29/4/11
Autonomous Parapoetic Device
28/4/11
Sueños
Marcelo era un hombre prescindible, una ratita gris en el sentido que los alemanes dan a este concepto. Una persona anodina, rutinaria, rigurosa hasta el cansancio en la precisión exacta con la que ejecutaba cada acto cotidiano, un ser que podía ser un artista sublime o un asesino brutal si recibía instrucciones concretas para serlo. Nunca cuestionaría las órdenes. Él era una un hombre gris y se sentía a gusto en la seguridad de la mediocridad. O, al menos, así lo pensó siempre hasta aquel otoño del dos mil cuatro cuando le sorprendió una repentina tormenta en medio de la avenida. El día había sido caluroso y nadie esperaba que la lluvia podría presentarse con semejante violencia. Los autobuses pasaban repletos sin siquiera abrir sus puertas en las paradas. Los taxis circulaban alocados de aquí para allá, pero ninguno con la lucecita verde de disponible. Los paraguas que algunos avispados comerciantes ambulantes habían sacado a veinte euros por pieza se habían agotado inmediatamente para regocijo de los mercaderes. Así que hubo de caminar y, más o menos al pasar frente a la pastelería, un coche azul metalizado que circulaba a mucha velocidad, lanzó todo el agua de un gran charco sobre su persona, empapándole de arriba abajo. Junto a la sorpresa y al ridículo que el hecho le produjo, notó cómo un sentimiento incontenible de ira le inundó la mente. No sólo porque le habían mojado sino porque aquel individuo había incumplido la normas y Marcelo no comprendía a la gente que incumplía las normas. Deseó que aquel automóvil se estampase contra un muro y que la policía detuviera al infractor y lo empapelara de por vida. El enfado no se le pasó incluso tras tomar una ducha y vestirse el pijama de seda impecablemente planchado. Se le había ido el apetito y se sorprendió a sí mismo rompiendo su rutina diaria y acostándose enojado antes de las nueve y media que era cuando cada día, como un reloj atómico de alta precisión, se introducía entre las sábanas.
De pronto, se sobresaltó y un escalofrío le recorrió el cuerpo. Se asustó. Recordaba haberse metido en la cama con su pijama pero ahora estaba despierto, de nuevo en la calle, bajo la lluvia racheada. El coche azul volvió a pasar junto a él y, como si de la repetición de una jugada de fútbol en la televisión se tratara, todo ocurrió exactamente igual que hacía unas horas. El vehículo le salpicó y él se enfadó de veras. Pero, ahora, algo más sucedió. Estaba aún deseando que aquel temerario tuviera su merecido cuando escuchó un patinazo y un aullido de neumáticos sobre el pavimento mojado. Miró a su derecha y el coche azul estaba girando sobre sí mismo, fuera de control, hasta que con inusitada violencia vino a colisionar con la pared de la fábrica textil de la calle López Cano. Los peatones que antes le miraban a él, corrieron hacia el lugar del accidente a donde ya había llegado una patrulla de la policía. Tuvieron que usar un cortachapas para sacar al tipo del interior. No estaba gravemente herido pero sí aturdido y, al parecer, con un par de costillas rotas. Marcelo escuchó cómo varios transeúntes contaban a la policía que había conducido temerariamente, que había importunado a un pobre transeúnte al que había empapado con su alocado conducir. Uno de los agentes comentó que le iba a caer una buena multa y, probablemente, tendría que presentarse ante el juez. Marcelo se sintió satisfecho. No sabía cómo pero la vida corregía su error y el orden y la justicia regresaban al mundo. Sonrió y su calma gris y apacible volvió con él.
Aún sonreía cuando despertó. Se dio cuenta entonces de que había estado soñando. Supuso que el impacto emocional del suceso, tan inhabitual en él, le habría hecho revivir los hechos mientras dormía.
La mala suerte parecía acosarle. Al llegar a la oficina, su jefe le indicó que existían un par de fallos menores en un informe que había preparado hace días. Jamás había recibido una reprimenda y aquel hecho- que a cualquier le hubiera pasado casi inadvertido pues, en realidad, el Sr. González había sido especialmente cortés al señalarle los errores- le dolió en el alma. Su habitual sosiego se tornó inquietud y enojo. Eran dos tonterías, dos errores imperceptibles en un documento de seiscientas páginas. Sintió que algo ocurría que él no conocía, una especie de complot preparado por su superior para ridiculizarle. Era injusto. Quizá, incluso, los fallos no eran suyos sino que ese mezquino jefe – siempre sospechó de él en el fondo aunque su natural bonhomía impidiera que se percatara de ello- los había puesto allá para acabar con él y con su tranquilidad. El desasosiego le duró todo el día y, al acostarse, le costó conciliar el sueño.
Repasó el informe con detenimiento. Cada palabra, cada sentencia, cada juicio. Y entonces fue cuando se percató de ello. Tal como lo sospechaba, bajo aquellas dos frases erróneas se notaba con claridad que alguien había borrado algo y había sobrescrito lo incorrecto. Y, curiosamente, eran dos frases que hablaban sobre la posible corrupción en la empresa. Así pues, eran ciertas sus sospechas. Era una conjura. No lo dudó. Tomó los papeles y, con una energía y un valor desconocidos en él, se presentó frente al Presidente de la compañía. Calmosamente, con razonamientos claros y precisos, expuso sus dudas y sus conjeturas. Al finalizar, el Presidente le miró adusto y dijo:
- Gracias, Marcelo. Sospechaba de ese jefe de departamento desde hace tiempo. Usted ha hecho un gran servicio a esta empresa. Claro, deberemos comprobar sus datos, pero dentro de mí sé que usted está en lo cierto. Siga así, Marcelo. Es usted un empleado modelo. No podemos prescindir de usted.
Se le llenó el pecho de aire fresco y de orgullo. Él no era gris como decían. Por el contario, era un modelo, un canon a seguir.
Despertó lleno de satisfacción y volvió a caer en la cuenta, para su desconsuelo, de que nuevamente había estado soñando. Sólo eso, un sueño. Con cierta congoja porque todo aquello no fuese verdad y por tener que regresar frente a su jefe corrupto con la cabeza gacha se levantó y desayunó sin ganas. El día se le hacía más cuesta arriba que la noche.
En aquel mes de otoño, ocurrió cada jornada. Por alguna extraña razón que él no atinaba a comprender, cada noche soñaba que solucionaba un problema, o lo que él creía que era un problema, y siempre de satisfactoria manera para él. Se dio cuenta además que podía elegir qué soñar. Un día, por ejemplo, se acostó pensando que le gustaría solventar un asunto que le preocupaba cual era la falta de sincronización de los semáforos de la avenida Gauge. Era algo que siempre le había molestado. Caminando a paso normal, uno nunca podía recorrer todas las manzanas sin detenerse en un semáforo. Aquella noche, en su sueño, el alcalde ordenó arreglar el asunto inmediatamente y le envió una carta de felicitación por haberlo sugerido.
- Necesitamos buenos ciudadanos como usted- decía la misiva- que ayuden a las instituciones a mejorar la calidad e vida alertándolas sobre elementos perturbadores. Ciudadanos imprescindibles como usted.
Otra noche, se puso el pijama deseando ver una película erótica, algo que su vergüenza jamás le permitiría hacer en la realidad. Entrar, incluso sólo pasar cerca de un cine de aquellos era impensable para una persona de orden como él. Pero, aquella noche, sus más lascivos deseos se tornaron realidad y descubrió que aquello le gustaba mucho, al menos hasta que el despertador sonó y un hálito de enorme rubor le sofocó. En otra ocasión su voluntad fue viajar en velero y por la noche cruzó los mares. Una noche de tormenta quiso reordenar todo el tráfico de la ciudad y así se hizo. Al día siguiente, reorganizó toda su empresa y el domingo resolvió unos alborotos en la ciudad.
Poco a poco, primero como un juego, luego como una necesidad, Marcelo fue acostumbrándose a aquel talento que había descubierto en sí mismo. Nunca varió sus hábitos diarios y sólo comenzaba a pensar en qué le gustaría soñar cuando llegaba a casa, tras ducharse, cenar frugalmente y escuchar las noticias en la pequeña radio de su mesilla. Entonces sí dedicaba una hora a ultimar detalles, a delinear en su imaginación lo que le gustaría vivir, lo que quería sentir. E, ineludiblemente, como si se un dispositivo electrónico leyera su mente para posteriormente recrearla en una pantalla de realidad virtual, soñaba lo que deseaba, se convertía en un paladín de la sociedad, solventaba entuertos, enamoraba a las mujeres más voluptuosas y llegaba a presidir la empresa en la que, por el día, no era más que un oficinista. Gris bajo el sol, un arco iris bajo la oscuridad, así era él ahora. Eso sí, le costaba despertarse, se le hacía muy cuesta arriba. La familiaridad y placidez de su gris existencia le resultaba enojosa, turbante. Y, aunque jamás nadie sospechó nada de él, llegó a anhelar las noches cada segundo de su existencia. Se hizo amigo de los inviernos e incluso llegó a sopesar irse a vivir todos los veranos a la Patagonia y todos los inviernos a Laponia para que las horas de sueño fueran las máximas posibles.
Un amanecer de mayo, varios años después, estaba recostado en el regazo de Ana, la mujer de la que se enamorara de joven, hacía tantos años que ya no los recordaba. El cabello de la mujer ondeaba bajo la brisa y se pintaba con motas de todos los colores. El cielo era de azul cobalto, como en las postales, a propósito para un momento tan dulce. Ana le susurraba que le quería y le acariciaba el corazón, insistentemente, incluso con fuerza, demasiada presión a veces, golpeteándole, como si quisiera indicarle cuánto apreciaba el amor que llenaba aquel palpitante órgano.
Por un instante escuchó una voz extraña, ajena a su conversación con Ana. Alguien que pasaba cerca, hablando demasiado alto, y que le importunó por un momento.
- Déjelo ya, doctor. No responde al masaje cardiaco. Se nos ha ido. Al menos se ha muerto sin sufrir, mientras dormía. Y al parecer tranquilo, a juzgar por su media sonrisa.
Hizo caso omiso a aquellas voces y volvió a mirar a Ana que le sonreía envuelta en una luz brillante muy especial.
Caminar contigo
Te abracé. Besé tus mejillas y tus labios. Te tome de la cintura y acerqué tu cuerpo al mío. Acaricié tu mano como si me fuera la vida en ello. Cada pocos pasos, debía detenerme a mirarte. Sólo a eso. A disfrutar de tu cara. Estabas hermosa, realmente hermosa.
Compartimos la brisa de la tarde, los juegos de los pájaros y el aroma de los huertos. En un recodo aún quedaba un remanso de agua de lluvia. Hubimos de saltar y denominamos el lugar como los grandes lagos, entre risas.
Había una amapola solitaria entre el matorral y el sol la elegía para que brillara y pareciera la más hermosa de las flores. Tú eras el sol que brillaba ayer en el paseo. Yo, la amapola, inverosímilmente elegida por ti para brillar por motivos inconcebibles.
Ayer caminé contigo. No sólo por el sendero solitario que serpenteaba entre alhelís y campos florecidos. Caminé contigo por la vida, por un sueño, por una esperanza. Junto a ti, el camino merece ser vivido. Y es doloroso regresar y decirte adiós.
27/4/11
Leonora
Leonora es una novela de muchos capítulos breves que describe a modo de flashes momentos puntuales de la escritora con unos diálogos inventados sobre recuerdos más o menos reales que Carrington le contara a la escritora. Si bien algunos presentan una evidente fuerza dramática (como el internamiento de la pintora en un manicomio lúgubre de Santander tras la guerra civil española) o lírica (la pasión, cercana a lo insano, que Carrington siente por Max Ernst, o la carta anhelante que una noche de insomnio escribe ansiando que regrese Renato), el ritmo de la novela es un tanto repetitivo porque cada escena, por distinto que sea el escenario, es una descripción similar, casi hipnótica de la sicología y las obsesiones de Leonora, de sus excentricidades y de su falta de encaje en el convencionalismo social. La especial personalidad de Carrington es algo de lo que el lector se percata rápidamente en los primeros seis capítulos y, por ello, quizá no hiciera falta insistir machaconamente durante los siguientes cincuenta, ayudándose incluso en personajes o hechos que son de índole menor y que aportan muy poco al conjunto. Poniatowska se esfuerza en ponerse dentro del inquieto e inestable cerebro de Carrington para expresar sus razonamientos, sus motivaciones, sus pesadillas, sus fantasmas, sus amores radicales, su confusión, su forma de ver la vida y los momentos que vive, su sufrimiento, su falta de control, como si se tratara de un psicoanalista freudiano que la tuviera tumbada en un diván. Pero, esta visión se va repitiendo a lo largo de la novela hasta resultar lineal, previsible, reiterativa, sin que parezca que a Poniatowska le interese el interés del lector sino sólo su continuada exaltación de la artista, incluso en momentos en que la protagonista da más lástima que admiración. Cierto que en sus páginas se encuentran reflexiones filosóficas sobre la vida y sobre la libertad profundas e interesantes, que la prosa es rica (algo chirriante en ocasiones para los lectores españoles cuando se jala a la mujer, se llama al mesero, cuando en Irlanda el sol es la cobija de los pobres o algo es retechulo), que la autora consigue hibridar géneros – crónica, historia, relato sicológico- con habilidad, que los diálogos son fluidos, breves, ágiles… pero es demasiado suponer que la personalidad de Carrington – casi cien años después- es tan arrebatadoramente atractiva o que su obra artística ha sido tan sensacional como para no necesitar nada más al construir la novela.
La novela ha recibido el Premio Biblioteca Breve 2011.
26/4/11
Precision Targets
Precision Targets de Erik Loyer, Caren Kaplan y Ezra Clayton es un excelente cómic visual interactivo que supone una reflexión sobre como la tecnología militariza nuestra vidas, en concreto el control al que puede exponernos el uso del GPS, tecnología desarrollada inicialmente para usos bélicos. Se trata de seis historias paralelas cuyas viñetas (gráficos, imágenes, sonido, textos, noticias) se encuentran embebidas en un cubo que rota en el espacio tridimensional y que contiene numerosas posibilidades de interactividad. Las viñetas no son estáticas sino que hacen un uso extensivo del efecto de parallax a medida que el usuario mueve el ratón. Pueden verse como exclusivamente visuales o añadir el texto a voluntad del lector. La narrativa toma coherencia si los paneles se recorren de ciertas maneras determinadas pero el usuario puede explorar cualquier otra que le permita la navegación a través del cubo. También dispone de una nube de contenidos que permite saltar a cualquier parte de la obra.
Programado en Flash. Se trata de un muy interesante trabajo.
Mapa de literatura
Literature Map es una aplicación que muestra datos sobre un escritor determinado. Aunque la base de datos es amplia, faltan muchísimos escritores por lo que es fácil que ocurra que el programa no encuentre información sobre el nombre que solicitemos, especialmente si no es un escritor de habla inglesa.
25/4/11
Tormenta en la nube
Durante gran parte de la semana pasada, un fallo en los servidores del sistema EC2 (acrónimo de Elastic Computing Cloud) de Amazon ha hecho que una parte significativa de La Nube haya estado inoperativa. Esta caída de los servidores ha afectado a servicios como Quora, Foursquare, HotSuite, ReddIt, Sony Network o CoTweet por citar sólo los más conocidos aunque los perjudicados han sido varios millares de sitios y cientos de miles de usuarios. El fallo ocurrió por una causa banal el jueves 21 en la madrugada (hora local) pero se fue extendiendo en cascada hasta generar un problema importante que ayer domingo aún no estaba plenamente solucionado. En concreto, el fallo se inició en el centro de servidores de Virginia cuando varios sistemas comenzaron a realizar copias de seguridad automáticas de los datos. Hasta ahí, nada anormal. Pero, por motivos desconocidos, los algoritmos no detectaron la finalización correcta de los back-ups y las copias continuaron haciéndose y haciéndose, una sobre otra, saturando rápidamente los servidores. El sistema intentó almacenar los datos en otros servidores dando lugar a una explosión de problemas de saturación y conectividad que acabaron por hacer caer el sistema. Un asunto que los ingenieros no han podido resolver rápidamente y que ha tenido a la Nube caída por muchas horas. Aunque el mismo jueves a la noche (ya el viernes en España), se había restablecido el funcionamiento básico, muchos de los problemas de conexión continúan permaneciendo.
La informática en Red, en La Nube, está de moda. Permite, para el usuario final, almacenar datos y aplicaciones en un ente aparentemente virtual que no es su ordenador, llamándolos sólo cuando le son necesarios. Así, no tiene problemas de espacio ni de gestión de los datos. “Algo” almacena todo, “algo” hace copias de seguridad para asegurar que los datos no se pierden, “algo” se preocupa de que todo funcione correctamente. Esta sensación de (falsa) seguridad y de comodidad ha hecho que la Cloud Computing sea un concepto que haya pasado de ser una locura hace apenas cinco años a ser un elemento indispensable de la Red y la Web 2.0. Hoy, en día, a casi nadie se le ocurriría mantener sus propios servidores, gastar en electricidad, asegurar que funcionen las 24 horas del día, 7 días a la semana, invertir en discos duros de mucha capacidad. Es mucho más sencillo y conveniente delegar todo ello en “algo” que lo hace por nosotros por un pequeño precio: La nube. A nivel más particular, son millones los usuarios que, en vez de comprar un disco duro y dedicar horas a hacer copias de seguridad, confían sus datos a servidores de correo (Hotmail, yahoo, gmail,…) o a discos duros virtuales en la nube (Dropbox, etc). Todo esto es posible, obviamente, si el servicio está disponible. Si no lo está, ni hay web, ni hay sitios, ni podemos almacenar datos ni podemos llamarlos, nuestras aplicaciones están inoperativas, etc.
El problema es que ese “algo” no es magia ni virtualidad pura. Por el contrario, son ordenadores y software que pertenecen a unas pocas empresas con la capacidad y el poder empresarial suficientes para invertir en todos esos medios y recursos y ponerlos a nuestra disposición. De hecho, EC2 es uno de los mayores servicios de alojamiento en la nube. La Nube es cómoda y permite el acceso a la Red a casi cualquiera, pero presenta una serie de problemas de gran calado:
1.- Fiabilidad: La seguridad de funcionamiento está concentrada en los servidores de unas pocas empresas de alojamiento. Si estos fallan, falla todo. En cierta medida, la Nube es un concepto antagónico con el de Internet. La creación de la red fue un invento militar precisamente para evitar que la caída de un centro de datos dejara sin información al mando del ejército. Así, se creó la red de redes, donde una malla de conexiones múltiples aseguraban que si fallaba una, habría otra disponible. La redundancia masiva permitía asegurar que siempre podría encontrarse un camino entre dos puntos para transmitir los datos.
La realidad es, sin embargo, distinta. Si bien, a pequeña y local escala el principio de redundancia de caminos sigue existiendo, esto ya no es cierto a escala planetaria por la simple razón de que hacerlo así requeriría unas inversiones inalcanzables hasta para los gobiernos. El cableado de Internet mundial se concentra en unos pocos cables transatlánticos, unos pocos satélites orbitales y unos muy pocos nodos de concentración del flujo de información. Además, muchos de los millones de ordenadores que componen las subredes usan La Nube confiando los datos a ese grupo de servidores de alquiler pertenecientes a unas pocas empresas.
Hay que ser consciente que la Ley de Murphy se aplica también a la Nube. Si algo puede ir mal, irá mal.
2.- Complicación de restauración. Los servidores en nube facilitan la vida y el acceso a red pero son complicados de manejar y mantener. Si fallan, como ha sido el caso, su restauración es lenta y trabajosa. El usuario quiere rapidez de descarga y de subida de datos y eso se logra manteniendo en memoria viva la mayor parte de datos. Cuando el sistema cae hay que restaurarlo todo desde lentos discos duros de respaldo. Y son muchos petabytes a restaurar lo que obliga a hacer la restauración lentamente para no sobrecargar las transmisiones.
3- Imposibilidad de prever fallos en cadena. Hay una única manera, hoy por hoy, de evitar fallos catastróficos de la nube. Y esta es – nuevamente- la redundancia. La redundancia puede conseguirse de varias maneras (desde la física como pueden ser las duplicaciones de ordenadores, de discos, de cables, etc. hasta la redundancia virtual que se basa en duplicar los ficheros en sistemas distintos y aislados). Así, por ejemplo, Amazon dispone de centros de datos en varios lugares del mundo, separados de manera que la caída de un grupo de servidores no afecte a otro. Normalmente nuestros datos están en una determinada zona (denominada AZ) con el back-up de esos datos en esa misma AZ. ¿Pero qué ocurre si falla esa zona como ha sido el caso? No tendremos acceso ni a los datos ni a su copia de seguridad porque toda la zona está caída. En este escenario podemos pensar en duplicar nuestros datos en varios grupos de servicio geográficos. Si uno falla, podemos recurrir al otro. Pero, si como también ha sido el caso, los problemas de conectividad se extienden tampoco puede asegurarse el servicio. Si algo puede ir mal, irá. Un fallo en cadena de una red tras otra es improbable, pero no imposible.
Y, siempre hay que tenerlo en cuenta, lo que nadie puede evitar es que las empresas proveedores de servicio (Nube o telefonía) quiebren y desaparezcan llevándose la nube con su bancarrota.
4.- Confidencialidad de los datos. Dado que todo el flujo de información se almacena en manos de muy pocas empresas y circula por conexiones controladas por otras pocas, es obvio que es sencillo controlar nuestros datos. Basta situar unos pocos controladores de datos (sniffers) en ciertos nodos o en ciertos cables para poder conocer todo de nosotros. Este “big brother” es, sin duda alguna, uno de los problemas filosóficos más importantes de la Nube y ya ha sido tratado anteriormente aquí, aquí y aquí .
International Conference on Computational Creativity, 2011
Esta semana que entra, en concreto del 27 al 29, se celebrará en México la segunda International Conference on Computational Creativity, 2011. Se trata de un evento muy interesante, con una serie densa de ponencias a cada cual más atractiva. Así, Multiobjective Optimization for Meaningful Metrical Poetry de Fahrurrozi Rahman y Ruli Manurung; Artificial Creative Systems and the Evolution of Language de Rob Saunders; Theme-Based Cause-Effect Planning for Multiple-Scene Story Generation de Karen Ang, Sherie Yu y Ethel Ong; A System for Evaluating Novelty in Computer Generated Narratives. de Rafael Pérez y Pérez, Otoniel Ortiz, Wulfrano Luna, Santiago Negrete, Vicente Castellanos, Eduardo Peñalosa, y Rafael Ávila; o Simulating the Everyday Creativity of Readers de Brian O'Neill y Mark Riedl. Ya se han publicado on-line los Proceedings of the Second International Conference on Computational Creativity compilados y editados por Dan Ventura, Pablo Gervás, D. Fox Harrell, Mary Lou Maher, Alison Pease y Geraint Wiggins.
24/4/11
L.A. Festival of Books
Dentro del evento L.A.Festival of Books que se celebrará en la Universidad de California del Sur, el próximo domingo 1 de Mayo tendrá lugar la mesa de debate titulada Reading and Writing in the Digital Age, con Erik Loyer y Mark Marino, moderados por Holly Willis. Se explicarán diversos proyectos de literatura digital desarrollados en la Universidad, se presentará el recientemente lanzado Electronic Literature Collection, Volume II y se analizarán nuevos programas de software que permiten combinar escritura con elementos multimedia.
Junto al mar
Encantas las noches, las haces mágicas, como las ninfas que conjuran las estrellas y los sueños en los cuentos de hadas. No sé cómo lo logras pero cada velada, cada cena que disfruto a tu lado, cada palabra que pronuncias, se engarzan en mi memoria como si las sensaciones y los sentimientos se impregnaran del más poderoso de los pegamentos para adherirse a mi alma y a mi pensamiento para siempre. Me cautivas. Desarmas mi temor al mundo y al pasado. Me das un futuro sólido. Atesoro cada noche contigo, cada conversación, cada atmósfera, en un rincón especial de mi cerebro, uno que no sólo es el más preciado que poseo sino que es el arca de dónde respiro fuerza, entusiasmo, certidumbre, aliento, cuando me enredo en la melancolía, en las dudas o en el desánimo, cuando el temporal arrecia dentro de mí. Las charlas contigo son resurrección, aire, oxígeno limpio, aroma de lavanda, delicada sinfonía, éter vigoroso, mar en calma.
La otra noche fue maravillosa. A través de la cristalera nos acariciaba la luz, dorada y púrpura, de un sol ya cansado mientras se entremezclaba lánguidamente con las sombras del anochecer que se desparramaban por el puerto. Las barcas, acunadas por la marea suave, amarradas a los bolardos y listas para dormir. Las gaviotas, soñolientas, se refugiaban entre los maderos del pequeño malecón. Dos gorriones enamorados volaban sus últimas cabriolas antes de retirarse a su nido. Un barco, cargado de nasas e iluminado por faroles amarillos, se deslizaba silencioso hacia la bocana del puerto. Elegiste unos hongos a la plancha de primero que compartimos junto a una botella chica de vino blanco. Tú hablabas. Preciosa. Me encanta cuando lo haces, cuando me cuentas cosas, cuando soy tu confidente. A veces, callabas y pensabas en qué sé yo. Tengo una foto tuya de ese instante, robada mientras no me mirabas. Seguro que si la vieras, dirías que no te gusta, que has salido mal, que la borre. Siempre lo dices. Lo dirías aunque te pintara el mismísimo Boticelli en el lugar de Afrodita. Sin embargo, a mí me parece que estás arrebatadoramente hermosa, con esa expresión tan tuya y tan tierna, tan rica de ideas y sensaciones, mirando fijamente a algo, concentrada, con los últimos rayos de luz brillando en tu cabello, ensimismada en unos pensamientos de los que tengo envidia. Cuando estás conmigo, conversando, mirándome con esos preciosos ojos que me acarician, un tumulto de quereres se filtra por las rendijas de mi alma y de mi cuerpo. Y me siento bien. Me siento bien junto a ti. Parece poco, es breve el decirlo, pero qué inmenso es el sentimiento.
Luego, ya noche cerrada, caminamos por las calles solitarias, llenas de salitre y rumores de mar. La noche serena palpitaba cómplice de nuestro afecto. Te abracé, me abrazaste, besé tus mejillas muchas veces, olí tu pelo, tomé tu mano, así tu cintura para apretarte contra mí. De tanto en cuanto, una farola indiscreta dibujaba nuestras sombras unidas en una sola, juntas por la vida, íntimamente confundidas, como deseo que siempre sea. Te dije que te quería una y otra vez porque es lo único que acierto a decirte cuando quedo prendado de tu ser, cuando resurge nuevo y fresco el arrebato de amor que te tengo. Cómo podría expresar los matices de lo que me haces sentir, de lo que pienso, de la plenitud que me das. Es imposible. Por eso, sólo atino a repetir que te quiero y que te quiero. Se oyó una sirena a lo lejos. Odié el reloj que corría demasiado rápido. Siempre lo hace cuando te estrechó entre mis brazos. Estabas más hermosa que nunca. Las estrellas que asomaban entre los claros, fueron testigos de nuestro romance. Pensé en la fortuna infinita que tu amor me otorga. La luna iridiscente, acostada sobre unas nubes argentinas, creaba pavesas acuáticas sobre el océano. Lo guardo todo, todo, todo, dentro de mí, para siempre.
Me gusta esperarte
Me gusta esperar a que salgas del trabajo y marcharnos lejos como lo hicimos el otro día. Conducir tranquilos, hasta otra ciudad, perdernos en las calles y buscar nuestro destino sin importar realmente dónde se encuentre porque lo que realmente adoro es hacer el camino contigo, transitar la vida junto a ti, que la vereda sea dilatada, que el tiempo se congele, que la autopista se haga eternamente larga, con una mano siempre acariciando la tuya mientras manejo el volante con la otra, sin atender a que la DGT pueda enfadarse por así hacerlo.
Me gusta esperar a que salgas del trabajo y cenar juntos, frente a frente, acompañados de dos copas de vino blanco y mucho pan, compartiendo el primer plato- elige tú, no anda, elige tú-, atún asado de segundo, con camareros que nos envidian. No puedo evitar extender mi mano cada poco, cruzar la mesa, y reclamar la tuya por un instante para sentir el tacto cálido de tu piel, para cerciorarme de que no eres un espejismo o algún hada sutil e inmaterial. Y, lo cierto, es que el mundo conspira con nosotros para dejarnos solos, tranquilos, íntimamente cercanos. O quizá sea que elegimos restaurantes poco populares.
Me gusta esperar a que salgas del trabajo y recrearme en tu carita, en tu reír a boca llena, en saber cómo te fue el día. Y, luego, amarte despacio, derramarme en ti, sentir tu respirar agitado bajo mis caricias, construir caracolas y rizos con tu pelo, perseguir tus labios y la delicada silueta de tu cuello y de tus hombros, dibujar una y mil veces el perfil de tu espalda.
Me gusta esperar a que salgas del trabajo como a la noche le place aguardar a que luzcan las estrellas para engalanarse.
23/4/11
¿Lectores de e-books a los que no les gusta leer?
Me hago hoy eco de un artículo publicado ayer en el Blog Get Healthy Be Wealthy bajo el título EBook Writing- What You Should Know. Se trata de una breve guía para tener éxito como escritor de e-books, pequeños consejos que nos permitan vender más libros electrónicos, un resumen de las claves fundamentales de los lectores de e-books. El siguiente párrafo me ha dejado patidifuso!:
When you start writing your eBook, make sure you divide each chapter into small blocks of content that can be easily consumed. Shorter paragraphs that allow for a fair amount of white space on the page are a good idea. The reason for this sort of format is that people who usually buy eBooks online don’t usually enjoy reading through huge blocks of unbroken text because doing so can be hard on the eyes. Your should use a lot of subheadings and easy to read paragraphs, so that anyone scanning your eBook should be able to get a clear idea.
Y no me he quedado anonadado porque dicha frase sea falsa sino, precisamente, porque es real. El autor del post es honesto, sólo busca aconsejar lo mejor para vender más libros, para satisfacer a los lectores digitales.
¿Es esta la literatura que deseamos, que perseguimos? ¿La fácil, la breve, la literatura de spot? ¿Easily consumed? ¿Deseamos que nuestros cerebros sean incapaces de pensar en profundidad, que no puedan concentrarse más de diez segundos en nada? ¿Perseguimos una escritura vulgar? ¿Una literatura de consumo fácil y breve, sin ánimo formativo, moral, ético, reflexivo?
Podriamos decir que el autor del blog está equivocado pero no es así. Desgraciadamente, sólo refleja cómo la digitalidad se ve desde fuera y mayoritariamente.
Codex Sinaiticus
La Biblioteca británica pone a disposición de los lectores una versión digitalizada del Codex Sinaiticus , un manuscrito del siglo IV que es considerado como una joya. Contiene la Biblia en griego y aunque originalmente contenía ambos Testamentos, sólo han llegado hasta nosotros partes con un total de 346 folios. El trabajo de digitalización es fruto de un equipo internacional y tiene gran calidad. En la pantalla podemos ver la digitalización del original (en algunos casos fragmentos de folio al no haberse conservado el resto) y, a su lado, la transcripción del texto en el idioma original. Allá donde es posible se puede leer, asimismo, la traducción al inglés, alemán o ruso. La visualización consta de un potente sistema de navegación y también pueden ampliarse los folios para su estudio detallado.
San Jordi
Hay flores desdichadas. Yo, antes, no sabía que existían las rosas tristes. Pero las hay y nos acompañan cuando es necesario, cuando el mundo es inhóspito. Las flores tristes no brillan, no desprenden su aroma, su color es opaco, apagado, se recogen entre pétalos curvos y tímidos, haciéndose pequeñas, melancólicas, rotas por el desconsuelo. Así, apenada, estaba la rosa que hoy te llevé y coloqué con ternura junto a ti. Nos consolamos mutuamente, aunque ni ella ni yo queríamos consuelo alguno. El alivio de la aflicción sería como perderte para siempre y eso no lo deseamos. Ni yo, ni las flores. La rosa estaba triste. Como yo. Sin tu mano tomándola de la mía, sin que me sonrieras al recibirla, sin que pudieras verla y colocarla en un búcaro con agua, estaba marchita y sin vida antes de cortarla. Te la he dejado con todo el cariño, como era antes, como siempre será. Es largo el invierno de tu marcha y lo peor es saber que no habrá primavera, que las rosas no volverán a florecer para ti, que no podré cortar una para regalártela a cambio de un libro y un beso. También los libros están tristes hoy. Y los besos. Y los poemas, y los versos, y la luz mortecina de la tarde. Es un hecho que las cosas, los cuerpos, los días, las celebraciones, tienen alma. Tú eras el alma de todo y, sin ti, los libros, las rosas, mis besos, este día, se vacían de todo sentido. Hoy, las rosas están tristes porque te añoran. Yo te añoro con toda mi alma.
22/4/11
Viernes de Pasión
Viernes de Pasión. Día de recogimiento y dolor de creyentes, de relajo en la playa para los que no lo son, de indiferencia en los más. Quo Vadis o Ben Hur en la tele, Bach en muchas emisoras de radio, cruces de guía, cirios encendidos, el Stabat Mater de Pergolessi, costaleros penitentes doblando las espaldas bajo el peso enorme de tallas barrocas que gravitan por el tamaño de la madera labrada y las culpas del mundo, que las tiene muchas. Día de muerte que nos trae al alma el desconsuelo por los ausentes amados que marcharon antes. Horas temblorosas por los recuerdos que se agolpan.
Todos tenemos nuestra Pasión. A ti, la tuya los cielos no te la evitaron. La sufriste y la sobrellevaste frente a la impiedad de ese Dios al que se grita por qué me has abandonado sin respuesta alguna. Sólo silencio. Profundo y aterrador silencio. Tú tuviste tu Pasión y tu dolor se me hace presente tan a menudo que seguramente ya me pertenece. Te condenaron injustamente como hace veintiún siglos al Nazareno, sin culpa, sin cargos, sin razones, porque sí, en tu juventud. El castigo al justo, al bueno, al que sólo merece el premio. El látigo que fustigó tu cuerpo se transfiguró en quimioterapia, pero te hirió de igual manera. Las corazas brillantes de los legionarios fueron batas blancas y anónimas en pasillos de hospital. El lanzazo punzante, jeringas de suero y drogas. El decreto de Pilatos fue un diagnóstico demasiado certero para albergar esperanza. Tus rezos en el huerto fueron desoídos. La Pasión inevitable, ineludible, inapelable. Tu consciencia de los hechos que se avecinaban era igual de intensa que la de Jesús. Dios mío, aparta de mí este cáliz, gritamos muchas veces pero, siempre, nos envolvió el silencio cósmico del abandono. Te agotaste en el camino que debías transitar con una cruz que se ocultaba en células desbocadas y asesinas, pero no decaíste. Yo, como Simón el Cirineo te ayudé un poco. Muy poco, desesperadamente poco, inútilmente poco. Tu Gólgota fue una cama metálica al lado de una ventana por la que, de tanto en cuanto, entraba la luz cenicienta del invierno. Sufriste más por los que te rodeábamos al pie de tu agonía- como las mujeres en el Calvario- que por ti misma. Tu confianza en un milagro postrero no cejó hasta el último respiro. Pasión con frutos. Tus lágrimas vertidas sobre el futuro que dejabas han florecido en un racimo de valores, de ideales, de modelos a seguir, de caminos que recorrer, de memorias tan sólidas como las catedrales y la bóveda del firmamento.
Yo, hoy, tengo mi Jerusalén. Lugares que son santos en mi corazón porque fueron tuyos, porque fueron nuestros, porque los iluminaste con tu existencia. Las calles que hollaste, el banco en el que me besaste, la clínica, tu cama, el parque donde te acariciaba, la camilla que te recogió cuando ya no podías más, el recodo del río donde dormiste con tu cabeza apoyada en mi pecho, la tienda donde hacíamos las compras. Mi Jerusalén sagrado.
El Ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: "Vosotras no temáis, pues sé que buscáis al Crucificado; no está aquí, ha resucitado, como se había escrito".
Qué así sea, compañera.
La guerra de los mundos
La guerra de los mundos para Ipad es un libro enriquecido que se vende por cerca de 4 dólares en la tienda de Apple. En esta versión, la novela de Wells se enriquece con 27 páginas interactivas, diseños, ilustraciones, cierta interactividad en algunos de los elementos que aparecen en pantalla, etc. Algunos efectos especiales- como el dirigir los motíferos rayos láser de los marcianos con nuestro dedo- están bien logrados. En cualquier caso, nada nuevo bajo el sol porque se trata de una obra de la que hay películas y trabajos increíbles anteriores.
21/4/11
Crear e-books en Ipad
IBuildApp ha puesto a disposición de los escritores una plantilla que permite crear de manera sencilla revistas electrónicas o e-books que pueden visualizarse apropiadamente en el Ipad. De este modo, sin concer la programación de aplicaciones de la tableta, es posible publicar bastante rápidamente nuestro trabajo literario en esa plataforma.
20/4/11
The Fugue Book
The Fugue Book de Ton Ferret es una simulación de conversación en Facebook que usa un mash-up entre los datos reales del usuario en la red social y elementos de ficción. Combina, wikis, foros, blogs, datos de la red social y emails auténticos del usuario. Requiere, por tanto, conectarse a Facebook y tener una cuenta gmail. Una vez dentro de la aplicación, el programa aparenta recibir mensajes de los contactos reales, pero modificados y recreados para generar una narrativa ficticia. Está escrito en catalán. Tiene un evidente mérito técnico de programación, aunque el resultado no podría calificarse de literario. El trabajo recibió un premio en el Concurso de literatura digital de Vinaroz del año 2008.
19/4/11
Logicomix
17/4/11
El libro prohibido
Los libros electrónicos en cabeza
16/4/11
Every day the same dream
15/4/11
¿Se cruzarán las plataformas?
Aurasma
14/4/11
Ana Frank Timeline
13/4/11
Les amis sur le seuil
12/4/11
¿Publicidad en la literatura?
Este movimiento me sugiere dos grandes dudas:
a) ¿Se puede leer con anuncios apareciendo en la pantalla? ¿Puede uno leer poesía mientras el pie del poema queda tapado por un banner que nos cuenta que un nuevo modelo de automóvil tiene 200 CV? ¿Es esa la literatura que queremos? ¿Estamos dispuestos de tal manera a sacrificar la calidad y la experiencia íntima y maravillosa de la literatura por ahorrarnos unos dólares o euros?
b) Si todas esas noticias, estadísticas, estudios de mercado que propagan el éxito acelerado de los libros digitalizados; la muerte cercana del libro en papel; y la ceguera de todos aquellos que no se lanzan en brazos de la digitalidad, son ciertas….. ¿Por qué hace falta este movimiento para bajar los precios añadiendo publicidad? ¿O es que, realmente, no se venden tantos como se dice?
10/4/11
¡Cuidado con los libros!
9/4/11
Marathon: You Can Do It!
Marathon: You Can Do It! de Jeff Galloway es un e-book publicado por Shelter on-line en el que el autor, atleta olímpico, ofrece un completo curso de entrenamiento para poder llegar a correr una maratón con ciertas garantías. Está disponible para Kindle y en formato I-book. Este, que se ve en la imagen arriba, destaca por su excelente maquetación y presentación, algo realmente inusual en los libros digitalizados en los que la calidad estética siempre está bastante por debajo de la impresa.
8/4/11
Imitaciones infantiles
Mi familia era modesta y, por supuesto, no teníamos coche ni lo tenía casi ninguna de las personas que conocíamos, ni tampoco mis amigos. Así que usábamos el autobús. Eran de color grana, con enormes anuncios de cigarrillos en sus laterales y pasaban, siempre llenísimos, cada veinte o treinta minutos, sin atender mucho a los horarios. Había que pagar al subir donde un chófer , multiempleado de taquillero, te entregaba unos billetes alargados de papel fino y con un color determinado según el trayecto que uno fuera a hacer. Recuerdo que a mí me encantaban los verdes y los rosas porque con ellos luego amasaba figuritas con las que hacer equipos de fútbol, de remo o de ciclistas. Verdaderos conjuntos de delanteros estilistas, de defensas aguerridos o de ágiles escaladores en la bicicleta.
Aquel día iba con mi padre al centro. El autobús, como siempre, estaba atestado de gente. Como se entraba por la puerta de delante y se salía por la de atrás era de vital importancia ir empujando aquí y allá para ganar posiciones e irse acercando, con la antelación suficiente, a la salida. Yo era un especialista en ello y pronto – ¡oiga, échele un ojo al niño que va pisando pies!, le decían a mi padre- nos situamos justo sobre la rueda trasera, en el pasillo central, abrazados a la barra de soporte que impedía que saltáramos por los aires en los baches o cayéramos al suelo en los frenados imprevisibles. Ambos, de pié, apretujados entre la masa.
Justo a mi frente, sentada– habría subido en la primera parada porque era una suerte pillar un asiento libre- estaba una niña cuya cara aún recuerdo. Calculo que tendría mi edad. Llevaba coletas, un poco a lo Pipi Calzaslargas. Me sonreía. Quizá por mi tenacidad en sujetarme y no caerme en cada semáforo. O por las muchas pecas que entonces poblaban mi rostro. Me sonreía. Y yo no sabía cómo responder. ¿Debía sonreírla? ¿Podía hablarle? ¿Y qué decirle? ¿Qué se hace cuando una niña te sonríe? No la conocía de nada pero la chica me sonreía y me miraba. Descaradamente. Yo estaba hecho un manojo de dudas.
Miré a mi padre para saber qué hacer, para imitarle. Seguro que él sabía cómo lidiar con estos eventos. Iba también asido a la barra, con la mirada perdida más allá de la ventana, muy serio, preocupado probablemente por el trabajo o por cómo terminar el mes. Lo recuerdo muy bien. Estaba muy seco, casi con una expresión de enojo, ensimismado en algún pensamiento importante y complicado, ajeno a mí y a mi problema. Claro, esto lo pienso hoy porque el caso es que, entonces, asumí que esa era la digna postura que un hombre de veras, conocedor del mundo femenino, debe adoptar en el autobús. Y así lo hice. Por pura imitación, copié la expresión de mi padre y yo también me puse serio, con rostro de enfado contenido, mirando más allá de la ventanilla. La chiquilla, claro está, dejó de sonreírme y al poco ella también miró hacia la avenida que transitaba el autobús. Cuando me apeé del mismo, y a pesar de mi corta edad, fui consciente de que la había fastidiado estrepitosamente. Tanto que el suceso se me ha aparecido en la memoria, cual espectro redivivo y burlón, cada vez que no he sabido qué hacer frente a una mujer interesante.