrónico.

Copio la propia percepción del artista sobre su obra:

...is a photographic exploration of the book as physical form, cultural marker, and visual word poem. My approach to artistic process is conceptual in structure but intuitively based and reflects a personal relationship with the subject that I am photographing. At its core, this series of photographs reflects my long-standing fascination with the visual display of language, from the style of type fonts to the printed word.

Books speak about the culture and time in which they are created. Their current use and valuation reflects contemporary concerns about information media and technology. As books age and deteriorate they mirror our own physical issues of age and decay. The text on the spine, cover or title page when highlighted becomes a poignant story about time, place and meaning.




Beta 620

El New York Times ha puesto en marcha la iniciativa Beta 620, un portal de experimentos en el ámbito de la lectoescritura digital que, de momento, presenta una serie de proyectos de periodismo digital entre los que destacan Times Instant, Community Hub y The Buzz. El primero es un buscador autocompletante de noticias del periódico neoyorkino. El segundo es un centro de comunicaciones entre los lectores del diario y el tercero es un programa que valora el impacto en la red de una determinada noticia. Otro proyecto ya en marcha es Longitude que es un mash up que sitúa las noticias del día en un mapa geográfico.

 

18/8/11

Codex Arundel

A través de la Ibookstore de Apple, y para el Ipad, la British Library pone a disposición de los lectores el Codex Arundel, el famoso manuscrito de Leonardo da Vinci del siglo XVI, digitalizado en alta definición y a un precio realmente interesante. El Codex es una especie de cuaderno de trabajo del genio italiano repleto de ideas, dibujos y textos escritos en espejo, una costumbre que Leonardo tenía para despistar al resto de los mortales. Versa sobre mecánica y geometría especialmente, pero incluye asimismo estudios sobre el reflejo de la luna, el movimiento del agua y la producción de sonidos. La digitalización está enriquecida con comentarios en audio y permite la inversión del texto para que pueda leerse con facilidad.





13/8/11

Pamela Small


Pamela Small de Alan Bigelow es un relato digital muy interesante en donde lo fundamental es la historia que se cuenta y cómo se cuenta, usando Bigelow las imágenes, animaciones, vídeos y sonidos (todos ellos en un ambiente un tanto naif) para potenciar el texto, no para sustituirlo. Contado en primera persona por una joven acusada de asesinato y con un interface sencillo e inmediatamente intuitivo. Cierta interactividad pero sin ser lo importante del relato. La lectura no pierde interés ya que es la propia trama la que sostiene el trabajo. Programado en Flash.

9/8/11

Reencarnaciones


Rodolfo se percató de que el golpe había sido fatal cuando notó que, a pesar de la violencia del impacto del accidente, no le dolía nada en su cuerpo. Mala cosa, pensó. O me he partido el espinazo o me he muerto. Era lo segundo.

Él siempre había sido muy escéptico respecto al más allá y poco dado a curas, de modo que no se asustó de lo que le rodeaba. Más por falta de referencias que por otra cosa. Sí, quizá se sorprendió de que todo resultara tan familiar, tan mundano, tan terrestre, tan poco Armagedón, pero aparte de eso lo tomó con calma. Otras personas más religiosas que llegaban simultáneamente al lugar sí mostraban recelo, angustia o sorpresa. Eran aquellos que esperaban ángeles, música de arpa y celesta, un San Pedro recepcionista y esa luz potente y divina que algunos cuentan que se ve al pasar la frontera. Así que, al encontrarse con una sala más bien cutre, de sillas de plástico y skai, mucho más parecida a las salas de deportación de cualquier aeropuerto que al paraíso, un par de tipos barbudos trajinando formularios de aquí para allá e incluso algún que otro grafiti en las paredes – por aquí pasó uno de Cuenca, 6-XII-59, pero pude regresar- aquellos seres creían haber llegado a las puertas del infierno sin siquiera juicio final.

Miró en derredor. Había una pareja de viejecitos sentados a la derecha. Se daban la mano y ella cabeceaba de sueño. Al otro lado, un hombre trajeado, con corbata de paramecio y zapatos de ante, silbaba distraído. Le hizo un ligero gesto con la cabeza a modo de saludo. Cerca de la puerta, una mujer de mediana edad pero de piel muy arrugada, melena teñida y uñas cuidadas con manicura semanal, leía un folleto distraída. En la esquina que daba a una ventana por la que sólo podían verse nubes blancas y algodonosas, dos tipos se removían inquietos sobre sus sillas, mirando incrédulos lo que les rodeaba. Uno de ellos golpeteaba el reloj intentando que recuperara su marcha sin darse cuenta de que, en aquel lugar, el tiempo debía estar detenido.

Rodolfo se sentó cerca del tipo encorbatado.

- Buenas tardes, espero no molestarle, no sé muy bien dónde me encuentro. El jet lag, quizá- quiso parecer simpático pero el chiste era tan malo que el otro ni sonrió.
- ¿Recién llegado?
- Sí, así es. Aunque, a decir verdad y serle sincero, no tengo ni idea de dónde me encuentro. Esto, en cualquier caso, no parece ser un hospital, de modo que…
- ¿No lo sabe?
- Bueno, sospecho lo peor. Recuerdo mi coche volteando en el aire y…. sé que puedo parecerle un loco pero ¿estamos muertos? – vaciló al preguntarlo.
- No, aún no – contestó el hombre.
- ¿No?, ¡vaya, pues me alegro! – Rodolfo sintió un alegrón. Se daba ya por finado y de pronto recobró la esperanza de que aquello sí fuera una clínica después de todo.
- Esto, según tengo entendido, es la sala de reencarnaciones- completó el encorbatado.

Rodolfo no pudo reprimir la risa. Al escuchar aquellas palabras sintió primero incredulidad pero un par de segundos después se le aflojaron los músculos de la cara y se echó a reír de buena gana.

- Discúlpeme- dijo entre carcajada y carcajada- no quiero parecerle descortés pero tiene usted muy buen humor para estar perdido en paradero desconocido como yo mismo lo estoy.

El hombre, sin atisbo de emoción, ni para bien ni para mal, le miró largo rato y simplemente se reafirmó.

- No es ninguna broma. Está usted en la sala de reencarnación. Ahora, los de ahí dentro, estarán estudiando si debe usted regresar a la tierra o si bien se da por terminado su periplo por el mundo.
- Vaya, un chiflado. A ver si esto es un manicomio- pensó Rodolfo, mientras observaba que las otras personas presentes se les acercaban al verlo reír sonoramente.
- ¿De qué se ríe, muchacho?- le pregunto la anciana que ya no parecía adormilada- El caballero le está diciendo la verdad. Esta es la sala de reencarnaciones.
- ¿Creen ustedes que nos devolverán ahí abajo?- preguntó uno de los individuos inquietos- ¿No tendrán un cigarrillo, verdad?
- Yo aún tengo muchos asuntos que resolver. Desafortunadamente, no me dio tiempo a aclarar todos los malentendidos… Recarte, Macario Recarte- dijo el otro, mientras le tendía la mano para presentarse.

Definitivamente, estaba entre locos. Rodolfo se levantó- ya no se reía- y aporreó la única puerta que había pero, para su sorpresa, sus golpes no hicieron ruido, como si la madera estuviera acolchada o como si no hubiera aire que transmitiera el sonido.

- No se moleste en pedir audiencia, amigo- dijo el anciano- aquí las prisas no son buenas compañeras. Los de dentro tienen que estudiar nuestros expedientes, ver si tenemos que reencarnarnos o no.
- ¿De qué hablan? ¿Están ustedes locos? – Rodolfo alzó la voz. Estaba empezando a inquietarse de veras. Una cosa era palmarla, otra era entrar en una pesadilla. Repasó mentalmente con avidez todas las posibilidades. Quizá estaba soñando pero al pellizcarse no sintió nada. O quizá le habían inyectado alguna droga los médicos y estaba viendo alucinaciones. Había oído cosas así, de gente que ve visiones y cree que son tan reales como las facturas del banco.
- Tranquilícese- dijo la otra mujer que hasta entonces había permanecido callada.- Mi nombre es Amparo y puedo asegurarle que esta es la sala de reencarnaciones. A mí ya me han hecho el examen y estoy esperando que me devuelvan enseguida. Al año setenta y dos, sabe usted, eso es lo que me toca.
- ¡Ah! ¡Es que hay un sorteo para ver si regresas como hipopótamo o como hippie de los sesenta! – dijo con una ironía tan agría como el vinagre.
- No se burle- dijo una voz- el accidente le debe haber aturdido. Cálmese.
- ¡No quiero calmarme, estoy calmado!- aquellas palabras tuvieron el efecto contrario al deseado por los presentes y soliviantaron aún más a Rodolfo
- Creo que alguien va a tener que explicarle de qué va esto- musitó la anciana y los demás asintieron.
- Siéntese aquí, por favor, y deje de hacer tonterías- le ordenó con tono de pocos amigos el tipo de la corbata. Se veía que estaba acostumbrado a mandar y que no admitía muchas discusiones.
- A ver, ¿quién le explica a este inculto lo que está ocurriendo? – la señora miró a todos como si fuera a seleccionar al maestro improvisado que se precisaba.
- Yo mismo lo haré- contestó Recarte- al menos, así me tranquilizaré un poco.

Rodolfo se sentó, apoyó su cabeza contra la pared, como si estuviese agotado, y se dispuso a escuchar toda aquella sarta de sandeces que a buen seguro le iban a contar los locos que poblaban el cuarto.

- Verá, amigo… Rodolfo, ha dicho que se llama, ¿verdad?... esto, como ya le hemos dicho, es la sala de reencarnaciones y todo el que muere va a parar aquí para que revisen su caso.
- A mí ya me lo han revisado y vuelvo al setenta y dos- volvió a decir, con una ilusión infantil, Amparo.
- Calle, mujer, que así no terminaremos nunca y en cualquier momento pueden salir los de dentro con noticias- indicó el viejo.
- Pues bien- prosiguió el narrador-, el hecho es que la reencarnación existe y existe nada más y nada menos para que podamos completar una vida feliz o, al menos, desarrollada como la deseamos de verdad.
- Sí, y yo soy el Rey Melchor- musitó Rodolfo.
- ¿Qué tal le ha ido en la vida, Rodolfo? ¿Ha hecho usted mal a alguien? ¿Ha sido feliz?

La pregunta le sorprendió. A fin de cuentas, si aquello era el cielo, el limbo, la antesala del infierno o la madre que la parió, aquella era una muy buena pregunta. Se supone que si has sido bueno vas arriba y si has sido malvado, te quemas el culo en las llamas. Se sorprendió y se quedó pensativo. A decir verdad, había sido feliz y, hasta donde recordaba, no tenía enemigos. No había sido un hombre brillante en la vida, o sea no se había hecho millonario ni había sido dirigente de nada, pero había tenido muchos amigos y la gente le apreciaba porque era un tipo dispuesto a ayudar, que compartía las alegrías y consolaba en las penas. Se había casado felizmente y siempre había sido fiel, hasta de pensamiento. Nunca había robado ni se había peleado si se exceptúa alguna pelea de chiquillo. No tenía deudas ni con los bancos, ni con las personas, ni con la ley si pasaba por alto un asuntillo de unos pocos euros con la DGT por un aparcamiento indebido. Se dio cuenta de que, en vida, era un ser afortunado, amado y amante, feliz, amigo de sus amigos, apreciado.

- Pues creo que sí, que he sido muy feliz. Y hasta donde recuerdo, no tengo enemigos- contestó con voz queda.
- Malo, malo, mala cosa – murmuraron varios de los presentes.

Rodolfo se quedó atónito. Si todo aquello le era inverosímil, el que el no tener deudas pendientes en el mundo ni maldades a la espalda fuera malo, resultaba la antítesis de todas las religiones.

- ¿Cómo, malo? – preguntó Rodolfo.
- Verá. La cosa es un poco más compleja de lo que nos cuentan ahí abajo.
- ¿Y cómo es, sabelotodo?
- Respeto, por favor, le pido respeto. Si no, se queda sin explicación.
- Lo siento muchísimo- se lamentó Rodolfo de todo corazón de haber perdido el temple-, de verdad le ruego que me disculpe. Ha de entender que estoy confundido y nervioso.
- No se preocupe- le palmeó el hombro con afecto- es comprensible. Pero, ahora, por favor, déjeme que le explique.
- Le prometo no importunarle más- prometió Rodolfo.
- La vida y la muerte dan una oportunidad. Esto, si lo piensa usted bien, es natural. Imagine una persona que ha cometido mil maldades, un ladrón, un asesino. Cuando nació no era así. Fue un bebé tierno como los demás, un niño que amaba a su madre, que deseaba sus caricias, que miraba con ojos ingenuos el mundo, que reía con los juegos y con la vida. Quizá, incluso, llegó a ser un adolescente dichoso, disfrutó de un primer amor, deseó morir por una mujer, fue feliz en un abrazo… pero en algún momento de su vida, eso se torció. Quién sabe por qué. Una reyerta a destiempo, un odio pasajero que le inundó la mente, un amor traicionado, un vicio no controlado, una mala influencia, quién sabe. El caso es que, a partir de entonces, ese ser ya no fue el que era, ya transitó por los malos parajes del mundo. O bien, puede acaecer un accidente que nos trunca una buena obra, un proyecto o un encuentro afortunado. O, imagine una persona noble, de trayectoria intachable que, en un momento dado, por azar o a conciencia, tanto da, hizo el mal a otro ser. Quizá le robó, o le mató, o perpetró libelo en su contra, o simplemente le envidió secretamente. Quizá le pillaron o quizá no, pero en cualquier caso, esa mujer o ese hombre ya no fueron los mismos. ¿Me sigue Rodolfo?
- Sí, le sigo, aunque no sé muy bien a qué viene todo esto.
- Lo importante es que, en toda vida, hay un momento que – por la razón que sea- lo tuerce todo, que nos hace tomar un camino que no deseamos pero que el destino nos obliga a tomar. Y, luego, a partir de ahí, todo discurre casi automáticamente. Hay pocos héroes, pocos santos que son capaces de revertir la situación. Una vez que la fatalidad nos sitúa en una vía, la seguimos. El mercenario seguirá matando; el indigente al que un mafioso le da dinero para matar a otro, seguirá; el hombre casado que se enamora de otra ya no podrá arrancarse ese amor; el que pierde su patrimonio debe pelear por su subsistencia en la calle; el que envidia, envidiará siempre… en toda vida hay un momento crítico en el que por azar la mayoría de las veces se toma un camino u otro, incluso sin darse uno cuenta. Un amigo que hacemos que, en aquel momento, nos parece sensacional pero que, pasado el tiempo, nos arrastra a la miseria. Un empleo que tomamos porque no hay otra cosa pero que, años después, ha resultado ser la cadena que nos ata a la infelicidad; un amor que parece brillante pero que nos dañará el alma en el futuro. Lo penoso es que no podemos saber cuál es ese momento, no tenemos la inteligencia suficiente para darnos cuenta de las ramificaciones que tiene cada decisión. Simplemente, tomamos la que mejor nos parece o la que el azar no ofrece sin poder saber a qué nos obligará eso en el futuro. Es como mover el peón en la primera jugada de una partida de ajedrez sin que nos sea posible qué pasará en el movimiento cuadragésimo.

- Yo, en el setenta y dos, mandé a hacer puñetas a Mario, el hombre que me hubiera hecho feliz- dijo Amparo, con tristeza- Le dije que no era suficiente para mí. Me he arrepentido tantos años de eso. Pero ahora tengo la oportunidad de arreglar el error.

- Se da cuenta Rodolfo- continuó Recarte- si la muerte fuera definitiva, todos los errores serían irreparables. El camino seguido sería imborrable. La vida estaría sólo marcada por los errores que hubiéramos cometido. Algo injusto, ¿no le parece? Esa visión tan terrible de que alguien se condene para toda la eternidad porque un día, por mala suerte, por una debilidad momentánea, cometió un error. Muy injusto. Mucho. Pero afortunadamente, el universo es distinto.

Rodolfo seguía a duras penas el razonamiento. La cabeza le daba vueltas y se movía inquieto en la silla. Por la ventana seguían cruzando nubes y más nubes. Sólo nubes.

- Para abreviar, el caso es que cuando morimos, todos llegamos aquí, a la sala de reencarnaciones. Esto no es el cielo. De allá no se vuelve. Y el infierno, como usted ya empezará a sospechar, no lo hay. Cuando aparecemos por aquí, nos dan la oportunidad de revisar nuestra vida, de comprender en qué punto tomamos la mala decisión, la que si hubiese sido de otro modo, nos hubiera conducido a una vida totalmente distinta. Ahí tiene, por ejemplo, a Amparo. Hasta el setenta y dos ella cree haber tenido la vida que deseaba, mejor o peor, pero la que deseaba. Mas en dicho año dio la espalda a un amor que cree que la hubiera hecho más feliz y mejor. Y ha elegido retornar justo a ese punto. Está a punto de volver a bajar, como si nunca hubiese estado aquí. Los de abajo no notarán nada. Ella escogerá vivir con el hombre que amaba, y la historia que sucedió por no hacerlo así se borrará, desaparecerá del mundo y de las memorias, será sustituida por la nueva trayectoria de su vida, junto a su hombre. Si acaso, en el futuro, vuelve a tomar una mala decisión, cuando nuevamente muera, volverá a tener la oportunidad de regresar a ese punto. Y así, una y otra vez, hasta que toda la vida de uno le sea satisfactoria, hasta que de verdad uno ya no tenga necesidad de volver porque ha recorrido lo que deseaba recorrer.

- Nosotros hemos pedido retornar al treinta y cuatro- dijo el anciano- porque fue entonces cuando acepté un trabajo en la ciudad. Nos fue mal, sabe usted, y las privaciones fueron todas. Siempre hemos estado convencidos de que deberíamos habernos quedado en el pueblo.

- Y yo quiero regresar al noventa y nueve- dijo el hombre que acompañaba a Recarte-. Aquel año me apropié de un par de millones de mi empresa. Nunca me cogieron pero esos billetes me queman aún hoy.

- Y yo- afirmó Recarte- quiero volver al ochenta y uno. Yo conducía y mi hermana iba en el asiento de al lado. Tres gin tonics, no le digo más. No vi venir el camión, le juro que no lo vi…- calló y se apartó con un nudo en la garganta que le impidió continuar.

Rodolfo comenzaba a encajar las piezas del rompecabezas y aunque todo aquello le seguía pareciendo absurdo, una lucecita en el fondo de su mente le hacía señas de que tenía su sentido.

- Claro que si usted ha sido totalmente feliz y no recuerda nada que quisiera cambiar…. – razonó para sí misma, Amparo.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Rodolfo. Había entendido a la perfección la frase. Si no tenía nada de qué arrepentirse, nada que cambiar, nada que recomponer, su reencarnación no tendría sentido.

Se abrió la puerta y un ser que parecía cualquier cosa menos un ángel, salió con un papel entre sus manos.

- Atención, señores. Presten atención, por favor.

Todos se callaron

- Juan Egisto y Marta Morcadas, regresan al treinta y cuatro. Macario Recarte, al ochenta y uno. Amparo Sala al setenta y dos, Juanjo Pedralbes al noventa y nueve. Pedro Eclestone al setenta y tres. Salen en dos minutos. Buena suerte.

En un instante, todos abandonaron a Rodolfo entre muestras de gran excitación. Una luz difusa, azulada, como de película de ciencia ficción, penetró por el ventanal, envolvió el recinto y Rodolfo se vio solo junto al tipo del papel en la mano.

- ¿Y yo?- preguntó asustado-¿Vuelvo a la tierra?
- ¿Alguna fecha que recuerde? ¿Algún hecho que hubiera deseado evitar?- inquirió, sin emoción alguna en la voz, el funcionario.

Rodolfo no supo qué contestar y la luz se difuminó lentamente. Se sentó en la silla, cabizbajo, intentando recordar, pero había sido asquerosamente feliz.

- Hay que joderse- pensó para sí.

 





8/8/11

Sobremesas de poesía


El día era precioso. El cielo azul cobalto, el campo enjaezado de mil verdes brillantes, bandadas de pájaros revoloteando en las ramas, mariposas tornasoladas aleteando en el jardín, un sol cálido pero amable, rizos inquietos en las aguas del pantano, la brisa acariciando tu cabello. O sea, concretando, el mundo vestido de gala para cumplimentarte porque el mundo sabe cuándo debe envolvernos con galantería y campánulas, porque seguramente el cosmos está conjurado contigo para crear días mágicos. Quizá sólo nos faltaba el sonido lejano de un acorde de guitarra.

Me gustas con el cabello recogido en coleta, tus gafas de sol sobre la cabeza, tu jersey anudado sobre los hombros, tu bolso en bandolera- siempre lleno de cositas y pequeños secretos-, tu mirada vivaracha a veces, profunda otras, interesante siempre, engarzada en la mía. Me gusta almorzar contigo sin esperarlo, sin planearlo, un día al azar, saborear juntos las alcachofas que siempre eliges de primero y el cabrito asado recién salido del horno, untar el pan a dúo en el azafate, compartir las copas de vino blanco y un gin tonic a medias. Me gusta que las sobremesas nos encuentren sentados en sillas de mimbre que juntamos muy cerca para que podamos enlazar las manos y tentar nuestras rodillas, para que fingiendo recoger una moneda del suelo, pueda acariciar la silueta de tus pies deseados. Me gusta verte encender un cigarrillo y cómo el humo crea volutas azuladas en torno a tu rostro. Me gusta, me honra, que nos llamen pareja, buena pareja además.

El tiempo transcurre tan deprisa en esas ocasiones que apenas hemos comenzado a charlar, está casi anocheciendo y no entiendo cómo el sol ha recorrido todo su camino en la bóveda y cómo las aves están ya buscando el cobijo del nido sin que yo me haya percatado de nada excepto de lo que me cuentas, de la preciosidad de tu carita y del tiento de tu piel.

Todo lo que dices siempre me es sustancial. Cuando tú me cuentas, un embrujo invisible se adueña de mi memoria y logra que recuerde cada palabra tuya, cada entonación, cada matiz. Yo, que siempre he sido de retentiva débil, me transformo con tu voz, con tus reflexiones, con tus preocupaciones, con tus sueños, y me quedo absorto mirándote y escuchándote.

Miraste al jardín, como si buscaras las palabras adecuadas entre las frondas y los parterres de geranios y azaleas. Exhalaste una caracola de humo, pintada de índigo y me miraste fijamente. Luego, como si te turbara el rubor, bajaste la mirada y hablaste en poesía:

- ¿Sabes? Sé que podría vivir contigo y me gustaría haber tenido un hijo juntos.

El universo entero palpitó por nosotros. Y yo quedé conmovido de emoción.

 

6/8/11

Keynote


Key Note es una aplicación para Ipad e Iphone que permite crear presentacion para la tableta al modo de un Power Point, mezclando fotografías, animaciones, textos, ficheros PDF, efectos, vídeos, etc. permitiendo también importar contenido de otras aplicaciones en Iwork o Safari, por ejemplo.

Aunque está pensado para presentaciones en general, permite también la creación de literatura digital ya que se puede generar de manera sencilla un texto unido por enlaces a contenido multimedia o a animaciones enriquecidas que, además, puede ser manejado interactivamente con los dedos. Permite también subir contenidos a la web o intercambiarlos con otros usuarios.

Cuentos infantiles enriquecidos


ITBOOK es una librería on-line de libros digitales infantiles interactivos para las plataformas Ipad e Iphone. Son libros enriquecidos que en muchos casos son los cuentos más clásicos embellecidos con audio, animaciones y vídeo, en varios idiomas para, por un lado, ser comercializables en muchos países y, por otro, permitir una función educativa en los niños que pueden familiarizarse con diversas lenguas. Eso sí, el catálogo hoy por hoy, es muy restringido.

5/8/11

EPUB3


EPUB3 es la evolución del formato EPUB, un formato en código abierto que está especialmente adaptado a la creación de libros electrónicos enriquecidos ya que dispone de comandos que permiten incluir vídeo y audio, algo que las anteriores versiones de EPUB no permitían. Amén de estas capacidades multimedia, EPUB3 ha mejorado o implementado otros elementos como un mejor soporte de textos, mejor accesibilidad, soporte de tabletas, Flash, HTML5, metadatos enriquecidos, control de pantallas táctiles, soporte de ecuaciones matemáticas, manejo de caracteres no latinos (particularmente ideogramas asiáticos o escritura árabe, que ahora serán fuentes y no pequeños gráficos) y soportará el estándar DAISY de presentación multimedia en la web. Esto, sin duda, amplia la capacidad de visualizar literaturas más diversas.

Sólo falta que los desarrolladores de libros enriquecidos en Windows o Android se pongan a trabajar para aprovechar las nuevas prestaciones del formato.

 




Comodoros y corsarios


Tampoco es que sea algo nuevo.

Los cuentos de siempre, las películas de aventuras y las leyendas de toda la vida están llenas de hombres destinados a amar con todo lo que pueden dar de sí, aturdidos y vencidos por mujeres que, desdeñándolos, se enamoran de los corsarios intrépidos, de los galanes de bigotillo cuidado, de tipos de modales encantadores o belleza varonil, de bailarines, toreros, cantaores, hombres de labia argentina o juglares granujas y mujeriegos que hacen muescas en su puñal con cada conquista. Al cabo, es normal que se prefiera el delirio de la locura, del amor infiel, inquieto y aventurero a la seguridad del aburrido afecto diario; que se elija ser doña Inés o caer en el hechizo- fugaz pero intenso- de los brazos de Rhett Buttler.

Y es que esos desdichados perdedores sólo pueden ofrecer amor persistente, entusiasmo ciego y deseo callado. Son los pequeños funcionarios, los hombres mediocres, los oficinistas aburridos, firmes en el honor y el deber, en alimentar en silencio la devoción por la mujer amada, curtidos en sobrellevar la decepción y siempre esperanzados en que, algún día, la lotería tocará. Hombres que ven con desdicha cómo la mujer soñada es su amiga – vaya mierda de premio de consolación-, cómo se convierten en consejeros y confidentes, en el apoyo moral de sus corazones rotos… por otros.

Hombres que darían la vida por ellas pero que son incapaces de crear escalofríos, locura repentina, deseo irrefrenable, ese instinto de fugarse al galope dejándolo todo atrás, esa preferencia por sufrir de amor o de abandono antes que perder la piel morena del galán.

- Te quiero – me dijiste- pero es un amor tranquilo, sensato y maduro.

- No quiero ser tu comodoro, orgullo de la Armada británica – y ambos nos acordamos de Piratas del Caribe.

- No digas tonterías- reíste, y yo acompañé tu risa con cierta tristeza.

- Quiero ser tu Jack Sparrow, capitán Jack Sparrow. No tu comodoro.

Y entonces fui yo el que reí y tú acompañaste mi risa con cierta tristeza.